Hace cuarenta años, Ian Curtis, líder de Joy Division, se quitaba la vida

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Un día antes de marcharse de gira a Estados Unidos, Ian Curtis se suicidó un 18 de mayo de 1980. Se ahorcó en la cocina de su casa. Se colgó de un tendedero mientras en su tocadiscos sonaba Iggy Pop. Puso fin a Joy Division y creó un mito romántico en torno a él. Murió la persona, nació la leyenda.

Que su figura haya servido de inspiración a miles de músicos no es casualidad. Curtis emergió de la miserable Macclesfield en la década de los 70, una época pobre en la que el talento era enterrado por los largos turnos en trabajos de poca monta.

Vivió muy deprisa e hizo en unos pocos años lo que la gente normal no conseguiría en varias vidas. Se ganó el recuerdo eterno gracias a una banda de culto en la música inglesa. Sufría de un trastorno bipolar que le hizo pasar en unas horas de querer solucionar los problemas con su mujer a romperse el cuello con una cuerda.

 

 

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