Con la misión de lograr felicidad

El 1 de mayo de 1902, el Arzobispo J. N. Terrero fundó el Colegio San José, bajo la orden de los padres Betharramitas

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En el año 1835 San Miguel Garicoits, inspirado por el espíritu Santo, fundó la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram para realizar la misión evangelizadora de la Iglesia y «procurar la misma felicidad» de la salvación a los hombres de aquel tiempo, y los medios de los que se sirven son las misiones populares y los colegios.

En 1856, San Miguel enviará el primer equipo de misioneros a Argentina entre los que se encontraba el P. Barbe, hasta entonces director del Colegio de Betharram en Francia. Su intuición era que, lo antes posible, tendrían que abrir un colegio como elemento importante de evangelización. Así nació en 1858 el Colegio San José de Buenos Aires.

El 1 de mayo de 1902, el Arzobispo J. N. Terrero, ex alumno del Colegio San José de Buenos Aires, fundó el Colegio San José de La Plata en la calle 11 entre 51 y 53 y un año después encomendaría su dirección a los Padres Betharramitas.

Una imagen antigua de un dormitorio del Colegio San José / Archivo

Desde entonces, religiosos y laicos trabajan con empeño en llevar adelante la misión que San Miguel encomendó: lograr para los demás la misma felicidad.

El colegio cuenta con recursos y espacios al servicio de todos los alumnos: salón de actos, biblioteca, SUM, jardín, capilla, comedor, campo de deportes, sala audiovisual y biblioteca infantil.

Lugar de encuentro para compartir valores, desafíos experiencias y aprendizajes

 

En cuanto a su Capilla, Nuestra Señora de Betharram, fue inaugurada en 1927, siete años después de la construcción del actual edificio. Pequeña, de líneas simples y austeras, responde a uno de los estilos que se utilizó a principios del siglo pasado en la arquitectura edilicia platense, el renacentista. Manifiesta detalles palladianos (del urbanista italiano Andrea Palladio), caracterizado por la elegancia de lo sencillo. En su interior se preservan reliquias de San Miguel Garicoïts, inspirador de nuestra congregación.

Un grupo de alumnos, en plena clase / Archivo

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