Ocurrencias

Edición Impresa

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

Los veganos invadieron la Rural desafiando la muestra que honra la leche y el asado. Sucedió justamente cuando el Gobierno le devolvía al campo un ministerio para prolongar la racha de obsequios macristas de última hora. Los vegetarianos con su atropellada le agregaron picante a sus ensaladeras. Su incursión fuera de protocolo en una exposición arisca y cajetilla fue, más que un canto a las hortalizas, un piquete contra la matanza. Ellos dicen que su arenga está más allá del zapallito. No se conforman con despotricar contra el choripán. Aspiran además a que nadie muera con crueldad en un planeta que todavía no aprendió a morir. Su performance le sumó ruidosa atracción a una muestra que se venía contentando con desfiles y cucardas. Y que ahora, bien aprovechada, le podrá añadir un batallón de soldados ecológicos a su elenco de grandes campeones y funcionarios. El desbande se coreó desde las tribunas. El gauchaje recargó energía al correr a latigazos a un grupo de verduleros desbordados que amenazaban fama y corrales. Pero no sólo los jinetes se reconciliaron con su estilo bravío. También la caballada, harta del trote amistoso y los discursos, pudo mostrar su galope aguerrido en esa pista llena de reverencias. El malón vegano le permitió a los zainos revivir viejas partidas. Con ánimo pendenciero persiguieron una indiada nuevita y verdulera que amenazaba los fortines parrilleros con una accionar que empezaba rodeando al chimichurri y prometía cargarse hasta el último chinchulín.

Kirchner en el 2003 no fue a Palermo. Y cinco años después el campo le cobró el desaire en las rutas y en las urnas

 

En pleno festival campero, el paisanaje enfiló con entusiasmo contra esa tropilla fuera de programa que en la patria de los asadores quería hacer campaña por la espinaca. Aunque la inflación ya había hecho su parte en esta cruzada contra la carne. Las clásicas parrillas de las obras en construcción es parte de la nostalgia tanguera de una crisis que empezó recortando el asado y de a poco fue acabando con los albañiles.

Los veganos incursionaron fuera de protocolo en una exposición arisca y cajetilla

 

La Rural siempre fue un lugar de veneración y lujo que obligaba al campo a vestirse de etiqueta para recibir a una patronal que anda más cerca de la piscina que de los alambrados. En su larga historia recibió presidentes que se hicieron notar por presencia y por ausencia. Esas gradas guardan remisiones que los chacareros van cobrando a largo plazo, como las cosechas. Kirchner en el 2003 decidió no ir a Palermo. Y cinco años después el campo primero le cobró el desaire en las rutas y en las urnas. Y después le avisó al emperador del sur que le cerrarían todas las tranqueras a su sueño de quedarse con todo. Los gauchos de hoy han dejado atrás las pancartas y prefieren litigar contra los veganos antes que pelear contra los barquinazos de esta política económica con anteojeras. La concurrencia, con mucha rastra y poco arrastre, no entendía cómo, en plena alfombra roja de la vaquería, estos arrieros de rabanitos pretendían aguar la fiesta de tierra adentro. Es el planeta el que está en peligro, insistían los manifestantes. Pero, mientras Macri le pedía a la Pachamama que en nombre de la Tierra le acortara la distancia con los Fernández, el campo respondía a los vegetarianos de la Rural largando cuatro toros a las calles de Malvinas Argentinas, toros que golpeaban todo lo que encontraban y si era rojo mejor, como le enseñaron los estancieros. Los toros vengativos avisaron que ellos no se van a quedar de cuernos cruzados mientras la militancia vegetariana, con la excusa de quitarle sufrimiento a la animalada, busca demonizar carniceros y quitarle fama al pesceto. Ayer, con el pretexto de atajar veganos tardíos, la Exposición montó una guardia celosa para impedir que el verduraje de la firma Fernández & Fernández lleve su fruta podrida a una plaza preparada para el festejo. Pero todo fue ganancia: la masculinidad, que hoy se la pasa esquivando latigazos, de alguna manera sacó pecho gracias a esos toros campeones, machos al fin, que se cotizan alto y ganan fortunas por cambiar de vaca a cada rato. Y el gauchaje, con este aplaudido entrevero, le regaló algo de malevaje a una hombría culposa que se fue quedando sin ese rebenque que supo amansar potros y matrimonios.

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