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Un año esencial: los indispensables de la cuarentena

Hace un año el mundo cambió pero ellos siguieron trabajando igual o más que antes de la llegada del COVID. Qué enseñanzas dejaron los últimos 12 meses para el personal esencial

Un año esencial: los indispensables de la cuarentena

Miriam junto a sus compañeras de servicio del San Juan de Dios. Cumplir los protocolos fue clave para que nadie se enferme de covid

María Laura López Silva

María Laura López Silva
llopezsilva@eldia.com

21 de Marzo de 2021 | 07:05
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Hace un año se declaraba en Argentina el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) como respuesta al avance de la pandemia de coronavirus que ya había llegado al país. Desde ese momento, la vida de todos cambió rotundamente. Se terminaron los besos, los abrazos, las salidas y las visitas. Nadie debía salir de su casa salvo para cuestiones esenciales: alimentación y salud.

Mientras la mayoría de las personas se quedaron puertas adentro trabajando de forma remota, unos pocos -o no tanto- fueron declarados personal esencial y debieron continuar su rutina laboral en un escenario de total incertidumbre.

Personal de salud, comerciantes del rubro alimenticio y transportistas de pasajeros, por nombrar algunos ejemplos, fueron en ese momento quienes pusieron el cuerpo ante el COVID-19.

“Lo primero que sentimos fue incertidumbre y miedo porque era algo nuevo. Veíamos lo que pasaba en otros países con los sistemas sanitarios que se desbordaban. Empezaron grandes cambios en el hospital. Empezamos a ser enfermeras de COVID sin ningún conocimiento previo”, cuenta Miriam Righi (63), jefa enfermera de la sala 7 del Hospital San Juan de Dios, que desde marzo de 2020 recibe pacientes con coronavirus y antes era solo para patologías respiratorias.

“Se decían tantas cosas y todos los días algo distinto, que uno se mareaba. Los protocolos cambiaban a medida que se conocían novedades del virus. Por ahí un protocolo de 30 páginas te lo daban y a los dos días cambiaba y había que aprenderlo de nuevo”, recuerda Miriam sobre ese momento, donde este establecimiento médico era el único en analizar los hisopados de la Ciudad y no se daba abasto.

Entre las medidas de prevención que se tomaron en el hospital, esta enfermera destaca que todo el personal pasó por la sala de simulación para practicar el cambio de elementos de protección personal, aunque luego “cada servicio sumó sus particularidades, por las tareas que debían realizarse”.

En abril se recibió el primer caso positivo en el San Juan de Dios. “La contagiada era una mujer brasilera. Hasta ese entonces teníamos la presunción de que iba a llegar el virus”. Y llegó.

Así como los primeros meses de la cuarentena fueron fatales para todos, el personal de salud se llevó la peor parte porque estuvieron en la línea de fuego. Sin embargo, frente a todo, siguen adelante.

“Mi trabajo es una pasión desde hace 30 años. Me podría haber jubilado el año pasado pero seguí para ponerle el pecho a esto, porque además pensaba que iba a durar 3 meses. Al principio me había ido de mi casa para no poner a mi familia en riesgo. El tiempo pasaba y mi marido y mis hijos empezaron a decaer, por lo que volví. Iba a trabajar con miedo pensando que me podía contagiar y contagiaba a mi familia. Me cambiaba en un baño afuera y se terminaron los besos con mis hijas. Durante unos meses con mi esposo dormimos separados para prevenir no enfermarnos los dos a la vez. La vida diaria con la familia se desmoronó. Me picaba la garganta y ya no dormía porque creía que estaba contagiada. Tuvimos insomnio, cefalea, taquicardia… todo por el estrés. Fueron muchas cosas. Antes del coronavirus éramos felices y no nos dábamos cuenta. Durante todo este tiempo nos abocamos a mantenernos sanos. Casi toda mi familia trabaja en salud y sólo un nieto dio positivo”, relata Miriam que aunque ya esté vacunada con las dos dosis, al igual que su pareja, sigue cuidándose y cuidándonos.

“Me podría haber jubilado el año pasado pero seguí para ponerle el pecho a esto”

Miriam Righi,
Jefa de enfermería

 

“Estamos viendo que se viene la segunda ola. Nos va a encontrar más experimentados pero mas cansados. Hay gente que hace dos años que no tiene vacaciones porque la emergencia sanitaria se corrió hasta diciembre y no vamos a poder tomarnos los días. Somos 25 enfermeros en mi sala, un equipo que trabajó a rajatabla con los protocolos y por eso sólo se contagiaron 5 personas en todo el año. Se contagiaron menos enfermeros que médicos, porque estamos mas acostumbrados a vestirnos y desvestirnos. Tratamos a todos los pacientes que ingresan como positivos para no bajar la guardia”, enfatiza Righi que además, durante todo el año pasado, continuó dando clases de forma virtual en la Tecnicatura Superior en Enfermería, de la Región Sanitaria 11.

Antes de terminar, Miriam pide destacar el esfuerzo los enfermeros: “somos los que más responsabilidades tenemos en cuanto al manejo de todo. El año pasado nadie entraba a mi sala: ni personal de cocina, ni laboratoristas. Nosotros tomamos el trabajo y la responsabilidad de todos los servicios para no exponer a más gente. Soy licenciada en enfermería y sirvo el desayuno, pido recetas, saco sangre, voy a buscar materiales. Nosotros no podemos abocarnos sólo a enfermería porque nadie quiere exponerse. Estamos sobrecargados de trabajo, bajo mucha presión y ningún privilegio. Otros servicios se turnaban para ir a cubrir guardias, pero a nosotros no. Nos agregaron tareas que no corresponden, por lo que aumenta la carga laboral, el cansancio y el malestar laboral. Si no hacemos las cosas, el que se perjudica es el paciente y nunca vamos a dejar que eso pase”.

