Entre sus múltiples dilemas, la oposición cree ver un mejor horizonte electoral

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José Picón

jpicon@eldia.com

Horacio Rodríguez Larreta acaba de concretar un primer desembarco bonaerense para empezar a mostrar sus uñas de eventual candidato. María Eugenia Vidal comenzó a levantar el perfil con cuestionamientos un poco más afilados sobre la marcha del gobierno nacional. Se trata de dos señales que no pueden leerse desvinculadas entre sí. Responden, por el contrario, a una sensación que, por ahora con indisimulable timidez, comienza a ganar cuerpo en la oposición: que existe alguna chance concreta de plantear una pelea electoral mano a mano con el Frente de Todos el año que viene.

“Hay 2019”, lanzó casi como pidiendo permiso y con lo que parecía por entonces un exagerado optimismo Alberto Rodríguez Saá allá por febrero del año anterior cuando vencer al macrismo parecía sólo un sueño alocado. Hoy, parafraseando al gobernador de San Luis, en Juntos por el Cambio se amoldan al almanaque para sostener que “hay 2021”.

Claramente los escenarios de entonces y el actual son distintos. Obviamente, porque hay una pandemia en el medio que ha pegado con extrema dureza sobre la ya frágil economía nacional con caídas estrepitosas de la actividad y un inevitable crecimiento de la desocupación que en el Conurbano, en el último trimestre, alcanzó a 1,3 millones de personas. Se conjuga además una cuarentena desgastante que alimentó el malhumor social.

Esas complejidades se reflejan en algunas encuestas que se conocieron en las últimas semanas. Marcaron un dato fuerte que viene in crescendo: cerca del 48 por ciento de los consultados refiere que si las elecciones fuesen hoy, se inclinarían por la oposición. El oficialismo, en tanto, ronda guarismos del 35 por ciento. El dato responde a las complejidades económicas y sociales pero también, a razones políticas que diversos analistas ubican en lo que denominan la “kirchnerización” de la agenda oficial y cuya traducción más literal sería, de acuerdo a esa evaluación, la retención por parte del oficialismo del núcleo duro K y la pérdida del apoyo de sectores independientes que buscaron en Alberto Fernández un salvavidas frente al naufragio que suponía la continuidad de Mauricio Macri.

Con ciertas prevenciones, porque sus administraciones dependen en buena medida de la ayuda provincial, en esa sintonía se mueven algunos de los intendentes opositores, cada vez más dispuestos a mostrarles los dientes a Axel Kicillof.

El desafío a decisiones oficiales se fue profundizando. Empujaron y siguen haciéndolo, un mayor premiso para que funcionen actividades que continúan frenadas por los límites que impone la cuarentena. En los últimos días fueron un poco más allá y directamente pidieron la vuelta de las clases presenciales.

En la Provincia creen que estos alcaldes estarían cruzando un límite. Kicillof los acusó de estar especulando electoralmente durante un acto en el que se entregaron recursos para obras en los distritos. Hay un asunto, en medio de esa relación compleja, que frena a algunos intendentes opositores: la mencionada dependencia financiera del poder central bonaerense. Es la razón por la que varios jefes comunales del interior bonaerense expresaron con indisimulable laxitud el respaldo al tandilense Miguel Lunghi, que había sido excluido por el gobierno bonaerense del reparto de recursos por desafiar el sistema que utiliza la Provincia para autorizar o cerrar actividades en medio de la cuarentena.

Percibiendo cierto clima un poco más benigno, la oposición debe resolver, como primer medida, un aspecto central: que rol tendrá en ese eventual reverdecer electoral nada menos que Mauricio Macri. Es un dato determinante para cualquier proyección sobre chances electorales porque el ex presidente conserva en la Provincia una alta valoración negativa.

En sectores de Juntos por el Cambio refractarios al ala dura del espacio, creen que incluso siendo candidato por Capital, Macri podría ejercer una tracción negativa en territorio bonaerense porque su sola presencia terminaría nacionalizando la elección.

Hay otra puja que se abrió en la oposición: la posibilidad de que en 2023 Rodríguez Larreta pretenda que su actual vice Diego Santilli sea candidato a gobernador bonaerense. El dato es fuerte por dos motivos. Primero, porque genera resistencia entre los intendentes que preferirían un nombre propio para dar esa batalla. En segunda instancia, porque blanquearía que Vidal podría jugar en la Provincia el año próximo pero que no estaría dispuesta a pelear por la Gobernación dos años después.

“En ese eventual reverdecer electoral la oposición debe resolver un tema central: el rol que tendrá el ex presidente Mauricio Macri”

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