Los médicos ante un desafío inédito que los puso frente al dolor y la extenuación

Ubicados en la primera línea contra el coronavirus, los profesionales de la salud vieron transformadas sus vidas y trabajos

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Gabriela Saenz es jefa de sala de la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital San Martín y usa calificativos como “agobiante, triste, desoladora y extenuante” para describir la situación que viven quienes pelean contra el virus en la primera línea y para quienes la forma de trabajar y lavida cotidiana cambiaaron radicalmente con la llegada de la pandemia. Lo que sigue es su testimonio:

“Iniciamos el año con esta pandemia que nos sorprendió a todos. La incertidumbre y el miedo fue en aumento al recibir noticias catastróficas de colegas de Europa. La pandemia allí los tomó más de sorpresa. Nosotros pudimos prepararnos, aumentar el número de camas criticas al doble de lo habitual, contar con los insumos necesarios para tratar a los pacientes y para cuidarnos”.

“Lograr una capacitación rápida pero efectiva para el personal, cambiar hábitos, acostumbrarnos a estar solos, solos para comer, solos para dormir, pocos para comentar los pacientes, siempre separados y con barbijos y gafas de por medio”.

“Cuando los pacientes empezaron a llegar nunca pensamos que iba a ser así. Particularmente viví la pandemia de gripe, pero esta situación fue mucho peor, fue agobiante, triste, desoladora. Pasamos por periodos de trabajo extenuante lo que nos producía distintos sentimientos. Desde enojo, miedo, bronca, particularmente tristeza, ver morir pacientes con o sin antecedentes, jóvenes o viejos, solos sin ningún familiar cerca, solo nosotros a su lado un completo desconocido.

“Mi vida cambio por completo, soy una persona planificadora, tengo un hijo y estamos los dos solos, el miedo a enfermarme era paralizante a veces, pensaba como hacer si pasaba, dejaba cada día todo organizado. Llegar a casa terriblemente agobiada, desinfectarte antes de entrar, pasar directamente al baño diario, y recién después de todo ese protocolo saludar a mi hijo e iniciar el trabajo en casa y la ayuda con las tareas escolares. Intentar despejarte de lo vivido en el día, era imposible. Todo fue un continuo de horas ininterrumpidas, resolver lo que se podía desde tu casa, consultar por los pacientes para saber cómo evolucionaban, contener a los familiares, contener a tu equipo que estaba extenuado”.

“Y hoy volvimos al principio, con mucha más experiencia para tratar a estos pacientes, más capacitados, más acostumbrados, pero el miedo sigue intacto. Esperando la segunda ola. Nos queda la esperanza de la vacuna, pero sabemos que van a pasar muchos meses para que estemos todos vacunados. Mientras tanto vemos a la población que nos acompañó con este gran sacrificio que ya no le importa cuidarse, no le importa si se enferma un familiar, un vecino mucho menos un desconocido. Nosotros seguimos trabajando igual por que elegimos lo que hacemos, dando lo mejor que podemos, esperando algún día recuperar algo de normalidad y perder definitivamente esa sensación de intranquilidad todavía presente”.

 

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