“La Banderita”, una tienda de La Loma que nació en 1930 y bajará las persianas
Edición Impresa | 6 de Marzo de 2020 | 02:37

“Liquidación por cierre definitivo”, anticipan inmensas letras blancas colocadas en la vidriera de la tienda “La Banderita”, de 41, entre 17 y 18, una noticia que cayó como un balde de agua helada entre quienes en algún momento pasaron por ese comercio fundado en 1930. Su historia está unida a la de Simón Frangul y su descendencia, la que durante 90 años se encargó de que las estanterías se vistieran con telas, ropa de cama, lencería y los mas variados hilos y botones.
Junto a su esposa María, Simón llegó a La Plata cuando nacía la década del 20’, procedente de Urfa, Turquía. Compartió su primer techo con paisanos de su pueblo, en una sencilla casa de Tolosa y para ganarse el sustento comenzó a vender casa por casa.
Cuando logró algún ahorro se mudó a una vivienda de diagonal 74 y 11, luego se fue a 41 y diagonal 76, donde fundó la tienda.
A medida que el negocio fue creciendo, fue en busca de una propiedad mas cómoda y se trasladó a 41, entre 17 y 18 , seguramente con la certeza de que allí todos estarían mejor y de que el comercio tendría mas espacio.
En la familia se cuenta que incluso antes de aprender a cambiarse solos, tras el mostrador ya atendían con seriedad sus tres hijos: Rosa - 93 -, Alfredo - fallecido - y Ana María - 88 -.
“Se vendían telas, lana, ropa interior, artículos de mercería; todos los hijos trabajaron acá, pero Rosa se casó y puso una zapatería; Alfredo, “La Casa de las Alfombras” y Anita se quedó todos estos años con la tienda”, cuenta Griselda Frangul, una de las sobrinas que siempre colaboró con el comercio y que ahora acompaña el cierre que se concretará a fin de mes.
Para Anita el legado fue continuar el comercio fundado por su padre y a eso se dedicó literalmente durante toda la vida.
“La Banderita”, a la que en alguna oportunidad describió como su bebé, le permitió vivir como una mujer independiente y viajar. En esos momentos todo quedaba a cargo de alguno de sus siete sobrinos o sus sobrinos nietos, desde pequeños todos tuvieron su primera experiencia laboral allí.
“Buenas tardes, ¿qué necesita?”, no fue para ellos una frase con la que jugaban al vendedor, sino una manera de ayudar a la tía Anita cuando el comercio estaba atestado de compradores impacientes.
Por estos días de balances emotivos, no son pocos los clientes que se acercan hasta el local de 41 para contar que su abuela compraba las telas allí o que les encantaban los festejos por el Día del Niño, cuando todo se adornaba con globos y los payasos, especialmente contratados para la ocasión, los hacía reír.
También se evocan los sábados en los que las señoras del barrio llegaban junto a sus modistas para asistir a la exposición de telas. Algunas, como una pieza de alpaca inglesa que Anita conservó para que los hombres de la familia se hicieran trajes, aún se atesoran casi intactas en el depósito, junto a cajas con botonería antigua e hilos de bordar que en la actualidad son difíciles de conseguir.
Graciela, con 36 años de servicio como empleada; Marilú, con 28 y Patricia, la incorporación mas reciente, también dan fe de la tristeza de los clientes por el cierre del tradicional comercio.
“Hay mucha historia entre estas paredes y la de mi abuelo tiene aspectos dolorosos como la de muchos inmigrantes, él nunca mas volvió a su tierra y perdió a su esposa cuando Anita aún estaba en la cuna”, apunta Griselda que recuerda la figura de su abuelo como la de alguien muy anciano del que nunca pudieron precisar la edad por problemas en la documentación.
Laboriosa y próspera, “La Banderita” acompañó la vida de cada descendiente de Simón. Vistió a las novias, a las quinceañeras, a los que necesitaban hacerse un traje o simplemente proveyó sus hogares con sábanas y toallas. “Nunca compramos nada de eso”, afirma Griselda quien encuentra en cada objeto de la tienda disparadores que la llevan a entrañables momentos de su vida.
Ahora, la nieta de Simón reconoce que el cierre se produce en el marco del crítico momento que atraviesa el comercio local, pero no exclusivamente por eso.
Anita, que está recuperándose de una dolencia, no puede contar con que alguno de sus sobrinos, que siempre estuvieron dispuestos a ayudarla, tome la posta de la actividad.
Por la suma de esos factores, el 31 de marzo bajarán las persianas y cerrará un ciclo que comenzó en los albores del siglo pasado.
Honradez, dedicación y amabilidad para atender a los clientes constituyen los genes que mantuvieron a la tienda de pie y, sin dudas, así permanecerá en el recuerdo.
La Banderita, una tradicional tienda creada por Simón Frangul, inmigrante laborioso
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