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Séptimo Día |ANÁLISIS

Las exigencias del acuerdo y su real impacto

Las exigencias del acuerdo y su real impacto

GUSTAVO PERILLI (*)
Por GUSTAVO PERILLI (*)

7 de Julio de 2019 | 10:41
Edición impresa

Días atrás se conoció la firma del acuerdo Unión Europea – Mercosur. Su difusión pareció haber tomado por sorpresa a muchos, incluso a los mismos protagonistas que festejaban como si su equipo de fútbol hubiera hecho el gol del desempate. La razón de su euforia era justificada. El desarrollo de estrategias market friendly (amigables con el mercado), visibles para la comunidad comercial y financiera internacional, y el logro de una gestión activa, efectiva y contundente en términos de resultados, siempre tuvieron prioridad en la agenda política. Movilizar un tema de esta índole, “desvanecido” en el tiempo por múltiples razones, constituyó un rotundo éxito y, para los adeptos, un cambio contundente para el futuro del país.

Según el análisis de los hechos conocidos, el discurso a favor del acuerdo incluyó supuestos tales como el referido a las bondades automáticas devenidas de un mercado más extenso y profundo y el interminable libre comercio (y sus derivaciones). Sin embargo, la experiencia indica que a estas conclusiones se arriba tras un exhaustivo análisis de la información (actual e histórica, nacional e internacional) y el estudio de impactos (reales y potenciales) vinculados a la salud y el funcionamiento de los sectores productivos expuestos, las disímiles sensibilidades de los mercados internos (especialmente los de trabajo y créditos) y las interacciones entre la microeconomía empresaria y la macroeconomía agregada (interna e internacional).

Más allá de las definiciones dogmáticas esbozadas sobre las virtudes del acuerdo, esos estudios fácticos todavía no se conocen. Poco se sabe acerca de eventuales diagnósticos de estabilidad de la estructura productiva interna, los estándares de productividad y competitividad y los requerimientos para afrontar estos desafíos. Hasta ahora sólo se tiene información sobre una demanda potencial de los productos y servicios nacionales de aproximadamente 800 millones de habitantes, representativa del 20% de la economía mundial con importaciones e inversiones del 20% y el 30% del total global, respectivamente.

Además de los interrogantes anteriores, aún más dudas requerirán una respuesta oficial. Entre ellas, ¿Será equilibrado el comercio bilateral en lo referido a los valores agregados incorporados en los bienes? ¿Las exportaciones brindarán las divisas necesarias para cubrir la avalancha importadora? ¿Habrá efectos en la composición de la actividad económica interna, el empleo y la distribución del ingreso? Por ahora todo evoluciona en el mundo de lo dogmatismo y de las definiciones políticamente correctas. Pocos se animan a señalar que algunos sectores primarios e industriales se beneficiarán (más los primeros que los segundos) y que otros perderán. Sólo se habla de cuestiones técnicas inconexas tales como bajas de aranceles, cupos, patentes y propiedad intelectual y otras cuestiones más operativas nada aún se presenta bajo la forma de modelo definido e integrado.

Se movilizó un tema que estaba “desvanecido” en el tiempo por muchas razones

 

Habrá temas que serán más apremiantes en el futuro. En lo más macroeconómico, resultará necesario hacer avances en el combate a la inflación y trazar mecanismos para calificar y cuantificar eventuales efectos sobre la (ya dañada) distribución del ingreso. Esto no significará obstaculizar la corriente globalizadora de la economía internacional sino establecer esquemas de contención como los utilizados en el mundo. Según los profesores Krugman y Obstfeld, “los modernos países industrializados tienen una especie de red de seguridad de programas de apoyo a la renta (tales como prestaciones por desempleo y programas subsidiados de formación y nueva colocación) que amortiguan las pérdidas de los grupos perjudicados por el comercio” (Krugman, P y Obstfeld, M. 2006). Las contribuciones del libre comercio (y libre mercado) deberán contar con escenarios específicos, no imposiciones forzadas. Las adecuaciones serán el desafío más relevante porque, necesariamente, deberán contar con un amplio consenso social.

(*) Economista, profesor de la UBA

 

 

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