Saúl Horacio Calandra

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Perteneció a una familia de gran raigambre en la Ciudad, fue un destacado ingeniero agrónomo y un hombre muy apreciado en distintos círculos locales, por eso el fallecimiento de Saúl Horacio Calandra, ocurrido a sus 80 años, provocó numerosas expresiones de pesar.

Había nacido en La Plata, el 21 de mayo de 1940, en el seno del hogar conformado por Amalia Merbilhaa y Saúl Calandra, un reconocido futbolista al que apodaban “el Toro” que jugó en la primera división de Estudiantes de La Plata entre 1922 y 1929. Horacio creció junto a sus hermanas Amalia y Graciela.

Luego de completar la secundaria, ingresó a la Universidad Nacional de La Plata en la que se graduó como Ingeniero Agrónomo. Además tuvo una prolífera carrera docente, fue profesor de la cátedra de Forrajicultura.

Saúl Calandra encarnó las virtudes de un profesional pujante y se caracterizó por la constante búsqueda de la excelencia, razones por lo que fue valorada su actuación en la administración de distintas empresas agropecuarias.

También trabajó en el Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires y su paso por ese ministerio, además de cosechar buenos resultados de gestión, dejó buenos recuerdos entre sus compañeros.

Cumplió su proyecto de formar una familia junto a su esposa Lucila Ferioli y la misma creció con el nacimiento de su hija Luciana. Con los años ella se casó con Fernando Gatti y llegaron sus nietas Mora y Luz Gatti y su nieto Manuel Gatti.

Sus allegados destacaron que Saúl Calandra fue un hombre muy sociable con una innata capacidad para vincularse rápidamente.

También se ponderó su trato amable y su cálida sonrisa. Siempre lograba que su interlocutor se sintiera en un clima de amistad y camaradería.

Si bien Saúl Calandra fue un hombre muy dedicado a sus compromisos profesionales y a su familia, ni bien podía le encantaba pasar tiempo con sus amigos, aquellos que siempre supieron que podían contar con él tanto para celebrar los buenos momentos como para compartir los tragos amargos.

Además fue un apasionado de la naturaleza y su pasatiempo favorito fue el cuidado de caballos.

Quienes lo conocieron destacaron que fue un hombre sensible y siempre atento a las necesidades de quienes lo rodeaban, por eso son incontables sus muestras de generosidad y sus acciones por el bien de los suyos.

 

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