“Tratamos a todos los pacientes que ingresan como positivos para no bajar la guardia”

 

ADAPTARSE Y SOBREVIVIR

Rafael, Matías y Santiago son los dueños de tres almacenes de la Ciudad. Antes de la cuarentena tenían un ritmo de trabajo itinerante, se alternaban el control de los locales e iban distribuyendo a los empleados según las necesidades que había. Pero con la disposición del ASPO tuvieron que “individualizarse” y adaptarse a las nuevas reglas.

“Al principio hubo un shock, pero se nos tuvo que pasar rápido porque sino perdés”, dice Rafael y cuenta la particularidad de la experiencia con sus socios: “en lo económico fue catastrófico. Nuestros comercios están en el centro y los principales clientes son estudiantes universitarios, la gente que va a trabajar y lleva a los chicos a la escuela. Todos ellos dejaron de circular y bajamos mucho las ventas. En los almacenes de barrio fue distinto, explotaron en ventas. Los primeros cinco meses para nosotros fueron muy malos, ahora ya se recuperó un poco, pero no al ritmo que teníamos antes de la pandemia”.

Rafael y Matías tuvieron que adaptar el almacén y redoblaron esfuerzos desde hace un año

Para no perder más clientela, los almaceneros implementaron el servicio de pedidos por teléfono, delivery y una franja horaria exclusiva para adultos mayores. “La idea era sacar gente del local pero que no bajaran mucho más las ventas. También separamos más las góndolas, señalizamos los pasillos y cuidamos al extremo la manipulación de los productos”, explican.

“Por ahí subían 10 pasajeros en toda la jornada. Lo bueno era que se mantenía la distancia”

Marcelo Sterzai,
Colectivero

 

Los tres socios creen que la nueva normalidad llegó para quedarse por largo tiempo y lo ejemplifican con el cambio en el ciclo de las compras: “antes abríamos hasta las 21, ahora, después de las 18 hay muy poca venta, por lo que a las 20 ya cerramos. Creemos que esto va a seguir durante todo el año”.

SUBÍ QUE TE LLEVO, PERO CON BARBIJO

Hace más de 30 años que Marcelo Fabián Sterzai (53) es chofer de colectivos de la empresa Unión Platense. Nunca se imaginó que alguna vez iba a mirar por espejo retrovisor y sólo ver dos pasajeros en plena hora pico.

“En febrero siempre empieza el movimiento con los estudiantes universitarios y los empleados públicos, ya en marzo todo se pone a full con las clases de las escuelas. El año pasado la normalidad duró una semana. Después cambió todo”, relata Marcelo y agrega: “era una sensación muy atípica porque nadie quería salir mucho porque no sabía con qué te ibas a encontrar”.

En la empresa donde él trabaja se redujeron los servicios ya que solo podía viajar el personal esencial que iba a trabajar. “Al sobrar choferes nos fueron dando vacaciones y nos iban intercalando para ir trabajando un poco cada uno. Los choferes más jóvenes hacían tareas de limpieza y sanitización. Nos dieron cursos de capacitación sobre COVID que son obligatorios y se continúan realizando. En cuento a los pasajeros, se lo tomaron muy bien, viajaba gente que trabaja en el hospital y eran pocos. Yo trabajo desde la madrugada hasta el mediodía y por ahí subían 8 o 10 pasajeros en toda mi jornada de 8 horas de trabajo. Lo bueno era que no había contacto y podíamos mantener la distancia. Al principio la municipalidad hacía controles, después con el tiempo eso se fue perdiendo… Ahora mi sensación es que todo está normalizado”.

“Separamos las góndolas, señalizamos todo y cuidamos la manipulación de los productos”

Rafael,
Almacenero

 

Marcelo vivía con su mamá, que falleció hace unos meses, y un hermano menor, por lo que cumplió al pie de la letra todos los protocolos sanitarios para no exponer a su familia. “Volvía del trabajo y me higienizaba lo más posible para no traer nada raro a casa: lavaba la ropa, me cambiaba y me quedaba todo el día adentro. En la semana de licencia no salía”, explica.

Claro de que a poco, con la flexibilización de la cuarentena, comenzó a haber más movimiento. “Cuando empezaron a levantarse las fases, al gente empezó a salir más, pero no se notaba tanto con los pasajeros, pero si en el tránsito de la calle. Uno tiene un vinculo con el pasajero y la verdad es que me siento bien con el trabajo. El tráfico se va incrementando y eso es lo que molesta. Pero a veces hay que dejar a pasajeros en la parada, porque no se pueden llevar más de 10 personas paradas. Arriba del colectivo uno lo va manejando y se ve en la gente a veces el malestar si alguien no cumple el distanciamiento, son todos muy respetuosos”.

Lo único que lo inquieta a Marcelo es ver que algunos se relajan en los cuidados: “Trabajo los sábados a la madrugada y veo que los que menos se cuidan son los jóvenes. Eso me preocupa, porque ellos sin querer pueden llevar la enfermedad a la casa”.

Si para muchos estar en casa daba sensación de alivio, a Marcelo, poder ir a trabajar y ser útil durante la cuarentena, fue algo positivo: “A mi me hizo bien seguir con mis tareas, al menos no estaba encerrado todo el tiempo. Esto me dejó como enseñanza el aprender a trabajar de otra forma y poder estar con la gente”.

 

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Marcelo fue un trabajador esencial durante la cuarentena y llevó en el micro a quienes compartían la misma característica

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