Virginia Saraví

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Distintas expresiones de pesar despertó el fallecimiento de Virginia Elisabeth Saraví, ocurrido cuando tenía 82 años. Pionera de la actividad notarial en City Bell, mujer con un enorme valor para superar las dificultades profesionales y personales, excelente consejera, y amiga generosa y entrañable, sus virtudes fueron el mejor de los legados que pudo dejar entre los suyos.

Había nacido en esta ciudad el 17 de febrero de 1939. Fue la hija del medio del matrimonio integrado por Julio César Saraví y Ana María D´Onofrio y tuvo dos hermanas: Miriam y Ana María. La educación primaria y los estudios secundarios los completó en el Normal Nº 1, de donde egresó con el título de maestra. Luego siguió la carrera universitaria en la facultad de Derecho de la UNLP. Se recibió de escribana.

Creció en una casona de City Bell que la familia conserva hasta ahora, y apostó a esa localidad del norte de la Región, que parecía por entonces más una zona rural que el conglomerado urbano actual, para desarrollar la profesión. Inauguró en 1965 la única escribanía que hubo por décadas en esa delegación comunal, frente a plaza Belgrano. El registro lo continúan hoy sus hijos María Victoria y Jorge.

Casi todo en su vida giró en torno a la actividad notarial, pues además de llevar adelante el registro que luego de décadas terminó delegando en sus hijos, fue docente durante muchos años de la materia en el facultad de Derecho. Integró, asimismo, oportunamente, el consejo directivo del Colegio de Escribanos del distrito local.

Enamorada de City Bell, aunque se había mudado al casco platense, todos los días viajaba en su auto hasta esa localidad, donde se involucró con un vasto círculo social, participó de la vida institucional del Rotary Club y colaboró con distintas parroquias. Como además era una aficionada a la jardinería, la propiedad familiar de la que nunca se desprendió fue el espacio ideal para darse el gusto del cuidado de las plantas.

Se había casado con Jorge Mauro y enviudó siendo muy joven, cuando sus hijos eran todavía chicos. Supo llevar adelante con entereza esa difícil circunstancia y trabajó duro para mantener el hogar.

Si bien era de carácter reservado cosechó, no obstante, incontables amistades, y disfrutó, una vez que los hijos se hicieron grandes, de varios viajes en grupo. También halló en la lectura, en especial las novelas, un pasatiempo placentero.

Fue muy feliz junto a sus nietas María Pilar, Juana María, Martina y Mercedes.

 

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