Un festejo que se renueva año tras año
Edición Impresa | 23 de Febrero de 2020 | 07:46

Por DANIELA ALLEGRUCCI (*)
Llega febrero y la ciudad se sumerge a la magia del carnaval. En plazas y avenidas, el festejo convoca a grandes y a chicos a lo largo de cuatro días, la celebración del Dios Momo llega para quedarse.
“Que no te mueras nunca carnaval, que te llevamos dentro del corazón”. Dice una canción de la primera murga de La Plata, Los Farabutes del Adoquín, quienes marcaron la trayectoria de un circuito murguero durante los `90 y que en la actualidad resignifican y conmemoran esta celebración varias agrupaciones de carnaval que, desde 2011, fue restituida oficialmente al calendario.
UN POCO DE HISTORIA
El carnaval se inicia 40 días antes de la Pascua. El origen etimológico de la palabra refiere a Carmen levare que significa ‘quitar la carne’ en referencia a la abstención de la carne los cuarenta días cuaresmales.
Su historia se remonta a las primeras civilizaciones europeas en Egipto, Grecia y Roma. A partir del siglo XV llegó a América, de la mano de españoles y portugueses, y siempre estuvo marcada por la relación entre los dioses y los hombres.
Durante el Virreinato del Río de La Plata se iniciaron los primeros bailes en Buenos Aires, aunque en 1771 se prohibieron los tambores y la danza de negros. Allí surgieron los congos o candombes, (vocablo que significa perteneciente o propio de los negros), donde los esclavos bailaban al son de los tambores, en medio del dolor y el deseo de libertad.
En 1836, se permitieron las máscaras y la gente jugaba en las calles de barro con agua, harina y huevos. Sin embargo, las autoridades tuvieron que poner límites para controlar el desorden en los días del Rey Momo. También la Iglesia sancionaba estas fiestas y la tensión se reflejaba en los diarios de la época.
Ya en 1880, el carnaval sumó las tradiciones de la gran ola inmigratoria y desde 1930 a la actualidad, el núcleo central del festejo pasó a ser el barrio.
DIAGONALES AL SON DEL BOMBO CON PLATILLO
El carnaval es la celebración que instituye la regla de la transgresión. Se trata de un tiempo de excesos e inversión de roles que reúne al comerciante, al estudiante, al empresario, es decir, a ciudadanos de distintos niveles sociales, culturales y económicos y los iguala en el festejo.
Por ello, en ese tiempo, todo es denuncia. Es diferente al discurso que impera durante el resto del año en la sociedad, ya que ese tiempo es concebido como una expresión contra hegemónica, pregonando la lucha contra la desigualdad. Es así como las murgas y comparsas utilizan la parodia, la imitación, la ironía, la poesía para decir aquello que defienden y lo que no.
La percusión representa práctica y simbólicamente el pulso que regula el compás del baile de murgueros y bailarines, junto con el maquillaje, las fantasías y los trajes, dan forma a una nueva visión e interpretación del mundo actual.
Cabe destacar que en 2011, los carnavales significaron la apertura a la fiesta oficial censurada desde la última dictadura militar permitiendo reinaugurar el espacio social.
Las agrupaciones del carnaval revitalizan y resignifican esta fiesta donde se ponen en juego las historias, las emociones, la memoria colectiva y la constitución de un patrimonio cultural.
En esos cuatro días se prenden las luces de colores en los barrios y el animador convoca a los vecinos al corso. La calle es el lugar de encuentro, donde hay guerra de nieve, serpentina, bailes, disfraces, carteles, choripán y gaseosa, abrazos y encuentros inesperados, es el inicio del ritual.
Todo es posible.
Esa es la magia del carnaval.
(*) Licenciada en comunicación social
Investigadora de estudios culturales
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