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La Ciudad |Es un fenómeno que nadie desconocía, pero que quedó expuesto con toda crudeza en medio del coronavirus y la cuarentena

La pandemia que desnudó en toda su dimensión la desigualdad educativa

Alumnos con acceso a modernas plataformas y otros que tienen un celular sin WiFi a compartir con los hermanos. O ni siquiera eso. Familias que acompañan y niños en soledad. La inequidad del sistema educativo, en carne viva

Carlos Altavista

Carlos Altavista
caltavista@eldia.com

26 de Abril de 2020 | 02:21
Edición impresa

“Esta semana, una madre me contó que tiene tres hijos en secundaria y tres en primaria, y un solo celular sin acceso a WiFi. ¿Cómo hacen todos la tarea escolar? Imposible”.

El caso que refirió Silvia, directora de una escuela secundaria en un populoso distrito del Conurbano bonaerense, reveló hasta qué punto llega la desigualdad socioeducativa, un fenómeno que no se desconocía pero que, como sucede en múltiples y diversas áreas, quedó al desnudo en toda su dimensión en el contexto de la pandemia de coronavirus y la consecuente cuarentena social.

La docente dijo que la escuela que dirige tiene un alto porcentaje de alumnos “en estado de mucha vulnerabilidad”, y que en tiempos de pandemia “se ve que cada día es mayor la necesidad de la gente”. A veces no alcanzan los bolsones de comida.

Así las cosas, Silvia y un equipo docente que “hoy está trabajando muchísimo más” que antes de la cuarentena, se vieron sorprendidos y tuvieron que afrontar una situación inédita y harto compleja de la noche a la mañana “sin estar preparados, ya que no estamos acostumbrados a trabajar con tecnologías”. Y como muestra de la falta de digitalización que recorre a la comunidad y que, como todo, tiene su principal vidriera en las escuelas, puntualizó que “no son sólo los chicos, hay docentes que no cuentan en sus casas con las herramientas necesarias para dar clases a distancia”.

Tras destacar que en este proceso las autoridades se “apoyan mucho” en los directores y “confían” en ellos, Silvia comentó que la plataforma Classroom sería la ideal en esta situación, pero que de los 450 estudiantes que tiene el establecimiento educativo “apenas unos 70 pueden utilizarla (15 por ciento). Estamos a años luz”.

En tanto, tras un relevamiento encargado a cada colegio por la cartera educativa provincial, en esa institución comprobaron que 250 familias no tienen conectividad. “Sé que son más. Lo que sucede es que muchos no quieren decir que no tienen WiFi por vergüenza (más del 55 por ciento)”. Y comentó que sólo el 40 por ciento devuelve la tarea, que finalmente canalizaron por WhatsApp. “¿Cómo hacen quienes tienen un solo celular y se quedan sin crédito?”, se preguntó.

Pero la desigualdad educativa no sólo pasa por la tecnología. “Hay familias que no pueden acompañar a los chicos, ayudarlos a hacer la tarea. No sólo carecen de formación, sino de espacio en la vivienda para dedicar al estudio”, apuntó Florencia, maestra de 6º grado de una escuela pública de la Región.

Una sola PC

No obstante, en esta contingencia tener no es poder. Cuando se retorne a las aulas, ¿en un colegio privado se notarán menos las diferencias entre alumnos? “No tanto, pues estamos percibiendo mucha disparidad en cuanto al acompañamiento familiar para con los chicos”, hizo notar Eliana, docente platense.

“Por un lado, hay casos en que tanto el padre como la madre tienen trabajos considerados esenciales y están afuera la mayor parte del día. Incluso contamos con padre y madre policías en un grupo familiar, y padre y madre médicos en otro”, destacó. Pero también se refirió a aquellos que están en sus casas “haciendo teletrabajo y tienen una sola computadora. No hay porqué pensar que en un hogar hay más de una PC”, subrayó la docente.

“Nuestra responsabilidad es detener los procesos de profundización de la desigualdad educativa”

Nicolás Trotta, Ministro de Educación

“Una pandemia sin escuela.¿Qué pasaría con quienes no tienen otro espacio de amparo?”

