Oscar inclusivo: cambio de reglas para fomentar la diversidad

Las películas candidatas deberán cumplir nuevas normas para impulsar una mayor representación de las minorías en la pantalla

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Soplan vientos de cambio en la industria, y los Oscar parecen haberse quedado sin aire: acuciados por el rating bajo y las críticas, enfrentados con la posibilidad de perder su relevancia como los principales premios del mundo (Bong Joon-Ho, director de “Parasite”, disparó antes de la entrega del año pasado que son “premios locales”), procuran renovarse. Algunas medidas son bien recibidas y otras… no tanto, como las anunciadas ayer.

Que no son los primeros cambios que ensayan, por cierto, los Premios de la Academia: persiguiendo un aggiornamiento que siempre les queda lejos del alcance, los “Oscars tan blancos” en los últimos años quisieron entregar un premio a la “mejor película popular”, con la idea de abrir espacio a las cintas taquilleras de superhéroes y fantasía que inundan el mercado cinematográfico (sin “desprestigiar” con lo popular su premio principal), y también amagaron a quitar de la transmisión en vivo premios de enorme relevancia para el relato cinematográfico como las estatuillas de fotografía y edición. En ambos casos, dieron marcha atrás ante el clamor popular.

Esta vez, sin embargo, las medidas anunciadas fueron recibidas con debates, pero sin repudio: los premios anunciaron cambios sustanciales a su reglamento para exigir que las cintas candidatas a mejor película cumplan con unos requisitos mínimos de inclusión y de diversidad racial.

Tales estándares de inclusión no se aplicarán de manera estricta hasta los galardones de 2024 pero se contemplarán a partir de 2022, mientras que en la edición inminente no se considerarán ya que la gran mayoría de proyectos cinematográficos aspirantes están estrenados y/o rodados.

La Academia delineó cuatro requisitos: representación en pantalla, en equipo creativo, oportunidades de acceso a la industria audiovisual y/o promoción de las audiencias. Se tienen que cumplir al menos dos para ser candidata. La representación en pantalla se alcanza con al menos uno de los protagonistas que represente a minorías, o que lo haga el 30% del reparto secundario, o que se retraten temáticas de género o relativas a minorías; el mismo porcentaje corre para el equipo técnico detrás de las cámaras en el segundo apartado; los becarios, en el tercer apartado; y el equipo de marketing, en el último apartado.

LO CUESTIONADO

Mientras que los tres apartados finales fueron celebrados por empujar la inclusión en la industria, el primer apartado es el que hizo estallar la polémica: ¿está la Academia determinando el contenido del cine, o al menos, del cine que quiere aspirar por un Oscar? Es, sin dudas, una medida trascendental que cambia el juego, tomada al calor de la crisis que se vive en Estados Unidos ante la oleada de violencia policial y las masivas protestas.

Una medida con un problema: condiciona lo que se cuenta (y cómo se cuenta), descartándose decenas de relatos. De hecho, cientos de filmes icónicos no cumplen con los criterios, incluso si pueden leerse como poderosos relatos sobre las minorías. Además, lanzan los críticos, hay otras temáticas urgentes que exceden los relatos sobre “mujeres, grupos raciales o étnicos, el colectivo LGBTQ+ y las personas con discapacidad”.

¿Se premia, en definitiva, al cine o a la inclusión? En este sentido, es posible que aumente la cantidad de películas que se producen como “carnadas para el Oscar”, las famosas cintas miserabilistas que tranquilizan las conciencias de los poderosos pero poco hacen para acabar con el racismo o complejizar las brechas que genera la discriminación en base al género o al sexo. ¿Y es ese, en todo caso, el objetivo del cine, o al menos, el único objetivo?

Siempre, es cierto, existió este sesgo en la Academia a la hora de elegir ganadores: los actores que interpretaron personas con discapacidad a menudo fueron premiados, así como historias terribles de drogadicción, abuso y esclavitud. Los premios Oscar, en ese sentido, no son el “mundial” del cine, no son la última palabra en qué es buen cine y qué es mal cine, por más que así quieran erigirse: al contrario, sus visiones de lo premiable y lo marginable siempre fueron construidas. Arbitrarias. Solo que ahora, ese sesgo es regla, es decir, algunas historias se marginarán por reglamento, y otras no se llegarán a producir porque, en un mercado copado por los superhéroes, hay películas que si no tienen potencial en los premios, no reciben financiamiento. Complejo.

LO BUENO

De todos modos, la Academia no solo acertó forzando la inclusión detrás de escena, sino que fue lo suficientemente prudente de matizar su primer inciso: solo hay que cumplir con una condición (o protagonista de minoría, o 30% del elenco, o temática sobre minorías) y, si no se cumple, todavía se puede calificar a los premios cumpliendo con la inclusión detrás de cámara.

Pero, además, los críticos deben comprender un punto clave. Para cambiar, el cine puede, como muchos piden, esperar a que cambie la sociedad, o intervenir en la discusión: ésta última es la decisión política que tomó la Academia, tomando en cuenta que el problema de la discriminación de género y racial en la industria es endémico (como en el mundo) y que las representaciones en la pantalla importan a la hora de generar cambios sociales e instalar conversaciones, o al menos potenciarlas. Es decir: la inclusión no se va a llevar a cabo sola.

 

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