“La última vez que vimos gente adentro fue cuando estuvo la Policía”

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En el departamento 5 de la propiedad situada en el numeral 467 de la calle 28 (entre 41 y 42) el timbre suena y nadie responde. En total, la edificación consta de seis unidades y cuatro están ocupadas. La escena de uno de los crímenes más aberrantes de la historia platense continúa sumida en la oscuridad y el olvido.

“Desde la última vez que entraron con la Policía, nunca más volvió nadie”, reflejó Silvia, quien ocupa segundo PH . El abandono de la vivienda, aún con muebles, alimentos y todos los efectos personales de las víctimas, significó un contratiempo importante para el resto de los vecinos.

Primero porque el inmueble se vio invadido de lauchas y gatos, que se colaron por una abertura (que da a la parte trasera del terreno) que nunca se cerró. “Tuvimos que hacer muchas cosas, porque como no venía nadie se llenó de animales. Escuchás los ruidos toda la noche, y no sabemos si el techo se habrá caído” porque, afirmó, “antes de que ocurriera el crimen ya estaba roto”.

Ante esa situación, “compramos veneno y lo pusimos debajo de la puerta, en la cerradura y en cada resquicio”, agregó la frentista, quien tenía una relación cercana con Susana De Barttole, su hija Bárbara Santos, su nieta Micaela Galle y Marisol Pereyra -amiga de Bárbara-. Hasta ese funesto 27 de noviembre de 2011, el pasillo que une los distintos departamentos era una suerte de barrio condensado, donde las chicas jugaban y los moradores conversaban. Todos se conocían y mantenían cierto vínculo.

Entre quienes viven en el lugar, no saben qué pasará con el departamento 5, que hoy cumple nueve años vacío. “Hubo arreglos que hicimos, trabajos muy grandes de gas y agua, que deberá pagarlos quien venga el día de mañana”, reparó Silvia.

 

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