75 años de las condenas en Núremberg

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Rodrigo Zuleta

EFE

Hace 75 años, tras un proceso de nueve meses, el Tribunal internacional de Núremberg dictó doce sentencias de muerte contra criminales nazis y otras varias de cárcel, en un juicio que cambió la historia del derecho penal.

Entre los condenados a muerte el caso más destacado fue el de Hermann Göring, que se suicidó antes de que se ejecutara la sentencia. Con Hitler, Goebbels y Heinrich Himmler ya muertos Göring era el nazi de más alto rango llamado a responder ante los jueces de Núremberg.

También Joachim von Ribbentropp, ministro de Exteriores de Adolf Hitler, estuvo entre los condenados a muerte.

Rudolf Hess, que había sido el segundo de Hitler hasta que hizo un vuelo misterioso en 1941 hasta el Reino Unido donde se lanzó en paracaídas, presuntamente con la intención de impulsar una iniciativa de paz, fue condenado a prisión perpetua.

Otros nazis destacados, como el jefe de las juventudes del partidos Baldur von Schirach y el último ministro de Armamento Albert Speer, fueron condenados a veinte años de cárcel.

El tribunal se había creado por acuerdo de los aliados y fue la primera vez en la historia en que altos cargos de un estado fueron llamados a juicio a responder por violaciones al derecho internacional y a principios humanitarios.

La significación de los juicios se ha transformado a través de la historia, pero desde el comienzo implicaron una confrontación con el horror, aunque al principio hubiera resistencia.

El premio Nobel Günter Grass sostiene, en su libro de memorias “Pelando la cebolla” (2006), que él solo aceptó la realidad de los crímenes del nacionalsocialismo cuando oyó por la radio que, tras las sentencias de Núremberg, Baldur von Schirach, aceptaba haber tenido conocimiento del plan de exterminio de los judíos.

La experiencia de Grass, que asegura que no le había convencido lo que le contaron antes oficiales estadounidenses encargados de programas de reeducación, parece haber sido compartida por mucha gente en su momento.

En una encuesta realizada en la zona de ocupación estadounidense en noviembre de 1945, un 65 % aseguraba haberse enterado con el proceso de Núremberg de cosas que desconocían. En el verano del año siguiente la cifra había subido al 87 %.

Entre lo que los encuestados aseguraban haber oído por primera vez estaban los campos de concentración y los planes de exterminio.

ARREPENTIDOS Y RENEGADOS

Entre los condenados hubo algunos que desconocían la legitimidad del tribunal -Goering decía que se trataba de una justicia de vencedores contra los vencidos- como otros que mostraron arrepentimiento, como Schirach, Speer o Hans Frank, gobernador de los territorios ocupados en Polonia.

Ese arrepentimiento en algunos casos sin duda pudo haber estado marcado por el oportunismo. Frank, figura clave en el Holocausto, fue el más patético de todos al reconocer culpas.

“Considero que se trata de un juicio universal querido por Dios que tiene como objeto investigar y poner fin a la horrible era de dolor de Adolf Hitler”, dijo Franck, que se había convertido al catolicismo al comienzo del proceso.

A Frank su arrepentimiento, sincero o fingido, no lo libró de la condena a muerte.

 

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