Los talibanes atrasan 20 años

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Moncho Torres

Afganistán tuvo que esperar veinte años para volver al punto de partida con el regreso de los talibanes al poder el pasado 15 de agosto, culminando una fulgurante victoria que coincidió con la caótica retirada de las tropas extranjeras. Pero hoy “el 95 por ciento de los afganos no tiene suficiente comida. La economía se está derrumbando. Y esto va a ser el infierno en la tierra”, advirtió la ONU. Mientras, las reticencias de la comunidad internacional continúan.

El régimen fundamentalista, a pesar de su esfuerzo por cambiar su imagen, sigue cometiendo serios ataques a los derechos humanos en base a su estricta interpretación del islam, en la que su mayor obsesión es proteger a la mujer de la mirada corrompida del hombre.

Todos recuerdan cómo durante su anterior mandato las mujeres fueron relegadas al interior del hogar y se prohibió la educación femenina. El régimen talibán no ha cambiado demasiado, a falta, dicen, de habilitar el contexto ideal para que puedan retomar sus actividades conforme a la sharía o ley islámica.

Las mujeres continúan en general sin regresar a sus puestos de trabajo, con algunas excepciones como en los aeropuertos o en el sector sanitario, mientras las estudiantes de secundaria y de estudios superiores esperan que se retomen las clases.

Sin embargo, y a diferencia del anterior régimen talibán, ahora las mujeres no se callan, y reclaman los derechos obtenidos durante las últimas dos décadas: “¿No somos humanas?”, gritan.

En septiembre, poco antes de cumplirse el veinte aniversario de los ataques en Estados Unidos que desencadenaron la invasión aliada y el derrocamiento del primer régimen talibán, los islamistas volvieron al poder más fuertes que nunca.

Estados Unidos se apresuró a congelar unos 10.000 millones de dólares de las arcas afganas, al tiempo que se cortaba el flujo de ayuda internacional que había sostenido durante años al país, y que suponían alrededor del 43 % de su producto interior bruto (PIB).

Se formaron largas colas en los bancos, donde las autoridades limitaron la retirada de efectivo a 200 dólares semanales, mientras una parte importante de la población había perdido sus empleos, al tiempo que la crisis humanitaria se acentuaba por una economía golpeada por años de guerra, una grave sequía y la pandemia. (EFE)

 

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