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El desafío social a la cuarentena, un elemento de peso que explica en buena parte la decisión oficial

José Picón

José Picón
jpicon@eldia.com

18 de Julio de 2020 | 02:46
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Con sólo transitar por cualquier ciudad del Conurbano o de La Plata se puede constatar una postal casi idéntica. Aún a pesar de la cuarentena estricta, los comercios -incluso aquellos que no están habilitados para funcionar- abren sus puertas en procura de una bocanada de oxígeno que les permita subsistir una crisis con pocos precedentes. Cientos de cuentapropistas se las ingenian para procurar su sustento. Y en distintos espacios verdes comienza a verse una actividad más profusa de gente que abandona el confinamiento para hacer alguna actividad física o simplemente caminar para despejarse del encierro.

Son apenas tres circunstancias que describen una cuestión central: la herramienta de la cuarentena estricta comenzó a perder tolerancia. Existe un fuerte hartazgo social frente a una medida que lleva, entre etapas duras y otras más blandas, cuatro meses. En el gobierno provincial se había empezado a admitir hace algunas semanas que ese cansancio existía y que acaso pudiera terminar pesando en la revisión de la nueva modalidad que tendría el confinamiento. Todo indica que tuvo una incidencia fuerte en la determinación final.

Cerca de Axel Kicillof habían tomado nota de que la eficacia de la cuarentena dura estaba mermando, al menos en cuanto a la tolerancia de la gente. Una mezcla de factores económicos y psicológicos estaban empujando un sostenido desafío a esa medida antipática.

Si se hubiera seguido la única lógica de la evolución de la cantidad de contagios como parámetro para tomar una decisión, seguramente la fase 1 de la cuarentena hubiera conservado su rostro más pétreo. Pero aún en el pico de la pandemia, se resolvió dar un respiro a las restricciones severas y habilitar, al menos en etapas, una flexibilización.

Tallaron otras cuestiones, más allá del malhumor social y la disparada de contagios: el nivel de ocupación todavía aceptable de las camas de las terapias intensivas y que se haya ralentizado la velocidad de los contagios. Esas dos variables ayudaron en el marco general a apalancar el discurso oficial de ir hacia un relajamiento, en etapas, pero relajamiento al fin.

Por caso, el Gobierno provincial sostiene que cuando arrancó la pandemia el 12 por ciento de los contagiados requería internación en terapia intensiva. Ahora ese porcentaje bajó al 3 por ciento. También pesó el tiempo de estadía en cuidados severos. Los 24 días que se estimaba originalmente bajaron a 13 días. Esos dos parámetros generan que quede más lejos una probable saturación del sistema sanitario.

Pero nada indica que el anuncio de ayer implique una marcha sostenida hacia la denominada “nueva modalidad” post pandemia. Se parece más a un repliegue táctico, para lubricar la oxidada etapa más dura de la cuarentena ante la eventualidad de que deba ponerse a trabajar en dos semanas.

Existe un detalle que habría que tomar en cuenta en ese sentido. Esta vez, la nueva etapa de la cuarentena no tendrá tres semanas sino solamente dos. En estos 15 días habrá un monitoreo diario sobre la evolución de los contagios. La posibilidad de aplicar un freno de mano y dar marcha atrás, sigue latente en el escenario pandémico, al menos en los distritos del Gran Buenos Aires.

No es casual que se hable de una cuarentena “intermitente”. El término debe ser leído como un anticipo de que una eventual explosión de contagios implicaría una vuelta atrás sin escalas. De hecho, el ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán, afirmó anoche que ante un desmadre de casos el sistema sanitario de la Provincia estaría en condiciones de aguantar dos semanas.

El reconocido pediatra Carlos Kambourian afirmó ayer, al analizar el anuncio oficial, que “lo sanitario está pasando por un segundo plano en este momento. La flexibilización de la cuarentena anunciada tiene que ver con otros aspectos. Si tomamos solamente los números de esta semana, no deberíamos salir de Fase 1”. Y acotó: “Esta no es la última piña que vamos a tener. Estos últimos 17 días de cuarentena no sirvieron. No tuvo ningún efecto esta última prolongación. Y eso la gente, que está agotada del encierro, lo sabe y se pregunta ¿para qué me voy a quedar encerrado si lo casos siguen subiendo? Por todo esto es que es necesario flexibilizar el aislamiento”.

Ese diagnóstico no es compartido por el grupo de asesores del Presidente y del Gobernador. Sin embargo, existe un punto en común entre ambas visiones: que el cansancio de la gente ha tenido una incidencia fuerte en el anunciado relajamiento parcial de la cuarentena.

 

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