Martín Legarralde, Cs. de la Educación - UNLP

Reflexionó: “Estamos en un momento donde los recursos económicos y tecnológicos quedaron relegados frente a la creatividad y empatía del docente para acercarse a los niños, a la comunidad. En mi caso, hablo de nivel inicial y primario, donde la educación está atravesada por las emociones. La distancia ha hecho que eso se pierda y marcará la diferencia cuando regresemos”, proyectó, para ir más lejos aún y aseverar que “el desafío (tras esta contingencia) será construir otra escuela”.

“Hoy creo que debemos volver a ser por un tiempo aquellas maestras antiguas que trabajaban sólo por vocación”, sugirió (para rescatar enseguida “la pelea que logró la profesionalización de la docencia”) y priorizar ante todo “el entender al otro, ponernos en sus zapatos. Chicos muy pequeños hoy están solos frente al estudio, tienen miedo, las familias tienen miedo. El mayor desafío para el regreso a lo que supo llamarse normalidad es mucho mayor de lo que pensamos. Quienes más tenemos para aprender somos los docentes y debemos enseñarles a los padres, pues la tecnología hoy es el lenguaje natural de los chicos, más bien es su cronolecto (una manera de hablar propia de una generación). Son nativos digitales”, afirmó.

“Es algo que viví en casa. Porque en este contexto volvimos a hacer lo que nuestros padres hacían con nosotros, es decir, sentarse y ayudarnos con la escuela, algo que nuestra generación perdió”, sentenció Eliana.

La “máxima” docente

Hacer más hincapié en lo afectivo, en la contención que en los contenidos, se fue transformando casi en una máxima para la mayoría de los docentes.

Como para Julieta, madre de una niña de 4 años que asiste a un jardín privado del centro porteño y, a su vez, maestra de otro establecimiento de nivel inicial que atiende a un alto número de pequeños altamente vulnerables. “El colegio de mi hija ya tenía una plataforma armada antes de esto. Cada lunes te envían cinco actividades y las docentes hacen Zoom. En mi escuela, en cambio, venimos trabajando por WhatsApp y recién la semana pasada pudimos armar un Facebook con los papás. Al principio enviábamos muchas actividades. Ahora, lo primordial es mantener el vínculo afectivo con chicos que vimos sólo 15 días, y saber cómo están las familias”, opinó.

Profesora en más de una escuela secundaria pública de la Provincia y en una privada, Virginia realizó capacitaciones en educación a distancia. Sin embargo, admitió que “esta situación ha revelado diversos límites pedagógicos. Cada escuela fue creando páginas de Facebook, algunos docentes usan Classroom, otros hacen videoconferencias a través de distintas aplicaciones”, describió y, luego, sentenció: “El chico que tiene la posibilidad de conectarse contesta por donde le mandás la consigna. El problema es que muchos no tienen forma de hacerlo. También hay docentes que no tienen una computadora o acceso a WiFi. Y esto no pasa sólo en el interior, sino a veinte minutos de la Capital Federal”.

“Era esperable que suceda esto, pues el sistema educativo vive un proceso de emergencia”, sintetizó el director de Investigación y Desarrollo del Centro de Innovación Pedagógica de la Universidad de San Andrés, Alejandro Artopoulos.

“¿Qué debemos salvar en esta etapa?”, se preguntó la pedagoga platense María Lilia Merzdorf. Para responder: “La  inclusión que permita a las familias y alumnos tener la seguridad de quedar adentro, contenidos. De entender que en este período, todos los que pongan de sí y con los elementos que tengan quedarán en la escuela sobre la base de poner las ganas, el esfuerzo, el interés. Saber que no están afuera, excluidos, omitidos o ignorados, a pesar de las dificultades diarias y diversas que los acosarán. En el presente, cada escuela es un mundo y debe llegar a sus alumnos con un paquete de esperanza. Y contenidos básicos”, postuló.

Para el director del departamento de Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades (UNLP), Martín Legarralde, “la escuela demostró ser una institución fundamental para hacer frente a las situaciones de profundización de la desigualdad social. En contextos de crisis o de catástrofe, fue el refugio de niños, niñas, jóvenes y familias de sectores populares. En nuestro país y en nuestra región lo sabemos. La escuela contuvo en los años posteriores al 2001 y fue clave tras la inundación de 2013. Pero las escuelas también sufren el embate de esas condiciones críticas, y el deterioro de las condiciones de vida de amplios sectores de la población se ve reflejado en ellas”, enfatizó.

 

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