El acuerdo con el FMI sigue en espera mientras aumentan los riesgos inflacionarios

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Ricardo Rosales

prensa.rosalesr@gmail.com

Si los resultados mandan en política, la gira del Presidente Alberto Fernández por Roma, en el encuentro del G20, no aportó avance cierto a las negociaciones con el FMI o al reclamo argentino de reducir las tasas de recargo que aplica el organismo, para desalentar que los países se vuelvan deudores crónicos. Las diferencias entre la Argentina y el FMI continúan y no se saldaron durante la extensa reunión del Presidente con su titular, Kristalina Georgieva. El ministro Martín Guzmán declaró que hubo un “trabajo muy constructivo” pero que es necesario que el FMI “ponga más de su parte” y modifique sus políticas de recargos de interés. El lenguaje diplomático, plagado de buenas intenciones, a veces confunde, aunque los mensajes suelen ser claros y contundentes.

El gobierno de Joseph Biden, con voto decisivo en el board del FMI, definió el caso argentino hace tiempo y lo ha expresado a través de varios de sus funcionarios. El último, Marc Stanley, propuesto por Biden para embajador en la Argentina, dijo el martes último que el gobierno de Fernández debe presentar un plan, y que aún no lo hizo. “Argentina es un bonito bus de paseo al que no le andan bien las ruedas”, añadió. Lo mismo dijo el segundo del Tesoro un año atrás y la propia Janet Yellen, Secretaria del Tesoro, cuando recibió a Guzmán.

Otros países europeos han sido menos directos, con manifestaciones amistosas hacia la Argentina, como España o Francia, pero en el último encuentro formal con el Club de París, por el cual se refinanció por seis meses un vencimiento de U$S 1.900 millones, las condiciones fueron fijadas de manera taxativa: debe haber un acuerdo con el FMI antes del 31 de marzo del 2022 próximo y el país debe presentar al organismo un programa económico para su consideración. Nada de eso ha ocurrido hasta ahora.

Las elecciones legislativas de mediados de noviembre surgían como un escollo, aunque existía la esperanza que por fuera de la pirotecnia electoral, el ministro Guzmán avanzara de manera decisiva en ese programa. El revés que recibió el oficialismo en las PA SO dio por tierra con esas expectativas. El gobierno de Fernández reflotó un discurso refractario contra el FMI que luego retomó el mismo Guzmán, al mismo tiempo que lanzaron el plan “platita”, con una fuerte expansión monetaria y controles de precios. Para muchos expertos, estas decisiones en la situación económica del país, reiteran las condiciones previas al “Rodrigazo” de los años ’70.

El acuerdo con el FMI es la única ancla a mano del gobierno de Fernández para evitar un desmadre de las variables económicas: es decir, que ocurra un golpe de precios y una fuerte devaluación. Aunque esa opción estaría clara en la cabeza del Presidente, es también un tema de debate recurrente en el frente oficialista, en particular sobre que hará la vicepresidenta Cristina Kirchner u otros sectores k duros, como La Cámpora y los movimientos sociales que integran el Gobierno. El diario británico Financial Times (FT), con fluido acceso a la opinión de los organismos internacionales, bancos y otros sectores financieros, dice en un artículo de este fin de semana que “ese optimismo se está evaporando entre ataques cada vez más hostiles del gobierno (argentino) hacia el FMI, villano perenne de la política argentina”. El FT, que cubrió la reunión del G20, agrega en el artículo un informe del fondo de inversión Amherst que sostiene que la “retórica inflamada” socava la visión de los inversores sobre el país y acelera la demanda de dólares.

Durante la reunión de Primavera del FMI en Washington DC y ahora en Roma, el gobierno de Fernández desplegó una campaña internacional para eliminar los recargos en las tasas con poco éxito, con el argumento que en lugar de ayudar a los países en dificultades, los penaliza. Pero antes de esto ocurriera, que se supone impide llegar ahora a un acuerdo con el FMI, existían diferencias mucho más profundas. Guzmán y el propio Presidente, pretenden un acuerdo de Facilidades Extendidas por 10 años, laxo, sin ajuste. Georgieva y la línea técnica del organismo ha señalado una y otra vez que no es posible refinanciar los U$S 44.000 millones sin un programa que limite la emisión, desarme los controles de cambio o reduzca los subsidios. También existen diferencias profundas sobre las posibilidades de crecimiento del país: Guzmán realiza proyecciones optimistas en tanto que los funcionarios del FMI no dan por supuesto ningún despegue económico sin reformas profundas. De cualquier manera, un acuerdo con el organismo solo permitiría ordenar los vencimientos de deuda. Ese solo objetivo daría un resultado mediocre. El crecimiento, la generación de empleo privado e inversiones, o la disminución de la pobreza son responsabilidad del país y las políticas de sus gobiernos.

La batalla oficial por las tasas con recargos del FMI suena atractiva, en especial en medio de una campaña política. Aunque la regla de administración que dice “pagar la tasa más barata” aparece solo nominalmente en el lenguaje del titular de Economía. Diana Mondino destacó esta incongruencia la semana última, cuando señaló que Guzmán y el titular del BCRA, Miguel Pesce, convalidan tasas del 36% con las Lelic con un discurso de que no habrá devaluación. Obvio, 36% es mucho más caro que 4% del FMI si el dólar sigue retrasado y con cepo cambiario. ¿Cuánto más paga por intereses la Argentina por las Lelic? El recargo de tasas del FMI representaría alrededor de U$S 1.000 millones al año. El “taxi” de la deuda pública, asociada a los déficit fiscales, como señala un informe de Jorge Vasconcelos, aumentó a un ritmo anual de U$S 20.500 millones entre el 2019/21. El desendeudamiento es parte de la ficción política de este gobierno. Después de noviembre, una vez contados los votos, cualquiera sea el resultado, los problemas económicos seguirán, nada habrá cambiado. Por ese motivo, el “día después” es motivo de debate público y de fuertes preocupaciones. Vasconcelos propone, además de un acuerdo con el FMI, una “reforma monetaria que permita desindexar la economía” y avanzar en el resto de las reformas “para alejar el riesgo de un Rodrigazo”.

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