“La verdad es que no me podía mover después de lo que hizo, el cuerpo no me respondía”
Edición Impresa | 15 de Febrero de 2021 | 02:34

“Estoy un poco mejor, con asistencia psicológica, y con el apoyo necesario. A veces uno no se da cuenta, pero hay momentos en que si estás solo te pasa la realidad por arriba”, comenzó su relato Leila Ferreyra (37), la mujer que el 15 de enero denunció a un masajista de Berisso por abuso sexual. A casi un mes de ocurrido el hecho, el acusado está libre, aunque tiene una orden de restricción de acercamiento hacia la víctima y sus familiares.
A Leila la ayudó “mucho” su entorno y por la asistencia que pudo conseguir “por medio del Ministerio de la Mujer”, aseguró. Y rescató que “fue algo súper positivo que la situación haya tomado relevancia pública, “porque soy consciente de que, si bien no muchas se animan a denunciarlos, es importante hablar y que al menos esto siente un precedente para que esta persona no vuelva a hacer lo que hizo con quien se le ocurra”.
Después de su periplo hasta llegar a la UFI Nº 7, a cargo de la fiscal Virginia Bravo (en la comisaría cuarta de Berisso no le tomaron declaración) y su posterior aparición en los medios, Ferreyra fue contactada por otras presuntas víctimas del hombre. Así tomó conocimiento de que “ya tiene antecedentes de violencia con sus parejas y hostigamiento. Hay una denuncia por querer matar a su ex novia”. Ésta, aseveró Ferreyra, “le tiene terror, él la sigue contactando con perfiles truchos”.
Junto a su abogado Martín Berasategui, se presentó con todo lo que pudieron recolectar: capturas de mensajes, testimonios, y esperan sumar al expediente de la causa -si las hubiere- denuncias previas.
Para Berasategui, “todavía el sistema no está preparado para contener estas situaciones que suceden, lo estamos viendo con esta chica Úrsula. Sólo funciona más o menos cuando uno encuentra las puertas adecuadas”. En esa línea, señaló que “nosotros nos presentamos en la Fiscalía y pedimos una serie de medidas, entre ellas una medida restrictiva (dictada por la titular del Juzgado N° 5, Marcela Garmendia) y la orden de registro y el consecuente allanamiento, en el cual le secuestraron el celular”.
El teléfono “es una prueba crucial” para el caso, continuó el letrado, puesto que “puede aportar evidencias de lo que pasó. Sabemos que él le confesó a varias personas lo que había hecho y estas cosas que pasan entre cuatro paredes son muy difíciles de probar”. Asimismo, arguyó que “por eso es tan importante, las actitudes previas y posteriores de los actores son fundamentales para verificar los hechos”. Y añadió: “Tenemos esperanza de que surjan todas estas cuestiones, aunque sabemos que las pericias pueden demorar un poco”.
“QUEDÉ PARALIZADA”
Leila es locutora y conoció a su abusador en una reunión entre conocidos, a principios de enero. Una amiga en común de ambos se mudaba al sur y la despidieron en una reunión con poca gente. No cruzaron muchas palabras, incluso la mujer no recordaba el nombre cuando él le escribió para saber “cómo estaba”.
“Fue un día en que estaba al aire en la radio. Me escribió desde su cuenta de masajista” y como ella no sabía quién era, le contestó en tono seco. El sujeto se presentó y comenzó a pedirle “consejos” para impulsar sus redes sociales y así conseguir más trabajo. Luego le propuso una sesión para que ella la compartiera desde su perfil a modo de “propaganda”. Conversaron un poco más y quedaron en que él pasaría por su casa. Ese 15 de enero, Ferreyra lo recibió sin sospechar de sus verdaderas intenciones. Pero estaba “inquieta”. En otra habitación, sus hijos de 12 y 14 años jugaban con la consola.
“Empezó normal, pero en un momento me rozó, yo me puse tensa y entonces me pidió que me relaje”, recordó entre lágrimas. El masajista repitió la maniobra otras dos veces y la víctima notó que “estaba sudando”. Sin dejarla reaccionar, la tocó en la zona baja. “Le agarré la mano, le dije ‘pará, ¿qué estás haciendo?’ La verdad es que no me respondía el cuerpo, no me podía mover. Él automáticamente me pidió perdón, me puso una toalla encima y me sacó unas fotos”, refirió. Después lo acompañó hasta la puerta, todavía aturdida y sin saber qué hacer. Sus hijos, por fortuna, nunca se enteraron de lo sucedido. Esa tarde “me escribió mensajes pidiéndome perdón, hasta me dijo que se iba a presentar en la DDI... lo único que quiero es que no tenga la oportunidad de repetir lo que me hizo”, culminó.
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