Palpitando los Oscar

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Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

Mañana llegan los Oscar. No fue un año bueno para el cine premiable. La industria se mantuvo próspera porque media docena de productos coparon una taquilla que no pudo estar ajena al frío de la economía. No vimos nada memorable y llegado el caso, si hay que elegir, prefiero quedarme con “1917” y con “El Caso Richard Jewell”, dos trabajos que alejados de todo oportunismo y a quienes considero por encima de filmes valiosos y desparejos: “Guasón”, de Todd Phillips, un pincelazo vibrante, perturbador y efectistas; el sobrevalorado “Parasite”, de Bong Joon-ho, una fábula sangrienta de trazo grueso; y algún homenaje alargado y monótono (“El irlandés”, de Martín Scorsese), que tiene una impecable hora final pero que trabaja sobre temas y personajes muy conocidos y mejor transitados.

No fue un año bueno para el cine premiable. No vimos nada memorable

 

“1917” propone al menos un regreso al cine bélico de gran estirpe que no puede evitar algunas concesiones. Como en toda película de guerra, la sombra de un patriotismo calculador asoma sin molestar por encima de un relato serio, firme y riguroso. El viaje al corazón del horror de esos dos soldaditos a quienes el destino los transforma en mártires, es potente. El alarde técnico de haberla hecho en una sola toma (aunque no sea exactamente así) le da una proximidad y una concentración que la mano firme y cuidadosa de San Mendes sabe aprovechar. La guerra siempre vuelve porque las guerras nunca se van. El film viaja un siglo atrás para decirnos que el horror no envejece ni se rinde.

Si hay que elegir, prefiero quedarme con “1917” y con “El Caso Richard Jewell”

 

“El caso Richard Jewell”, el más reciente trabajo de este incansable y talentoso Clint Eastwood, revisa la historia de un oscuro guardia de seguridad, que primero es visto como un héroe por haber descubierto tempranamente una bomba durante los Juegos Olímpicos de 1996, en Atlanta, pero luego es marcado como un tipo insignificante que fraguó el atentado para dejar atrás una vida chata y solitaria. La película reafirma la claridad expositiva de un magnífico contador de historias que trabaja sobre supuestos y prejuicios y que no necesita apelar al vértigo, ni las espectacularidades ni a falsos énfasis para darnos una imagen sombría sobre la verdad, tan buscada y ladina.

 

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