La educación presencial es imprescindible y la pobreza impacta más que el coronavirus

Por Walter Brown (*)

"Con la democracia se come, se cura y se educa". La frase pronunciada por Raúl Alfonsín al asumir el gobierno en diciembre de 1983 no solo implicó una promesa presidencial, que se apoyó en la esperanza de los argentinos sobre las bondades de la reinstauración de un sistema político para la administración del país, sino que definió en pocas palabras una obligación que cada institución del Estado y actor social debería procurar cumplir.

Pero el deterioro socioeconómico que ha sufrido el país a lo largo del tiempo ha llevado a que esa misión se torne cada vez más difícil de alcanzar. Y el advenimiento de la pandemia de coronavirus ha dejado expuesto hoy más que nunca ese déficit en el país.

La inflación del 4% registrada el mes pasado le dio un nuevo empujón a la pobreza, que ya alcanza niveles alarmantes. Sobre todo si se tiene en cuenta que la mayor suba se registra en los alimentos y bebidas no alcohólicas, rubro que ya en las primeras tres semanas de este año acumuló otro 3,3% de suba, según la consultora Cerx.

Así, en un año de pandemia y consumo reprimido, la Canasta Básica Alimentaria que traza la línea de la indigencia creció por encima de la inflación anual, al registrar un 45,5%; mientras que la que define la pobreza también superó la vara del Índice de Precios al Consumidor y escaló 39,1%.

Este aumento de la pobreza e indigencia tiene, sin dudas, un mayor impacto en materia sanitaria que el propio coronavirus, fuente de desvelos del mundo entero y de conflicto latente con algunos gremios del sector educativo que se oponen al regreso de las clases con presencialidad.

Seis de cada diez niños en el país se encuentra bajo la línea de pobreza y, como resaltó la Sociedad Argentina de Pediatría, el regreso a la escuela no solo resulta imprescindible para la adquisición de conocimientos, que muchos no logran incorporar con la educación a distancia, sino también para el fortalecimiento de aspectos emocionales y sociales, claves en el desarrollo de todo niño, así como el cuidado de aspectos nutricionales, de la salud y la realización de la actividad física.

Si bien el operativo de vacunación recién arranca y llevará varios meses completarlo, el establecimiento y seguimiento de protocolos sanitarios debería ser suficiente para cumplir mientras tanto con la tarea docente tal como lo hace un médico o enfermero que se enfrenta al covid-19 diariamente, un empleado de un supermercado, almacén o establecimiento gastronómico, que proporcionan los alimentos necesarios para subsistir; el personal de medios de transporte que garantizan la movilidad, un operario industrial, un efectivo de seguridad...

Las autoridades deben garantizar la llegada y aplicación de vacunas efectivas contra el coronavirus para todos los ciudadanos que lo requieran. Pero también las condiciones sanitarias para que los docentes que no se encuentren entre la población de riesgo retomen el dictado de clases presenciales en las escuelas públicas, así como los privados deben hacerlo en sus establecimientos educativos. Se trata de que cada uno cumpla con su parte para que transitar el 2021 implique, al menos, una carga menos pesada que la del 2020 y que el acceso a la comida, la salud y la educación no sea una asignatura pendiente.

(*) Opinión publicada en elcronista.com

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