El hombre que hizo feliz a tanta gente merece descansar en paz

Desconozco si fue el mejor jugador de la historia. Sólo sé que fue quien, por lejos, más me emocionó

Edición Impresa

Por MARTÍN MENDINUETA

@firmamendinueta

El cursor de la computadora titila desafiante sobre la página en blanco. Justamente por la descomunal magnitud de su obra, cualquier idea por volcar al papel parece trillada, directamente obvia.

Pese a la frondosa historia de su recorrido profesional, redactar un puñado de líneas que lo despida cabalmente se hace más difícil que de costumbre.

Los comentarios de semejante noticia fracasan en el intento por interpretar la verdadera dimensión del hondo pesar que causa. Murió un mito real.

A simple vista la oración luce contradictoria, pero es absolutamente cierto que Diego fue elevado a la categoría de mito cuando todavía regalaba sonrisas.

La “parca”, al verlo cansado de vivir como él no quería, vino a buscarlo sin imaginar que el luto, la desazón, el vacío y la angustia iban a envolver a tantos millones de personas.

Francamente, hoy no es necesario ser periodista para describir un sentimiento de profunda pena.

Cualquiera que se haya sentido genuinamente embargado por la emoción de haberlo conocido, a corta o larga distancia, por la radio, los diarios o la televisión; por haberlo tenido cara a cara, por no olvidar jamás el o los partidos en los cuales lo disfrutó desde la tribuna, por haber guardado como oro un autógrafo suyo, por haberse puesto a su lado en una foto, o simplemente por tenerlo en un póster colgado en el corazón, podrá combinar los más variados adjetivos para recordarlo con sapiencia. Si algo tuvo, tiene y nunca perderá Diego Armando Maradona es el amor del pueblo.

Los homenajes, que seguirán llegando desde distintas partes del mundo, nos dejarán, como muchos de sus goles, entrelazando la sorpresa con la admiración.

El ejercicio individual de la memoria será un regodeo para el alma. El “yo lo vi, escuché, conocí, entrevisté, abracé, besé y hasta critiqué” se ha vuelto un ritual que sazona cualquier despedida. Todos tenemos una historia con él. O, al menos, una anécdota que lo involucra. Eso es muy fuerte.

EL IMPACTO FUE BRUTAL

Aún sabiendo que, desde hacía bastante, transitaba los días estancado en un umbral de calidad de vida muy bajo, nada digno para él ni para nadie; que su desmejoramiento era constante, cada vez más cruel, y que esto podía pasar, cuando me enteré de su muerte, creí que los colegas se habían equivocado. Estando al aire en “La Redonda” no quería decir lo que otros estaban repitiendo. Quizás por las tantas veces en las cuales lo habían dado por fallecido sin estarlo, me tomé más de un minuto para asimilar el dato ya chequeado.

Sólo se me ocurre una sugerencia para estas horas tan tristes. Que cada uno piense cuánto tuvo que ver él en nuestra pasión/cariño por el fútbol. De qué modo influyó en nuestra vida su compañía como héroe deportivo. ¿Qué tan lindos fueron los momentos que nos regaló? Ese es el camino que, de alguna manera, va a indemnizar tanto desasosiego.

A todos nos hubiera fascinado jugar a la pelota como lo hizo él. Pero no sé cuántos hubieran aceptado el “paquete” completo de haber vivido como él. Cada uno sabe su respuesta.

Para quien desparramó cataratas de alegría, el deseo se vuelve tan simple como justo. Que pueda descansar en paz.

 

 

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