Una pregunta que nos convoca: ¿Cuántos días o cuántas horas?

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Por LUCIANO SANGUINETTI (*)

La Ley de 180 días de clase, sancionada en 2003, surge de la necesidad de volver a integrar un sistema educativo fragmentado producto de la descentralización de las políticas educativas del menemismo, proceso que se complementaría con la Ley Nacional de Educación de 2006. Esa meta siempre fue compleja de cumplir y todavía es un objetivo laudable, aunque en la actualidad el foco esté puesto en las horas de clase. En el último informe de la OCDE, organización internacional que promueve las pruebas PISA, se da un detallado informe comparativo de las horas de clase en los países que la integran. Ahí podemos observar que, por ejemplo, Grecia tiene 748 horas anuales, Japón 770, Portugal 910 o España 792, en el caso del nivel primario. En todos estos países, el nivel secundario no baja de un promedio de 850 horas llegando en España a 1.054 horas anuales.

¿Cómo alcanzan estas cifras? En casi la totalidad de los países la escolaridad es de jornada extendida. La mayoría de los estudiantes, de los diferentes niveles, asisten un promedio de 6 horas diarias a los establecimientos educativos, algunos en forma continua y otros, como en Francia, en jornada partida: ingresan a las 8 de la mañana y salen para almorzar a las 11.30; luego regresan a las 13 hasta las 16. Si comparamos la estructura de los horarios escolares de estos países, vamos a encontrar correspondencias con su mejor rendimiento en las pruebas Pisa. En Argentina, los 180 días de clase representan 720 horas anuales para el nivel primario.

De ahí que sea complejo comparar el desempeño de los jóvenes (la prueba Pisa se hace sobre adolescentes de 15 años) que tienen un sistema con más horas de clase, sumado al capital cultural que aquellos traen en el marco de sociedades más desarrolladas. Determinación que el sociólogo francés, Pierre Bourdieu, demostró en “Los Herederos”, famosa investigación sobre la educación francesa.

En nuestro sistema educativo, la jornada extendida sigue siendo una deuda pendiente. Consagrada como un objetivo prioritario de la Ley Nacional de Educación, alcanza hoy apenas al 15 % de los niños en edad escolar. Sin embargo, es cada vez más una necesidad estructural. No solo por el mejoramiento que implica en la calidad de la enseñanza, sino que es una demanda urgente en relación a los regímenes laborales de los progenitores y las estructuras familiares contemporáneas.

 

(*) Director Observatorio de Calidad Educativa

 

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