La violencia en el fútbol de nuestro país no encuentra freno alguno
Edición Impresa | 2 de Noviembre de 2021 | 03:02

Una vez más el futbol federado argentino se tiñó de violencia y con heridos a balazos, en un partido celebrado en Mendoza entre los clubes de Huracán Las Heras y Ferro de General Pico de La Pampa, que concluyó suspendido por los gravísimos incidentes que se desataron entre grupos enfrentados de barrabravas de la hinchada local, según se informó.
El entrenador de Ferro resultó baleado en medio de la pelea y cuando se disputaban 33 minutos del segundo tiempo. Lo cierto es que hubo más heridos y el partido debió ser suspendido, mientras los jugadores, los árbitros y el público corrían a ponerse a resguardo de los proyectiles.
Según se indicó poco después, el técnico alcanzado por un balazo en la zona del hombro fue atendido y compensado por médicos en el estadio, ya que afortunadamente la bala lo rozó superficialmente. Otros heridos debieron ser atendidos en hospitales cercanos y tampoco sufrieron heridas de gravedad, aunque el desenlace podría haber sido otro.
El enfrentamiento armado se habría registrado cuando un grupo de barrabravas que se había emboscado detrás de una de las tribunos decidió avanzar sobre quienes ya se encontraban en el interior del estadio que repelieron el ataque a tiros. Se presume que los proyectiles cruzados fueron los que hirieron al DT de Ferro y a otros espectadores.
El interrogante que ha pasado a ser el principal entre los que plantea esta cuestión sería el siguiente: ¿hasta cuándo será tolerada la presencia de delincuentes y violentos en el fútbol argentino? ¿A cuánta cantidad de muertos y heridos deberá crecer el saldo de las luchas entre barrabravas para que las autoridades del país decidan acabar con este flagelo?
Los graves y bochornosos actos de violencia protagonizados por grupos de barrabravas se ven, seguramente, estimulados por la ineficacia de las autoridades policiales o dirigenciales para frenarlos.
Y lo que más debiera preocupar es el progresivo poder que vinieron cobrando las barrabravas, como organizaciones mafiosas que primero se quedaron con el control de las tribunas, luego se apoderaron de muchos de los “negocios” en los estadios y, últimamente, apuntan en forma directa al íntegro manejo de los clubes.
Lo que en verdad está ocurriendo es que no se está frente a hinchas, sino ante grupos con sello mafioso que, antes que alentar, lo que buscan es encontrar cualquier forma de rentabilidad en el fútbol. Pero bien se sabe que actúan no sólo en el fútbol, sino, también, como mano de obra dispuesta para delinquir fuera de los estadios.
Correspondería entonces preguntarse hasta cuándo el futbol profesional argentino, los organismos de seguridad y la Justicia seguirán tolerando pasivamente estas presencias y, en cambio, cuándo, a partir de la facilidad existente para identificarlos , se procederá a aplicar las leyes y las sanciones penales correspondientes contra estos malvivientes, por encima de los supuestos apoyos políticos que los respaldarían.
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