Cuchicheros: la música del Cuchi brota en cuarentena para “acompañarnos entre todos”
Edición Impresa | 20 de Octubre de 2020 | 02:21

Corría 2013 cuando en una bienal de arte organizada por la Universidad se realizaba un homenaje al Cuchi Leguizamón: Juan Manuel Brarda, que por entonces vivía en La Plata, donde estudió dirección coral, decidió para la ocasión juntar una docena de coreutas y participar del homenaje desde la música vocal. Así nació Cuchicheros, en su primera acepción: durante años, fue “un grupo ad hoc, respondía a las distintas invitaciones, adaptando la formación”. En el medio, Brarda se mudó a Córdoba. Pero el grupo mutó, siguió cantando y sobrevivió y, desde fines de 2018, se convirtió definitivamente en sexteto, radicado ahora en Río Cuarto, donde, tras regresar de su gira por España, comenzó a preparar su primer disco de estudio.
“Primero vino la música vocal a mi vida, y después el cancionero popular: yo conocí al Cuchi a través del repertorio vocal, y fue amor a primera vista”, cuenta Brarda, en diálogo con EL DIA, sobre la génesis de Cuchicheros. “El Cuchi, para la historia de la música de nuestro país, es muy significativo. Su música y su poesía tienen una riqueza muy grande, y te atrapa”, agrega María Carranza, cantante lírica platense también radicada en Río Cuarto y parte del sexteto.
El grupo, dice el director artístico, es un doble homenaje, además: al folclorista salteño y a su maestro, Hugo de la Vega, “que ha dedicado gran parte de obra de su trabajo al Cuchi, y ha hecho unas versiones maravillosas. Partimos de ahí, de esos arreglos de Hugo”, cuenta Carranza, de amplio recorrido en la música académica: formada en el Conservatorio local, fue parte del Tous Ensemble durante siete años y del Vocal de Cámara Platense, antes de viajar a Córdoba.
Cuchicheros partió de los arreglos de De la Vega, pero en los últimos meses ha decidio ampliar su repertorio. De hecho, el disco que preparan, del cual pueden escucharse tres adelantos en las bateas digitales, cuenta con una versión de “Los pájaros perdidos”, de Piazzolla. El último adelanto, que se publicará a fin de mes, será “Las golondrinas”, de Falú.
“A partir de la gira que llevamos adelante por España en enero y febrero, incorporamos repertorio de compositores contemporáneos: tenemos unas veinte obras de Cuchi, pero empezamos a trabajar con otro repertorio”, explica al respecto Brarda.
El sexteto comenzó a trabajar al regreso de la gira en nuevo repertorio pensando en grabar un disco, pero, claro, llegó la pandemia. No se amedrentaron: “Buscamos la manera de capitalizar el tiempo”, cuenta Brarda, y esa manera fue grabar igual, crear “un disco remoto”, con todo lo que implica para un sexteto vocal grabar sin la presencia del otro.
“El vivo es muy fuerte para cualquier músico. Y para nosotros, que somos un grupo vocal, es muy importante tener al otro como guía, escuchar la manera de respirar del otro, la manera de cortar, la manera de frasear… Pero pudimos lograr la conexión, evitar producir algo muy ficticio como podría haber ocurrido grabando cada uno en sus lugares”, cuenta el director artístico. Para lograrlo, “armé unos Frankensteins con partes de conciertos en vivo, partes que cantaba yo la base, partes de una línea solista… Sobre eso, ensamblamos cada una de las voces”, se ríe hoy Brarda de la experimentación que requirió poder grabar cada uno en su casa.
Así grabaron “nuestro primer disco de no estudio”, se ríe Carranza, que cuenta cómo fue grabar en solitario: “Cada uno graba en algún rincón de su casa, con los recursos que tenemos: yo tengo un cuadradito entre las habitaciones y el baño, que llenamos de almohadones y acolchados”, comenta. Tras las maquetas artesanales de Brarda y la grabación en estudios caseros del sexteto, la mezcla la hace Juan Martín Alvariño desde La Plata. El disco, que saldrá en diciembre, lleva un nombre que da cuenta de su proceso de creación: “Confines, versiones a la distancia”.
Lo curioso es que los adelantos de estos temas producidos en cuarentena tienen videoclip: es que “en Río Cuarto supuestamente no hubo casos hasta agosto, entonces, desde mayo se abrió todo bastante. Nos pudimos juntar sin público, y pudimos hacer un concierto por streaming, a beneficio de un comedor de la zona”, cuenta Carranza. Además, grabaron un video. Eso, hoy, es imposible y “se extraña, y hace mucha falta: uno se encierra a grabar tratando de imaginar al otro”.
Ese abrazo musical que les falta a la hora de grabar, se lo están brindando al público, necesitado de canciones para pasar el mal trago. “La gente nos agradece por nuestro arte, por brindarnos de esta manera”, dice Carranza. “Uno lo hizo por necesidad propia de expresarse, de seguir diciendo algo aún en este contexto: no era nuestro objetivo, pero se ha vuelto un poco la misión, acompañarnos entre todos”.
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