Sin pesca permitida, en Boca Cerrada la cuarentena desnudó graves carencias

Son unas 14 familias de una zona pesquera en Punta Lara que se quedaron sin sustento ante el parate de la actividad por la pandemia

Edición Impresa

La cuarentena desnuda graves carencias en la ribera de la Región, donde el parate de la actividad pesquera puso contra las cuerdas a un grupo de familias de Boca Cerrada, en Punta Lara. “Llegamos a comer palomas”, contó Ana, una vecina de esa comunidad que ante la imposibilidad de poder pescar por el confinamiento, debió pasar zozobras acudiendo a recursos que nunca hubiese imaginado.

Unas 14 familias son las que le dan forma a esta zona pesquera a la vera del río y que viven de lo que obtienen con su cañas y redes. De eso se alimentan y eso comercializan. Pero cuando llegó el coronavirus y se decretó la cuarentena, la actividad quedó suspendida. Y por tanto, también la comida.

Fueron muchas semanas de remar y rebuscar recursos que mayormente surgieron de la caza para poder alimentarse hasta que el Estado se hizo eco y atendió la situación hace apenas algunos días.

Ana vive en una esquina y cruzando la calle ya puede bajar a la playa. Durante casi dos meses tuvo la prohibición de poder hacerlo a pesar de que el río es el único abastecimiento que tiene para que tanto su familia como las de sus vecinos puedan comer. Ana y sus hijos lo intentaron, tiraron un trasmallo pero se lo quitaron.

“No nos dejaban pescar ni con cañas y tuvimos que salir a cazar”, le contó la protagonista a EL DIA. “Desde que se inició esto nos la rebuscamos solos, como podemos. Antes nos ayudaba el recurso del turismo, vendíamos artículos de pesca, pescado mismo, pero ese dinero ya no lo contamos hoy”, agregó la mujer, que vive sola con sus tres hijos. “Cuando mis nenes tiraron un trasmallo vino un control de la Municipalidad, o una mujer que me sacó las cosas y ayer ellos me dijeron que no era gente del Municipio, que no la reconocían, pero la realidad es que a mi me habían sacado las cosas y no podíamos pescar en el río. Era para comer” aseguró.

Y a partir de ahí debió surgir el espíritu de supervivencia para poder salir adelante: “Hemos llegado a comer palomas y anguilas. Yo iba a cazar con los chicos cerca del arroyo para poder comer”, expresó.

La vigencia del confinamiento dejó al desnudo algunas falencias que los habitantes de un pequeño barrio alejado de todo debieron y deben sufrir. Además de casi dos meses sin recibir un salvataje alimentario, tampoco llega la ayuda escolar: “No se arrimaban para acá, acá no se venía a censar y tampoco llega la ayuda escolar. Porque acá no hay señal y son muchos los chicos que van a la escuela. Es decir no viene nadie. Recién ayer vinieron y bajaron comida para poder repartir con los vecinos”

Olga es otra vecina que desde hace muchos tiempo vive en Boca Cerrada. Con 71 años y siete hijos pasó uno de los peores meses de su vida, en los que reconoció que “se comía lo que había”.

“Fueron días de zozobra en cuarentena, estamos muy lejos acá” dijo Olga buscando algún argumento que pueda explicar por qué tuvieron que atravesar una situación tan apremiante desde que se decretó el aislamiento.

Olga contó que desde ayer llegaron algunas soluciones. Por lo menos alguna respuesta. “Pedíamos pescar con caña y ahora podemos hacerlo. Había otras órdenes. No pescamos para tirar, lo que pesca se come. Hubo falta de comunicación. Ahora se acercaron y nos dieron soluciones. Ahora estamos bien”, cerró una de las protagonistas.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE