El reclamo vecinal por el terreno para una plaza en Etcheverry

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Hace pocas jornadas se hablaba en este diario sobre la necesidad de que, a todo trance, la Municipalidad recobre el pleno dominio de los espacios públicos, afectado como se sabe por la venta ambulante que se instala ilegalmente en veredas y paseos, por grupos mafiosos que deciden “administrar” para su provecho propio los espacios de estacionamiento, por quienes extienden sus comercios sobre las veredas e impiden el fluido paso de los peatones y, entre otros múltiples ejemplos, por quienes no trepidan en usurpar tierras fiscales o privadas, para después venderlas en forma particular.

Se analizó allí también la necesidad de que el Estado regule el crecimiento demográfico y habitacional, impidiéndose no sólo el despojo de propiedades sino la instalación de nuevos asentamientos desprovistos de los mínimos servicios de infraestructura. Al mismo tiempo, se aludió también al dispar desarrollo que ha tenido La Plata, con un casco histórico perfectamente diagramado y una periferia que se extiende desprovista de regulaciones urbanísticas que prevean, por ejemplo, la disponibilidad de plazas y paseos para la población.

Mucho de todos estos requerimientos –y de las irregularidades correspondientes- se pueden ver ejemplificados con lo que está ocurriendo en Etcheverry, en donde un grupo de vecinos reclama ante las autoridades por el loteo de un espacio que, según aseguran, es de dominio público y en el que se proyecta hacer una plaza.

Según la denuncia vecinal, un pastor que realiza algunos trabajos sociales dedicados a rehabilitar a personas con problemas de adicciones, fue el que impulsó la venta de esas tierras que serían fiscales. Todo comenzó pocos días atrás cuando dos grupos de vecinos se enfrentaron por las tierras en 43 y 275. Por un lado, unos argumentaron que habían sido adquiridas de buena fe y por el otro, que eso no era posible por tratarse de un espacio público.

El momento de tensión se originó cuando el grupo de personas se presentó para ocupar y lotear ese espacio y fue increpado por otro que aseguró que allí se haría una plaza. Se argumentó que esas tierras estaban destinadas a instalar un espacio recreativo de uso público. Según afirmaron los vecinos del lugar, “un supuesto pastor hace tiempo utiliza parte del predio para rehabilitación de personas con problemas de drogas y ex convictos, y sería éste quien vendió los terrenos”.

Lo cierto es que las personas que llegaron hasta el lugar para alambrar y lotear presentaron papeles y un supuesto contrato de compra, situación que hizo que las acaloradas discusiones se trasladasen a la comisaría de la zona.

Sea como sea, no le debiera resultar complejo a la Municipalidad determinar cuál es la condición del predio en donde se plantea el conflicto. Y actuar en consecuencia, de modo de garantizar la seguridad jurídica y evitar incidentes. Si efectivamente correspondiera a una futura plaza, bien dicen los urbanistas y los especialistas que las ciudades no crecen y se desarrollan con un poco más de lo mismo, sino con una visión de futuro que contemple en forma ordenada el debido uso y aprovechamiento de los espacios públicos, transformándolos en impulsores de una mejor calidad de vida.

La Plata debe recuperar el sentido que tienen sus calles, plazas y paseos públicos. Y para ello, la primera tarea debiera ser la de despejar de esos lugares presencias que nada tienen que ver con el bienestar común, que sólo le restan superficies a la comunidad y que pretenden lucrar con la explotación coercitiva, muchas veces violenta, de lugares previstos para el mejor desarrollo comunitario.

 

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