¿Cómo fabricar culpables para calmar a un vecindario fanático?
Edición Impresa | 1 de Marzo de 2020 | 07:21

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA
BUSCANDO JUSTICIA, de Destin Daniel Cretton.- Bryan Stevenson, un abogado negro, diplomado en Harvard, decide abrir en 1989 las oficinas de la organización Equal Justice Initiative en Monroe County, en Alabama. Su plan de acción es una patriada: asumir la defensa de los negros que están condenados en el pabellón final. Estudia detenidamente cada causa para poder mejorar la situación de los presos o forzar un nuevo juicio y acaso una inocencia.
Es un film de hoy, políticamente correcto y reparador, una denuncia que tiene como protagonista a ese joven abogado que vuelve a sus raíces para devolverles al menos la esperanza a los que fueron condenados por el color más que por las pruebas. Primero deberá superar el maltrato de una policía que lo hostiga y lo ningunea. Después, los recelos de los familiares de los condenados y sobre todo, la desconfianza de ellos, los encarcelados, que no creen en estos profesionales que trabajan más para darle brillo a sus carreras que para poder hacer justicia.
Apegado a las fórmulas más conocidas del thriller tribunalicio, el film no descuida nunca la historia y sus detalles. Y avanza sin tropiezos en medio de una narración que ata con pericia los cabos sueltos de un relato lleno de implicancias, agachadas y encubridores. Tampoco disimula su pretensión: ponerse abiertamente del lado de las víctimas y recargar desde allí el perfil de buenos y malos. Está construida desde la mirada de la población negra, sobre un caso que puso en tela de juicio un sistema montado sobre el racismo fanático que deja otra vez mal parada a una justicia y una policía que hace lo que quiere con tal de encontrar culpables, pronto y si es negro, mejor.
Más allá de sus trazos convencionales, de sus subrayados a veces innecesarios y de su enfoque unívoco, hay una sólida construcción cinematográfica que se apoya sobre todo en un elenco actoral que tiene como mejor exponente a un Jamie Foxx soberbio, que le da alma y vida a ese leñador injustamente condenado. No necesita grandes despliegues. Ni las muecas del Guasón ni los grandes estallidos de tantos actores tribuneros. Le basta su mirada, su voz entrecortada, su silencio y sus mínimos gestos para darle espesura y verdad a este padre de tres hijos que está a un paso de ser ejecutado por un crimen que no cometió.
Basada en un hecho real que levantó mucha polvareda, este relato basado en el libro de memorias que Stevenson publicó en 2014, termina haciendo las paces con casi todos, hasta con los blancos: el falso denunciante, el carcelero joven y el fiscal son arrepentidos que hacen posible poner las cosas en su lugar. Una historia de lucha y reivindicaciones, sostenida por una narración sin brillo pero muy cuidada y con suficiente contenido. (MUY BUENA)
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