Maite Lanata: la ganadora del Martín Fierro que no sabe de zonas de confort

Tras sacudir la tevé con su papel en “100 días para enamorarse”, interpreta a un personaje traumatizado en “El Jardín de Bronce”

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Maite Lanata fue una de las figuras de la entrega de los Martín Fierro: elegida como mejor actriz de reparto, la joven intérprete de “100 días para enamorarse”, donde interpretó a Juani, el chico trans que atraviesa en pantalla su proceso de cambio y que sacudió la pantalla, leyó un emotivo discurso, visiblemente nerviosa, pidiendo por la implementación de una ley de educación sexual integral, y se convirtió en el rostro emotivo de una noche llena de reclamos políticos de las mal llamadas minorías.

Un paso más de una chica de tan solo 19 años, que lleva una trayectoria corta pero repleta de reconocimientos de sus pares y de la crítica: comenzó muy joven en 2011 con la novela “El elegido”, donde interpretó a una chica autista, siguió en “El Marginal” con la hija de un juez secuestrada por delincuentes, y luego vino Juani. Aquel papel no solo la volvió ganadora de la preciada estatuilla televisiva, sino que catapultó una carrera que la tiene actuando hoy en la producción internacional de HBO y Pol-ka, “El Jardín de Bronce”, que estrenó su nueva temporada el pasado domingo en más de 70 países.

De hecho, lo nuevo de “El Jardín de Bronce” se estrenó por la señal premium el pasado domingo a las 21, justo el mismo día en que Lanata subía al escenario del hotel Hilton de la Ciudad de Buenos Aires a recoger el primer Martín Fierro de su carrera. Allí, Lanata retoma y ahora expande otro rol complejo, el de la traumatizada Moira, y asegura que la nueva entrega de la ficción “es mucho más potente” que la anterior. En ese sentido, el papel de Moira en “El jardín...” aparece como un nuevo peldaño de una carrera que no sabe de conformismos ni de zonas de confort.

En la ficción, Lanata es la hija que el arquitecto Fabián Danubio (Joaquín Furriel) buscaba desesperada e incansablemente durante 10 años en la primera temporada, aunque su reencuentro distó mucho de lo esperado: meses después, las heridas de lo vivido en esa década por la ahora adolescente conspiran contra la posibilidad de una relación normal.

“En la primera temporada estuve en el último capítulo, así que es casi como si recién esta fuera mi primera temporada. Retomar un personaje que estuvo un corto período hizo que tuviera que reverlo para retomar la línea del personaje y su submundo. Siento que es mucho más potente esta segunda temporada que la primera”, afirma la actriz.

La potencia, dice, proviene de que “tiene muchísimo más misterio y muchas líneas argumentales, con el pasado de distintos personajes. Como el pasado de Doberti (Luis Luque), también el de Moira, el personaje de Paola Barrientos, donde se puede visibilizar otra búsqueda de un chico desaparecido. Creo que no es una segunda temporada forzada, sino que después del final de la primera te dan ganas de saber más acerca de cómo sigue el vínculo entre Moira y Fabián”.

Para el papel, la actriz cuenta que tuvo que “visualizar cómo fueron esos diez años en los que no se supo de ella en la primera temporada. En la pantalla ese pasado se visualiza a través de sueños, por lo tanto no se sabe si es su realidad, su pasado. Hay un punto fantasioso, y estuvo buenísimo indagar en eso. Es un personaje muy particular que me sacan mucho de mi realidad y no puedo recurrir a mis experiencias vividas”.

El Martín Fierro fue un paso más de una chica de solo 19 años con una gran trayectoria

 

Resultado de esos diez años de ausencia, el vínculo entre padre e hija, adelanta, “es muy hermético. A él le cuesta ser padre y a Moira le cuesta hacer de hija, sobre todo porque tiene todo un pasado que la carcome y que se va a ver en la temporada”, un desafío para que Lanata despliegue todo su arsenal actoral. Por eso, aunque “habitualmente los actores trabajamos la química, con Joaquín tuvimos que trabajar la no-química. Es una relación de frialdad, donde él intenta conectar pero Moira no quiere o no puede. Dependiendo de cada escena es como de caminos que se van cruzando; hay momentos en los que es Moira la que quiere conectar porque se da cuenta de que esta es la realidad que le toca, que ya dejó de lado ese pasado traumático que no quiere que vuelva al presente e intenta conectar con la ciudad, y con su padre, y no lo logra. Es como un desencuentro permanente”.

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