"No me daba el coraje para pegarme un tiro, pero sí para tomar una pastilla y no querer despertar", confesó Rubén Orlando

Rubén Orlando, uno de los coiffeurs más renombrados de la Argentina durante la década del '90, confesó en el programa "La Noche" (El Nueve) que pensó en suicidarse luego de caer en bancarrota y no tener "para comer".

“De chico viví con una pobreza bastante grande. Mi vieja era la peluquera del pueblo. Y éramos pobres de verdad, no como ahora que todos tienen celular. Nosotros no teníamos nada: ni televisión”, comenzó contando en relación a su vida.

A los 13 años, ya en Buenos Aires, empezó a estudiar peluquería en la escuela de Miguel Romano. “Él estuvo poco tiempo ahí, pero me llevó a colocarle ruleros a Tita Merello y a toda la gente de esa época”, recordó.

Con el correr de los años fue ganando terreno hasta tener 32 locales con su nombre, facturar fortunas mensuales y codearse con las figuras principales del país. Pero, en un momento, todo empezó a derrumbarse en su vida. “Me caí. Un día tuve una historia mezclada con política, por una famosa actriz con la que yo salía, Cristina Lemercier, que estaba con un ex presidente. Y un día me vinieron a decir que me tenía que alejar. Lo hablamos. Ella ya estaba separada de su marido que era el hermano de Palito Ortega. Decidimos no separarnos. Y, a partir de ahí, me empezó a seguir la AFIP. Me estrellaron”, puntualizó, además de contar que se fue a Brasil a vender manzanitas en una favela durante más de una década.

Fue en esa época donde pensó en quitarse la vida.  “O pegarme un cuetazo. O, cuando tomaba algo para dormir decía: ‘Ojalá no despierte’. Porque por ahí no me daba el coraje, o como se dice ‘los huevos’, para pegarme un tiro. Pero sí para tomar una pastilla y no querer despertar. Eso lo pensé muchas veces. Si digo que no, miento. Pero eso fue en un principio”, relató con crudeza.

Orlando reconoció que lo mejor que hizo fue irse del país para alejarse de “la jungla” en la que vivía. “A mí me llamaban todos los famosos. Tenía que apagar el teléfono cuando subía a la Panamericana de tantos llamados que me entraban. Y, de un día para el otro, no me llamó nadie. Quebré y no me llamó nadie más”, concluyó Orlando, quien volvió al país en el 2010 y hoy tiene su peluquería en el Barrio 31.

 

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