El fútbol no puede convivir más con los barras y el delito
Edición Impresa | 22 de Diciembre de 2020 | 03:17

Sólo la falta de decisión por parte de algunos funcionarios públicos o, eventualmente, la complicidad directa de algunos de ellos, de dirigentes políticos o de los clubes, puede permitir que se haya venido postergando la campaña que debe impulsarse para combatir y detener a los barrabravas que han enturbiado el fútbol de nuestro país y que, además, terminaron por dedicarse a muchas actividades delictivas.
Eclipsados algunos meses por la vigencia de la cuarentena y la prohibición de asistencia de público a los estadios, volvieron a cobrar visibilidad en los penosos episodios que ocurrieron en la Casa Rosada durante el velorio de Diego Maradona, en incidentes posteriores ocurridos en diversos distritos y, ahora, en nuestra ciudad, en el violento enfrentamiento registrado anteayer entre hinchas de Gimnasia y Estudiantes en un comercio gastronómico de 3 y 56, donde partidarios del último club se habían agrupado para ver por televisión el partido que disputaban los albirrojos en su estadio.
Piedrazos entre ambas facciones, corridas, altercados en la calle, insultos y finalmente la llegada de motocicletas y patrulleros policiales que lograron apaciguar los ánimos con detonaciones de balas de goma, en una situación que, entre otras derivaciones, causó justificado pánico en una heladería cercana que estaba repleta de niños y mujeres. Por cierto, no es el primer encontronazo que se produce entre fanáticos de ambos equipos, que protagonizan así un largo historial de ataques y represalias ya sea en el Bosque, en cercanías de ambos estadios, o en esquinas céntricas de la Ciudad.
Lo cierto es que tiempo se sucede sin que las autoridades atinen a encontrar mecanismos eficaces para erradicar este flagelo. Hubieron, por cierto, intentos aislados, dignos de mención, como algunas causas judiciales abiertas cuyos imputados forman parte de los grupos más radicalizados de malvivientes, más conocidos por el nombre de barrabravas.
Muchos negocios montados dolosamente –como el de la venta de entradas, la concesión de algunos puestos en los estadios, la procuración de pasajes de favor, se dice también que las participaciones en los pases de jugadores y las recaudaciones de los “trapitos” en las épocas de partidos con hinchadas presenciales- apuntalaron la acción de las barras que, además, terminaron por ofrecer sus “servicios” para acciones delictivas fuera del fútbol. Se ha insistido, asimismo, que sectores del poder político y del narcotráfico apuntalaron la acción de los barrabravas.
Lo cierto es que desde hace muchos años no se ha logrado poner en vigencia una política unívoca, que no deje dudas acerca de la intención de la sociedad argentina por depurar al fútbol. Se han perdido así distintas oportunidades para contar con mejores herramientas, para que este deporte no sirva como pretexto para cometer delitos.
Se ha dicho y reiterado también en esta columna que el fútbol de nuestro país no puede resignarse a convivir un minuto más con personas que cultivan el delito como modo de vida. Por cierto, debiera preocupar el progresivo poder que vinieron cobrando los barrabravas.
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