Con Trump, vuelve a cobrar impulso la vieja estrategia sureña que encumbró a Nixon

Los republicanos buscan el voto de los partidarios de “la ley y el orden” que rechazan la integración racial, sin emplear un lenguaje racista

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SAVANNAH, GEORGIA

Le preguntaron cómo pensaba combatir la pobreza. En su respuesta, el candidato republicano a la presidencia se las ingenió para hablar del tema central de su campaña, el caos imperante en las ciudades de EE UU durante las marchas a favor de los derechos civiles.

“No se resolvió la pobreza, pero tenemos disturbios que han desgarrado 300 ciudades, dejando 200 muertos y 7.000 heridos en todo el país”, dijo Richard Nixon el 3 de octubre de 1968, en una entrevista en un estudio de TV de Atlanta, durante una transmisión en vivo a todo el sur del país. Prometió restaurar “la ley y el orden” y despotricó contra “los que quieren destruir el país, quemarlo”. Al mes siguiente ganó las elecciones.

UNA ESTRATEGIA CLARA

Pasó a la historia como la estrategia sureña de Nixon: una campaña que aprovechó el temor a la delincuencia y la anarquía para explotar la oposición de los sureños a la integración racial y la igualdad, sin emplear un lenguaje abiertamente racista. Los republicanos fueron puliendo esa estrategia con el correr de las décadas hasta adueñarse del sur y provocar un realineamiento de fuerzas que cambió el mapa electoral, la composición del Congreso y la forma en que se abordaba el tema de la raza.

Ahora esa estrategia está en manos de Donald Trump.

En su convención nacional, los republicanos hablan constantemente de la anarquía que reina en las calles de EE UU, dando más importancia a manifestaciones que a veces se tornan violentas que a la matanza de afroamericanos por parte de la policía.

Incluso presentaron a una pareja de San Luis que cobró notoriedad por plantarse frente a su casa con armas en las manos cuando manifestantes pacíficos del movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan) pasaban por allí. El hijo de Trump, Donald Trump Jr., señaló que la contienda entre su padre y Joe Biden “se perfila como una batalla entre la iglesia, el trabajo y la escuela contra los disturbios, los saqueos y el vandalismo”.

“INSEGUROS CON BIDEN”

El miércoles, el vicepresidente Mike Pence afirmó que “usted no se sentirá seguro en los EE UU de Joe Biden”.

Historiadores y observadores políticos indican que el origen de este mensaje está claro. La pregunta no es si Trump está empleando las mismas tácticas que ayudaron a Nixon a llegar a la Casa Blanca, sino si esas tácticas funcionarán hoy, en un país más diverso, abrumado por una pandemia.

La manipulación de las divisiones raciales para unir a los votantes blancos es algo que viene de muy atrás.

¿Funcionará la estrategia de Nixon en un país golpeado por la pandemia?

 

Antes de la guerra civil de 1861-1865 se habló de un posible alzamiento de los esclavos para que los blancos pobres se solidarizaran con los grandes terratenientes, según Keith Gaddie, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Oklahoma.

Después de la II Guerra Mundial, cuando los soldados negros que volvían del combate exigieron el derecho al voto y fueron apoyados por muchos soldados blancos, los candidatos insistieron en el discurso sobre la discordia racial. Sólo que no fueron tan directos.

“Hay frases sobre cuestiones políticas que buscan activar el temor de los blancos respecto a la integración racial”, expresó Gaddie. “’Calles seguras’, ‘barrios seguros’ y ‘ley y orden’ son frases que básicamente quieren decir ‘hay que mantener a raya a los afroamericanos’”.

El sur era territorio demócrata hasta que el republicano Barry Goldwater se postuló a la presidencia en 1964. No la ganó, pero se impuso en Luisiana, Alabama, Mississippi, Georgia y Carolina del Sur a partir de su oposición a la Ley de Derechos Civiles.

Cuatro años después, Nixon prometió una guerra contra la delincuencia en “ciudades envueltas en humo y llamas”, aunque negó tajantemente que la consigna “ley y orden sea una forma de aludir al racismo”.

Sin embargo, un informe interno de su campaña, dado a conocer luego por su biblioteca presidencial, insinúa esfuerzos por explotar las divisiones raciales. Captar el voto de demócratas conservadores generaría “un síndrome de ley y orden/revolución socio-económica de los afroamericanos”, según el estratega de la campaña Kevin Phillips, quien agregó que Nixon “debería seguir hablando de la delincuencia, la descentralización de los programas sociales federales y la ley y el orden”.

Tennessee, Virginia, Florida y las dos Carolinas votaron por Nixon, quien llegó a la Casa Blanca.

ADAPTACIÓN A LOS TIEMPOS

Los historiadores dicen que los presidentes republicanos que le siguieron adaptaron esa estrategia a los tiempos.

George H.W. Bush, por ejemplo, explotó el caso de Willie Horton, un afroamericano condenado por asesinato que violó a una mujer cuando se le permitió salir de la cárcel por una semana, para pintar a su rival demócrata Michael Dukakis como de mano blanda frente a la delincuencia.

A Trump lo han acusado de racista desde antes de que lanzase su candidatura. Insistió en que Barack Obama no había nacido en EE UU. Tildó de “animales” a algunos inmigrantes que entraron al país ilegalmente y después de los disturbios de hace tres años en Charlottesville, Virginia, entre supremacistas blancos y manifestantes opositores, dijo que había “buena gente en ambos bandos”.

Los republicanos hablan de la anarquía que reina en las calles de EE UU

 

Tras perder elecciones ante dos sureños como Jimmy Carter y Bill Clinton, los republicanos afianzaron su hegemonía en el sur asegurándose el respaldo de los cristianos evangélicos y de los sectores contrarios al feminismo, según Angie Maxwell, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Arkansas y coautora del libro “La prolongada estrategia sureña: Cómo la búsqueda del voto blanco en el sur cambió la política estadounidense”.

El discurso con un racismo disfrazado fue usado para captar votos más allá del sur. De hecho, es probable que Trump tenga en la mira a votantes blancos de clase trabajadora en estados peleados como Michigan, Pensilvania, Ohio y Wisconsin, según Abramowitz. (RUSS BYNUM / AP)

 

 

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