Animal de frontera

Edición Impresa

Por GABRIEL RODRÍGUEZ MOLINA

En Octubre Azul, libro recientemente editado por El Suri Porfiado, la poeta, socióloga y antropóloga Mariana Espinosa (Campamento Vespucio, 1985) se detiene en la contradicción, en los límites entre lo real y lo sensible, para extraer de esa frontera la tensión que produce una incomodidad traducida en una lírica certera que interroga y profundiza sobre la posición misma desde donde se inscribe.

“¿Se reestablece o no se reestablece el orden? Yo quiero que todo se destruya, que la tierra transpire, que los animales giman”. Así empieza el libro que, desde el inicio, instala su posición de discordia para luego hacer fluir su cauce entre palabras que tiñen el libro con retazos melancólicos, íntimos y sensibles.

Como si construyera, desde la destrucción, cada parte del libro, como dijera Aldo Pellegrini en sus Fundamentos para una estética de la destrucción -nada se puede construir sin una etapa previa de destrucción- y es eso lo que hace Mariana a través de Octubre Azul.

“Me sigue la oscuridad, los perros, la fatiga y resisto” dice, o también, desde una posición más honda “el amor que late, muere y resucita, late, muere y resucita”. Construye su poética entonces desde la hibridación de un yo lírico en disputa con una mirada que solo contempla su alrededor y se deja atravesar por la belleza.

“Soy un animal de frontera, animal blanco turbio (…) soy un pedazo de cueva abierta, nostalgia de minúsculos rayos de sol sobre mi cara (…) animal blanco y de frontera, quiebro en dulce cólera, angustia y felicidad vibran juntos mi verano” se lee, o una posición más melancólica: “Lameremos de los valles dulces las planicies de la soledad”.

¿De qué está hecho un poema? ¿Cuál es su sustancia? ¿Dónde está su raíz? ¿A qué corresponde esa energía sagrada? ¿A qué dios hay que atribuirle ese deber? Como dice Mariana, incisiva, “Los dioses pétreos yacen en una lengua que agoniza” para volver hacia el final al tono lírico con el que sentencia “La vida es más definitiva que la muerte”.

¿De qué está hecho un poema? ¿Cuál es su sustancia? ¿Dónde está su raíz?

 

En Octubre Azul Mariana traduce, como una lenguaraza, la vibración de una naturaleza salvaje, oculta, que se pliega, invisible, entre los ojos de alguien que mira el mundo escuchando un pulso que jadea su contradicción desde el grito cotidiano de la pregunta.

 

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