Inexplicable desidia para mantener en buen estado al Parque Pereyra Iraola

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Al parque Pereyra Iraola lo acosan desde hace muchos años varios factores negativos: un persistente abandono, la falta de cuidado de su rico patrimonio forestal, el mal estado que exhiben las construcciones históricas, la inexistencia de trabajos de preservación de senderos y praderas que sean aptos para el esparcimiento, los altos pastizales que generan riesgos de incendio, los actos de vandalismo, las podas clandestinas y la presencia de intrusos, entre otras deficiencias endémicas que padece.

Tales circunstancias volvieron a ser corroboradas en un reciente informe publicado en este diario. Allí se muestra a ese predio -el único y muy valioso pulmón verde existente entre la ciudad de Buenos Aires y La Plata, un espacio privilegiado y reconocido por la Unesco- ganado por un inconcebible estado de abandono.

Pastos crecidos, bancos y mesas rotos o en mal estado, entre otros de los mobiliarios destinados a los visitantes -los juegos infantiles, por ejemplo- y que, virtualmente, no se pueden usar; baños públicos en pésimo estado; instalaciones emblemáticas como el viejo molino de viento, cercano a la rotonda de Alpargatas, completamente deterioradas.

Como fondo de todo ello, un estado dominial gravemente afectado por las sucesivas cesiones que fue realizando el Estado provincial, hasta que sólo algo más de 2 mil hectáreas, de las 10 mil originales que fueron expropiadas para ser paseo público y reserva forestal, cumplen con esa finalidad marcada en la expropiación de fines de la década del 40. Concesiones de toda índole, a las que deben sumarse las intrusiones ilegítimas concretadas originalmente por personas que instalaron y explotan quintas frutihortícolas, sin pagar, presuntamente, canon alguno según se aseguró.

Corresponde insistir en que, además de su enorme riqueza natural, el predio contiene un invalorable patrimonio histórico y arquitectónico, en construcciones dispersas que datan de mediados y fines del siglo XIX, cuando la familia Pereyra Iraola montó un establecimiento rural de explotación agrícola ganadera. Esas edificaciones también están desatendidas.

Está claro que los antecedentes excepcionales del Parque -así como, pese a todo, su gran potencialidad como paseo público- tornan en inexplicable la desidia sistemática de muchas de las administraciones provinciales, a cuyo cargo se encuentra su mantenimiento.

Cualquier memorioso puede recordar, en cambio, el buen aspecto que durante muchos años mantuvo el predio, con custodios que lo recorrían a caballo y evitaban que se registraran -como lamentablemente ocurre- hechos de vandalismo. Y además, era común ver las maquinarias que desplegaban tareas de desmalezado y corte de pasto del lugar, que atraía a miles de visitantes cada fin de semana.

Demandaría aquí mucho espacio detallar las pérdidas de superficie sufridas por el predio desde su expropiación, a mediados del siglo pasado. Pero se trata, ése, de otra de las mayores deudas que se tiene con uno de los espacios verdes más ponderados de la Provincia.

Es de esperar, entonces, que los funcionarios responsables así lo comprendan y cobren debida conciencia del enorme valor que tiene el Parque, cuyas bondades históricas y medioambientales se deben preservar y proyectar para disfrute de las actuales y futuras generaciones.

 

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