Mis días junto a Diego Armando Maradona

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Por PROF. CRISTIAN JORGENSEN

No esperen que juzgue a Diego Maradona, para juzgar hay que saber el contexto. Pero he tenido una experiencia exclusiva, me tocó estar con el último mito viviente del deporte, sin dudas una de las personas más famosas del planeta. Me encantan los retos y no dudé cuando me dieron la función, hablar con un profesional de la psicología para controlar mis emociones y estar a la altura de semejante celebridad.

Lo primero que percaté es que a Diego le hacía bien que le den cariño y seguridad. Teníamos charlas en la que hablábamos mucho de nuestras familias sobretodo de nuestros padres.

Siento que no teníamos lágrimas preparadas para llorar a Diego.

Un día me hizo despertar a las 7:30 para tirar unos tiros en Estancia con un pistola de aire comprimido con balas de plástico. Apuntaba a los árboles. En un momento le digo, “¿Diego mirá si nos ven? Mañana salimos en todos lados” y él sonriendo me dijo, “Pela, si no me vieron en un Mundial meter un gol con la mano, qué me va a decir por tirar unos tiros, y estos son en joda”. Tenía algo innato, podía sostener la atención de todos a través de una valiosa herramienta para comunicar como es la anécdota y más aún siendo el guionista y actor del relato. En la intimidad te mataba por su humildad y sencillez. Un día me dijo que no le gustaba que lo toquen y no entendía por qué lo querían tocar.

¿Una sorpresa? La noche previa a jugar con Boca, me envió a comprar langostinos con puré. También instaló como hábito la sopa en la concentración.

Pude verlo cumplir su último sueño con motivo de su cumpleaños número 60. Juntar a toda la familia completa, hijos, ex amores, hermanos, sobrinos y nietos.

El último día que Maradona pisó una cancha de fútbol yo estaba a su lado, personalmente uno de los días más tristes de mi vida...

A un año de su partida lo recuerdo con una frase que decía cuando pasaba por una estatua de él que habíamos colocado en la Casona: “Chau Maradona, descansá...”

 

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