La educación y el ingreso al mercado laboral
Edición Impresa | 29 de Enero de 2021 | 03:02

La dramática realidad que enfrentan miles de jóvenes que cada tanto, en nuestra ciudad, se incorporan a las largas filas de desempleados en busca de ocupar un puesto en algún comercio que los convoca -en una situación que golpea más a quienes carecen de estudios y de capacitación para desempeñar alguna actividad- deja a la vista no sólo un acuciante problema social sino la necesidad de que tanto ellos como personas de toda edad se encuentren en condiciones educativas de formar parte de un mercado laboral cada día más exigente.
Al publicar ayer este diario la noticia de una convocatoria efectuada por un comercio del barrio La Loma para cubrir un puesto laboral, se informó que varias horas antes ya había gente esperando presentar sus antecedentes. Lo cierto es que este tipo de aglomeraciones se convirtió en moneda corriente en nuestra ciudad y, por lo que pudo saberse, la caída del empleo y la dificultad en obtener otro afecta en mayor medida a trabajadores y trabajadoras de menores calificaciones.
Quienes tienen el nivel primario incompleto redujeron su empleo en 28 por ciento, mientras que quienes tienen título universitario lo hicieron en 7,6 por ciento, siempre de acuerdo a los datos interanuales del tercer trimestre 2020. El empleo asalariado formal cayó en un 5,2 por ciento interanual, mientras que asalariado informal cayó 30 por ciento, según los datos existentes en el mercado laboral de nuestro país.
Los varones y las mujeres de hasta 29 años, de niveles educativos bajos y con trabajos informales fueron los más afectados en Argentina. Eso obedeció a la caída en la tasa de empleo registrada durante 2020 como consecuencia de la crisis económica producto de la pandemia y las medidas de aislamiento, según reveló un estudio realizado por CIPPEC.
Más allá de las medidas coyunturales que se proponen para sostener y promover el mercado laboral –como, entre otras, los subsidios salariales, el seguro por desempleo y la reducción acordada de horas trabajadas para los formales- está claro que el problema de fondo reside en la mayor capacitación que deben tener todos los habitantes. Es en este sentido que cobra un valor trascendente el efecto causado en su momento por la educación pública argentina que, en sus décadas de esplendor, logró en gran medida igualar las oportunidades formativas de la población.
Nuestro país no puede imaginar ningún tipo de desarrollo posible, si la gran mayoría de la población no conoce de computación y no se encuentra adelantada en comprensión de textos, matemática u otras materias, tal como viene ocurriendo no sólo en países ya desarrollados sino en muchos otros países emergentes, que apostaron su presente y futuro al mayor desarrollo educativo de sus habitantes.
Bien se conoce que la falta de calificación de muchos jóvenes y adultos; la declinación de la educación técnica, a raíz de la gran migración que se produjo en la década del ´90 hacia la educación convencional, despojándose a la primera de infraestructura y personal necesario para formar a los jóvenes en los distintos oficios y tecnologías; la creciente necesidad de mayor capacitación que se advierte en esta época y, sin dudas, las dificultades de un país con altos niveles de desempleo o subempleo son factores que conspiran para explicar el panorama actual.
En ese contexto, como dato alentador, se sabe que existen convenios firmados por sectores de la industria con escuelas técnicas de la zona que vinieron sirviendo muy positivamente para evitar la deserción escolar, para que se acumulen conocimientos que habiliten a las personas a desempeñarse con idoneidad en el mercado laboral. Sin perjuicio de que las soluciones al problema deben ser integrales, es cierto también que este tipo de acuerdos marcan, al menos, la certidumbre de un rumbo que ha demostrado ser positivo.
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