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“Magalí”: el reencuentro de una madre con su hijo y sus raíces hechas de mito

Hasta el miércoles, se podrá ver en el Pasaje Dardo Rocha, a las 21.30, la ópera prima de Juan Pablo Di Bitonto, rodada en la Puna 

“Magalí”: el reencuentro de una madre con su hijo y sus raíces hechas de mito
21 de Septiembre de 2019 | 04:43
Edición impresa

“Magalí”, la ópera prima de Juan Pablo Di Bitonto que es, en su corazón, una película sobre los vínculos: pero esos vínculos no se construyen en el vacío, sino en un complejo y sutil entramado de migraciones y fronteras, culturas y límites, cruces y contradicciones, que son parte del paisaje de Susques, un pueblo cercano a la frontera chilena, a casi 4000 metros sobre el nivel del mar y una de las zonas más secas del mundo, pero a la vez un sitio mágico, donde conviven las tradiciones andinas y la fe católica.

En la cinta, que se verá hasta el miércoles en el Cine Select del Pasaje Dardo Rocha, a las 21.30, Magalí, alejada de su entorno familiar, de sus costumbres y de su hijo, trabajando como asistente médico en un geriátrico y rentando un cuarto en una pensión de la ciudad de Buenos Aires, debe volver a sus pagos al morir su madre, quien criaba a su hijo Félix, un evento que sacude su vida hermética y la fuerza a forjar un vínculo real con su familia y su lugar de procedencia.

Di Bitonto, que lleva varios años en la industria trabajando como editor y productor, comenzó a pergeñar esta historia cuando hace siete años se mudó a Salta. “Empecé a profundizar mi relación con Bolivia, a editar películas allá, viajando primero por avión, luego por tierra, porque fundió la aerolínea, empecé a ver ese manto de cultura andina que no respeta las fronteras políticas, y me empecé a apasionar por eso”, revela. “En los viajes, me fascinó la cercanía cultural que tienen Salta y Jujuy con Bolivia, y, en cambio, las veía muy alejadas de la idiosincrasia de Buenos Aires. Las fronteras entre los dos países se desdibujan para unirse en un manto cultural, el universo andino”.

Con el paisaje de fondo establecido, otro evento en su biografía dibujó la historia de Magalí: atravesaba una separación de su pareja y comenzó a imaginar cómo sería regresar a Buenos Aires y perderse el día a día, el crecimiento, de su hijo.

El movimiento de Magalí es inverso, de reencuentro: “Ella sostiene un trabajo precario en Buenos Aires, vive en una pensión donde ni siquiera puede dejar el perro con alguien diez días. ¿Qué soledad tiene esa persona acá?”, analiza Di Bitonto en diálogo con EL DIA.

La vida de Magalí en la capital refleja aspectos de este presente precario: “Uno está inmerso en la sociedad, lo que a uno le pasa lo refleja en lo que hace, en este caso en el cine”, dice al respecto el realizador, y señala que percibe un movimiento creciente de migración hacia el interior, motivado por las oportunidades, la calidad de vida… y el costo. “Vivo en Tucumán”, cuenta, pero “parando en Chacarita” por el estreno se estremece por los precios. “¿Por qué vale el kilo de manzana 80 pesos acá? Es una locura”.

Magalí escapa de ese universo precario forzada a salir de su vida hermética, abandonada, y aunque en todo momento quiere volver para no perder su trabajo, “cuando llega allá se encuentra con un hijo que la obliga a darse cuenta cuáles son sus raíces”: interpretada por Eva Bianco, “un talento impresionante” y ganadora en la sección Una cierta mirada de Cannes como mejor intérprete por “Los labios”, y acompañada por actores no profesionales de la zona, Magalí se mueve por esos paisajes de una Puna que Di Bitonto procuró alejar de la mirada turística.

Allí la espera Félix, que siente que tiene que ayudar al pueblo realizando una antigua tradición familiar que hacía su abuela para alejar a un viejo puma que se come el ganado.

En ese espacio, las fronteras se disuelven: las fronteras geográficas, políticas, por las que el puma se mueve sin necesidad de pasaporte, también las culturales (“las culturas originarias están totalmente invadidas por la globalización”, señala el director), y las fronteras entre esa construcción que llamamos realidad, y el mito, que se introduce en este relato de madre e hijo revinculándose.

“El Norte tiene otras realidades, se perciben otras situaciones”, dice al respecto Di Bitonto. “Si vos vas y le das de comer a la tierra, el puma se va a ir. Plantear otro tipo de realidad, no solo una realidad cientificista, donde una causa genera una consecuencia, sino que hay situaciones naturales que se pueden modificar mediante estas creencias. Porque no todo puede ser explicado”.

 

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