Uno de cada ocho argentinos mayores de 65 años sufre alguna demencia

Al conmemorarse hoy el Día Mundial del Alzheimer, los especialistas instan a la población adulta a estar atenta a sus síntomas y buscar un diagnóstico precoz para vivir mejor

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De la mano del envejecimiento poblacional, la incidencia de la Enfermedad de Alzheimer viene creciendo en forma vertiginosa en todo el mundo, a tal punto que las proyecciones indican para 2050 el número de personas que la sufren se triplicará. De ahí que al conmemorarse hoy el Día Mundial de esta enfermedad, los especialistas instan a la población adulta a estar atenta a sus síntomas y buscar un diagnóstico precoz para vivir mejor.

La más frecuente de las demencias, la de Alzheimer es una enfermedad que aumenta significativamente a partir de los 65 años edad y cuyo diagnóstico a veces se demora porque sus síntomas pueden confundirse al principio con los de un proceso de envejecimiento normal.

“La enfermedad de Alzheimer es una patología neurodegenerativa, crónica y lentamente progresiva que se caracteriza por una afectación de las funciones mentales superiores. Es consecuencia de la acumulación de sustancias tóxicas en el cerebro que desencadenan procesos de alteración en la conectividad neuronal y muerte neuronal. Según la localización de estas sustancias, se presentan diferentes síntomas”, explica la doctora Florencia Vallejos, integrante del departamento de Neuropsiquiatría del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO)

“Los síntomas habituales del Alzheimer (pérdida de memoria, dificultades para encontrar las palabras, cambios de humor, pérdida de iniciativa) también pueden observarse en otras situaciones como depresión o envejecimiento normal, pero se diferencian ante todo en el grado de interferencia que generan para el desarrollo de actividades habituales”, explica por su parte la doctora María Silvia Rangel, directora médica del Centro de Rehabiliación Neurocognitiva La Fontana.

“En su forma típica y en estadios iniciales, las manifestaciones se caracterizan por fallas en la memoria de episodios más recientes. Es decir, estas personas presentan dificultades para generar recuerdos nuevos, mostrándose más repetitivos en sus preguntas, olvidando conversaciones o eventos vividos. También aparecen dificultades para orientarse en lugares previamente conocidos y dificultades con el lenguaje y la resolución de problemas. Estos cambios pueden acompañarse de síntomas conductuales, como falta de iniciativa, irritabilidad, cambios en el carácter o aislamiento, entre otros”, detalla Vallejos, quien asegura que “los síntomas suelen preocupar más a los familiares o al entorno que al propio paciente.

“Con el progreso de la enfermedad, empeora el deterioro cognitivo y comienzan a aparecer otros, como dificultades para realizar actividades motoras aprendidas previamente. Esto impacta de forma progresiva en la capacidad de la persona de funcionar de forma independiente, requiriendo con el tiempo asistencia y supervisión por terceros de forma permanente”, cuenta la médica.

CUANTO ANTES, MEJOR

Frente a estas dificultades, un diagnóstico precoz equivale a vivir por más tiempo y mejor. Así lo resaltan desde la Asociación Internacional de Alzheimer, según la cual más de medio millón de personas padecen actualmente alguna forma de demencia en nuestro país.

“Un diagnóstico precoz y acertado es fundamental ya que permite al médico recomendar modificaciones del estilo de vida, brindar un pronóstico y posibilitar que el paciente tome decisiones respecto a pautas de manejo futuro. También, es importante para prevenir riesgos que pudieran depender de olvidos u otros síntomas cognitivos. Asimismo, dará la posibilidad a la familia de estar informada sobre lo que le está ocurriendo a su ser querido y así acompañarlo de la mejor manera”, coincide en señalar la médica neuróloga María Alejandra Mengual.

“Se calcula que uno de cada ocho argentinos mayores de 65 años padece de Alzheimer u otra demencia”, explican desde el Instituto de Neurología Cognitiva, donde aseguran que “hasta un tercio de los casos de demencia son atribuibles a siete factores de riesgo modificables”.

Según publicó la comisión sobre prevención, intervención y cuidado en demencia, creada por la prestigiosa revista The Lancet, el control de ciertos factores de riesgo podría retrasar o proteger a un tercio de los casos de demencia. Esos siete factores son el sedentarismo, el tabaquismo, la hipertensión, la obesidad en la adultez, la diabetes, la depresión y la baja educación formal.

Se trata en todos los casos de factores modificables, por lo que mediante diferentes iniciativas (como el ejercicio físico, la estimulación cognitiva, una dieta saludable, sueño adecuado, disminución del estrés y el mantenimiento de la actividad social) se podría disminuir el riesgo de esta enfermedad.

 

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