Los aerosoles que emitimos al hablar y respirar, el ignorado vehículo del COVID

Especialistas advierten que las pequeñas partículas que permanecen más tiempo en el aire juegan un rol clave en las infecciones registradas en ambientes con poca ventilación

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Aunque al principio de la pandemia se negó que el virus causante del COVID-19 se transmitiera por el aire, cada vez son más las evidencias que demuestran que los aerosoles que emitimos al hablar y respirar tienen un rol fundamental en los contagios masivos registrados en espacios cerrados.

Así lo sostienen entre otros el investigador español José Luis Jiménez, profesor de la Universidad de Colorado, Estados Unidos, y uno de los mayores referentes del tema, quien días atrás advirtió sobre este riesgo al brindar una conferencia virtual para Argentina en el marco de unas jornadas organizadas por el Conicet.

“Sabemos que la enfermedad se puede transmitir por tocar una superficie y llevarnos la mano al ojo; sin embargo, hay acuerdo de que esto representa un porcentaje muy bajo de los contagios y que la mayoría se dan de una o dos maneras. Una de esas formas es por las ‘gotas balísticas’ que se expulsan al hablar, toser o estornudar, que salen de una persona y le tienen que llegar a la otra al ojo, nariz o boca; la otra manera son los aerosoles que emitimos al hablar, que son más pequeños y por eso permanecen en el aire y que infectan al ser inspirados por inhalación”, explicó el investigador.

Según un relevamiento que realizó Jiménez junto a su grupo de investigación de la Universidad de Colorado “sobre toda la bibliografía científica que existe”, aunque la OMS indique que las gotas son las que prevalecen como causa de contagio, los aerosoles tienen más evidencia”, como parecen confirmarlo los llamados “súper contagios”.

“Uno de los casos más famosos de súper contagio fue el que involucró a los integrantes del coro Skagit de Estados Unidos, que se reunieron a ensayar respetando la distancia por dos horas. Resultó que una persona estaba infectada y de los 60 participantes se infectaron 52, incluyendo quienes estaban 13 metros por detrás de la persona infectada”, detalló Jiménez, quien se dedicó a investigar este episodio para determinar las vías de transmisión.

“La persona infectada no había tocado ninguna superficie, había ido al baño pero sólo fueron otras tres a ese baño; tampoco había hablado con nadie durante esas horas”, quien sostiene la mayoría de los contagios ocurren en interior. “Si la mayoría de los contagio ocurriera por las gotas, no importaría si estás adentro o afuera a menos que haya mucho viento”, señaló.

“Lo que nosotros pensamos es que la distancia social efectivamente disminuye el riesgo de contagio porque la persona va a respirar menos del aire exhalado por la persona infectada; pero en una habitación cerrada, aunque estemos lejos, la concentración de aire exhalado se va acumulando y entonces uno termina inhalando el virus”.

Luego de explicar el trayecto que recorre cada partícula hasta caer al suelo dependiendo de su tamaño, el especialista señaló que “para que algo que sale de mi hablando pueda llegar a otra persona tiene que tener por lo menos 300 micras, es decir, un tercio de milímetro y hay muy pocas de esas gotas. Se estima que por cada mil aerosoles hay una gota, que esa gota tiene una sola oportunidad de llegar al ojo, nariz o boca; sin embargo, los aerosoles salen y se quedan flotando, y las oportunidades de respirarlo son muchísimos más grandes”, comentó.

“En lugares cerrados es clave que haya la menor cantidad de gente el menor tiempo posible”

 

Jiménez no es ciertamente el único en advertir sobre esta vía de contagio subestimada. En agosto pasado, investigadores las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de los Estados Unidos concluyeron que “la evidencia científica acumulada a favor de los aerosoles como importante vía de contagio es indiscutible”.

“La relevancia de este límite es que los aerosoles pueden permanecer en el aire desde minutos hasta varias horas, acumulándose en condiciones de mala ventilación y, por lo tanto, causar contagio a más de dos metros de distancia”, advirtieron también las investigadoras Andrea Pineda Rojas y Sandra Cordo, desde el Laboratorio de Virología del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Iquibicen).

Las especialistas destacaron que “en este contexto debe hacerse una urgente revisión de las medidas de prevención que se recomiendan para cada tipo de actividad, especialmente las que se refieren a ambientes cerrados”.

Y añadieron que “en particular debería enfatizarse en el uso de mascarilla con buen ajuste a toda la cara, mantener distancia de al menos dos metros, hacer ventilación continua de ambientes cerrados (lo que implica que las ventanas de negocios, oficinas y colectivos deben permanecer abiertas mientras haya gente adentro y que en algunos casos se sugiere utilizar filtros adicionalmente)”.

También es importante que “en ambientes cerrados haya la menor cantidad de personas posible durante el menor tiempo posible y trasladar las actividades, dentro de lo posible y sin olvidar el distanciamiento y la mascarilla, al aire libre”.

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