Bioética, ética y cosmética frente al virus

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José María Tau (*)

josemtau@gmail.com

En la edición del 15 de abril último (“Un virus con dos pandemias”) destacábamos la necesidad de un enfoque multidisciplinario para esta pandemia, que no debía dejarse sólo en manos de infectólogos y epidemiólogos.

Luego de tres meses y medio de aislamiento obligatorio, se publicó el 29 de junio en el Boletín Oficial una resolución del Ministerio de Salud de la Nación que crea el “Comité de Ética y Derechos Humanos en pandemia COVID-19 “CEDHCOVID-19)” en el ámbito de su Dirección Nacional de Calidad en Servicios de Salud.

La norma expresa que asesorará al Ministerio sobre las implicancias éticas de la pandemia en la salud pública y limita su cometido consultivo a la existencia de la emergencia dispuesta mediante el Decreto de Necesidad y Urgencia Nro. 260/20, que amplió por un año la emergencia sanitaria declarada por la ley 27.561

Designa trece (13) integrantes, algunos de destacado desempeño en el ámbito bioético como consultores y docentes.

Cinco son mujeres filósofas, de reconocido compromiso con los derechos humanos María Luisa Pfeiffer, Nélida Susana La Rocca y Diana Cohen Agrest.

Seis son médicos. Entre ellos, Juan Carlos Tealdo, estudioso de la Bioética con casi 40 años de trayectoria, motor en la Escuela Latinoamericana, coorganizador, junto a José Alberto Mainetti, del Congreso Mundial realizado en Buenos Aires en 1994 y director de una obra importante como el Diccionario Latinoamericano de Bioética. También Susana Vidal Suárez, quien se desempeña como especialista del programa de la Unesco para América Latina y el Caribe.

Uno de los dos abogados es Ignacio Maglio, docente y difusor de la bioética que sabe hacer honor al apellido y compromiso humanístico de su padre, en recordado Paco Maglio.

Lamentamos que con tan destacados referentes esta Comisión se haya constituido a nivel de una resolución ministerial, no del titular del Ejecutivo, que lleva ya dictadas decenas de normas de excepción.

También que no cuente entre sus integrantes con ningún psiquiatra, ni psicólogo, ni sociólogo, ni gerontólogo, ni pediatra en ejercicio. Ni siquiera otros miembros del equipo de salud, como enfermeros, que son los que más arriesgan y “ponen el cuerpo” en esta pandemia, ni trabajadores sociales. Tampoco religiosos de ninguna confesión. Ni algún representante de la comunidad.

Quizá por eso, no se la tituló “de Bioética”, sino de ética (en filosofía la ética no se identifica con la moral, sino que alude a los discursos sobre la moral). La Bioética nació esencialmente como interdisciplina, para preservar el bios (vida, en su sentido humano, no puramente biológico) tanto en la praxis, como en la normativa referida a la investigación y la atención de la salud.

Tampoco prevé quien presidirá la Comisión, o ejercerá la secretaría, ni cómo habrá de expedirse.

Vivimos hace meses agobiados por el discurso del temor (al contagio, a insuficiencia de recursos, a la pila de cadáveres…) El tiempo dirá si realmente justificaba esta mayor pobreza y vulnerabilidades para tantos. Nadie sabe a ciencia cierta si los muertos informados murieron “de” coronavirus o “con” coronavirus. Nadie. Los dilemas han dejado ya de ser de ser médicos y sociales para pasar a ser francamente biopolíticos.

El maestro Mainetti señalaba que cuando la ética no alude a un comportamiento en conciencia, se transformaba en mera “etiqueta”.

No pude evitar esa evocación al pensar que, en circunstancias tan difíciles, con un aislamiento que en su actual formato no da para más, el gran desafío que enfrenta esta Comisión de notables será procurar que la ética no llegue a representar el papel de “cosm-ética” para decisiones ya diseñadas.

Quiera Dios que este otro temor, ya personal, sea infundado.

(*) Vicepresidente de la Asociación Argentina de Bioética Jurídica

“Nadie sabe a ciencia cierta si los muertos informados murieron ‘de’ coronavirus o ‘con’ coronavirus”

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