Beirut en ruinas: una tragedia que despierta angustia y temor entre los libaneses de La Plata

Muchos tienen familiares que vivieron la explosión del martes en primera persona. Una ciudad sumergida en el horror y la desolación

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Joelle Ghazi estaba trabajando en un gimnasio de Beirut cuando sintió que un rayo golpeaba y estremecía el cielo. “Todo se puso rojo y la fuerza de la explosión me arrojó al suelo -cuenta-. Salimos por la ventana y comenzamos a caminar sin entender qué pasaba. Era una masacre. Nunca me había asustado tanto. Vi personas cubiertas de sangre, casas y autos destruidos, vidrios rotos por todas partes. Podrían haberme dicho que era un tsunami, Hiroshima ... no tenía idea lo que estaba pasando”. El relato de Joelle, libanesa de nacimiento, lo traduce y relata María de Los Angeles Matar, su prima platense, quien, al igual que muchos integrantes de la colectividad libanesa local, quedó perpleja cuando vio por la tele lo que ocurría en el puerto de su querida Beirut.

“No lo podía creer”, recuerda María, hija de libaneses llegados a La Plata a fines de los sesenta. “En la primera que pensé fue en mi prima, que trabaja cerca de esa zona -detalla-. Enseguida me comuniqué con mi mamá, que vive en Entre Ríos y estaba al tanto de todo, y recién ahí ella me tranquilizó diciendo que nuestra familia estaba bien. Pero todavía estoy conmovida. Mi prima se salvó de milagro y todo lo que veo es desolador. El año pasado estuve por allá y este año tenía pensado volver. La verdad es que ver esa ciudad tan hermosa así de destruida da mucha pena”.

Lo que cuenta María entra en sintonía con lo que describe Aziz Kadjo, presidente de la Sociedad Libanesa de La Plata. “Quedé estupefacto frente a la tele -cuenta-. Me desplomé en el sillón y no podía reaccionar. Se me salían las lágrimas de la angustia”.

Nacido en el Líbano y llegado a nuestro país cuando tenía 8 años, a fines de los cuarenta, Aziz es un platense más pero tiene familiares y amigos que lo conectan a diario con su patria natal. “El pueblo ya venía mal, pero esto es un desastre que no tiene antecedentes”, dice.

Tres días después de una explosión de nitrato de amonio que arrasó la ciudad y la convirtió en una pesadilla -y mientras los beirutíes aún recorren los escombros y cuentan sus muertos-, son muchos los platenses con vínculos con el Líbano que por estas horas reparten su angustias y temores entre dos países. “Nuestra colectividad tiene aquí más de 350 familias -cuenta Kadjo-, y todos tenemos algún familiar o amigo allá”.

Hasta ayer, se habían reportado al menos 160 muertos, más de 5 mil heridos y cientos de desaparecidos. Todo en un contexto donde edificios, calles, tiendas elegantes y largos tramos del famoso paseo costero quedaron reducidos a escombros.

“Quedó todo arrasado -cuenta María-. Al principio lo primero que pensé es que se trataba de un ataque de Israel, porque ya había ocurrido otras veces, pero esto no tiene ningún antecedente y es desolador...”

La detonación, equivalente a un terremoto de 3,5 grados, amenaza ahora con agravar la mayor crisis económica del país en décadas y su fuerte brote de coronavirus. “Hay mucha corrupción en el gobierno y los problemas económicos se venían agravando día a día -precisa Kadjo-. Con esto y con el coronavirus, es como si hubiese caído una bomba atómica sobre nuestro país”.

El humo todavía salía ayer de la zona portuaria, donde se formaron montañas de granos por la destrucción de varios silos rodeados de hangares que también quedaron completamente derruidos. La explosión abrió un cráter de unos 200 metros que se llenó con agua del mar. Gran parte del centro de la ciudad, de más de 1 millón de habitantes, quedó sembrada de escombros, vidrios que cayeron desde las fachadas de edificios y numerosos vehículos dañados.

La detonación, de hecho, fue la más potente que se haya registrado en la ciudad, que estuvo dividida durante la llamada guerra civil que desangró al país de 1975 a 1990 y que ha soportado bombardeos del vecino Israel y grandes atentados con explosivos.

Como dice Kadjo, el Líbano ya se encontraba al borde del colapso en medio de su mayor crisis económica desde el fin de la guerra, y su capacidad para lidiar con este desastre se presume muy limitada. Tanto que los que quedaron sin hogar podrían ser muchos de los mismos que han perdido sus trabajos y ahorros luego de una fuerte devaluación y de una hiperinflación.

“La situación era caótica y esperamos que la ayuda internacional pueda llegar pronto”, decía Aziz, aún conmovido por las imágenes casi dantescas que llegaban ayer desde Beirut. María, mientras tanto, traducía ayer el último tramo de una breve nota escrita por su prima beirutí: “Dos amigos míos resultaron heridos -escribe Joelle-, fuimos al primer hospital y nos dijeron que estaban a plena capacidad. Vi un hombre cuya pierna había sido cortada y vi hombres que llevaban un niño que estaba inconsciente y cubierto de sangre. En 2006, cuando Israel atacó al sur del Líbano, tardó 30 días en hacer la misma destrucción que tenemos ahora... ¡Es una catástrofe!”.

 

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