Ocurrencias: Papa viajero y mono encerrado

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

EN VIAJE.- Al Papa Francisco le gusta hacer declaraciones desde el avión. La altura por alguna razón le da espontaneidad y otro espesor a sus confesiones voladoras. Como si al estar más cerca del cielo se tentara en hacer a un lado sus mensajes de fondo y decidiera encarar la actualidad con una gestualidad, un pensamiento y hasta un nuevo lenguaje.

A la vuelta de su recorrida por Grecia, dejó algunas perlas: primero, que “la democracia es un tesoro que debe ser custodiado” contra los “los populismos y los probables imperios de potencias internacionales”. Y después se refirió a la reciente renuncia del arzobispo de París, Michel Aupetit, acusado de mantener una relación con una mujer en 2012 y de darle sesiones de masajes y caricias a su secretaria, un tratamiento tentador para quien desde sus votos ha renunciado al deseo en cualquiera de sus orillas.

Nadie ignora que estas manualidades del arzobispo desafiaban a su vocación y a su secretaria. El Papa explicó que le aceptó la renuncia, porque “fue una falta de su parte, una falta contra el sexto mandamiento, pero no por completo”. Es decir, el masaje y las caricias merodeaban sin avanzar demasiado, aunque le otorgaban consuelo y ternura a la exploración de un arzobispo que andaba necesitando tocar otros cielos.

El Papa dijo que al aceptar la dimisión, “había cometido un error”, pero aclaró que “los pecados de la carne no son los más graves. Hay otros peores, como la soberbia y el odio”. Y fue más allá al quitarle autoridad a esos sacerdotes obsesionados “por la moral sexual y los pecados de la cintura para abajo”, insinuando que los deslices de cinturas arriba son más peligrosos y dañinos. Lamentó haber destituido al arzobispo por “chismes, una verdadera injusticia. Por eso acepté la renuncia: no sobre el altar de la verdad sino sobre el altar de la hipocresía”, como dándole algún crédito a la frase de Paco Umbral: “Estos religiosos que de cintura para arriba son todos anglicanos y de cintura para abajo vaya usted a saber”.

El Papa habló de “la moral sexual y los pecados de la cintura para abajo”

Estamos viviendo una temporada de gatillos fáciles, monos reaparecidos y placares salidores

EL ENCIERRO.- Coco es el mono carayá de unos 5 años que la Policía de la Ciudad encontró encerrado en el placard -sin luz ni agua ni dientes- de una hermosa casona del barrio Belgrano, sede de barulleras fiestas clandestinas.

Como estamos viviendo una temporada de gatillos fáciles, monos reaparecidos y placares salidores, Coco decidió esconderse cuando escuchó la sirena policial. Es que los festejos se han vuelto tan confusos que uno ignora si las nuevas modalidades fiesteras no incluyen algún mono en la refriega. Hay dos presidentes que, sin monos a la vista, han tenido que dar la cara y enfrentar la justicia por haberse animado a celebraciones de entrecasa en épocas de contagios y miedos.

¿Lo de Coco no habrá sido una transformación, ahora que todos prometen cambiar algo? Quizá éste caya aporteñado haya empezado animando algunas noches de aburrimiento en los albores de la cuarentena, cuando la soledad era tan absoluta que hasta un mono movedizo podía alegrar la noche. Y después le fueron encargando otras tareas. Al final habría quedado allí a trasmano del gran jolgorio, maltratado injustamente por una dueños de casa que lo tenían sin masajes ni caricias, a tiro de unas sustancias blancas que podría ser –dice el informe- cocaína o keratina. Harto de música atronadora, Coco seguía con ojos asustados, desde su calabozo de madera, la romería de esos polvos milagrosos que alegraban tanto.

Los monos siempre han derrochado simpatía. Y en sus mejores tardes han sabido alegrar a las visitas copiando los gestos de los humanos y aportando gracia con sus morisquetas. Son animales curiosos por naturaleza. Coco espiaba todo lo que sucedía. Su mirada de trasnoche lo dejaba asomarse a otras monerías que estaban lejos del repertorio mimoso aprendido en las arboledas.

Tras el allanamiento de esta semana, el juez determinó que Coco quedara bajo la guarda de la ONG Pájaros Caídos para llevar adelante su recuperación. Ya le están preparando algún benteveo simpático que sepa festejar sus monerías. El plan es que se olvide del placard, que recupere ramas y silencio y que el año nuevo le traiga menos polvos y más bananas.

 

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