“New Amsterdam”: por qué el país se fanatizó con una ficción hospitalaria en plena pandemia
Edición Impresa | 31 de Marzo de 2021 | 01:58

¿Qué están mirando los usuarios de Netflix mientras se viene una segunda ola de COVID que amenaza con taparnos a todos? “New Amsterdam”. Una serie que transcurre, casi enteramente, dentro de un hospital público estadounidense está siendo, desde su desembarco en la plataforma, el show más comentado de la temporada. ¿Cómo se explica este fenómeno? ¿Por qué, de forma voluntaria, nos introducimos en estos universos que trivializan nuestros propios malestares, que manifiestan nuestros peores miedos? Bueno, resulta que allí, justamente, puede estar la clave.
“New Amsterdam” sigue al Dr. Max Goodwin, director de uno de los hospitales públicos estadounidenses más tradicionales, que intenta reformar un sistema roto por la burocracia y la negligencia. Claro, Max lucha por sus ideales en medio de conflictos éticos, romance y drama para las lágrimas, como suelen hacer los dramas hospitalarios, todo un subgénero en la tevé del país del norte desde los días de “E.R.”
La serie no es nueva: data de 2018, y emitió tres temporadas en la cadena estadounidense NBC, antes de que Netflix la comprara para su emisión en el resto del mundo. Al no ser una producción original de la plataforma, llegó en silencio, sin demasiada publicidad: en cuestión de semanas era el show más comentado en el teletrabajo, en los podcasts y en los zoompleaños, recomendación recurrente entre los seriéfilos y adicción comentada en la tuitósfera.
Una serie hospitalaria es furor cuando los hospitales asoman como casas del terror, espacios donde habita cómodo el COVID y los doctores y enfermeros hacen lo que pueden para contener el Apocalipsis pandémico. Y no es la primera vez que pasa, en este año y pico que llevamos conviviendo con el virus: “Epidemia”, la cinta de Wolfgang Petersen, fue la novena película más vista en Netflix en 2020, y eso que data de 1995; y la mucho más realista “Contagio”, de Steven Soderbergh, se subió al tope de la lista de películas más alquiladas en las plataformas de Apple y Google al comenzar esta historia (ocupó el segundo lugar de las películas más vistas Warner, solo superada por Harry Potter). “Pagué 12,99 dólares para ver una película de hace 10 años. Nunca había hecho eso antes”, contó Barry Jenkins, el director de “Luz de Luna” y uno de los que decidió volver a ver la cinta de Soderbergh.
Mientras tanto, la búsqueda de “películas pandémicas” en Google se disparaba, se publicaba una nueva edición de “El Eternauta” (y ahora preparan su serie en Netflix, aunque el proyecto era anterior al estallido pandémico; ¿coincidencia?) y se cocinaba a fuego lento un segundo furor por “Grey’s Anatomy”, otro culebrón hospitalario que se volvió uno de los programas favoritos de Netflix. Encima, su última temporada trata directamente el tema de la pandemia.
LAS RAZONES
¿Y cómo se explica? ¿Morbo? Al contrario, lo que ofrecen estas ficciones de hospitales y enfermedades no es sangre y suciedad, sino algo parecido a la claridad. Primero, aportan ritmo a una situación que, en la vida diaria, se mueve muy lento: llevamos un año conviviendo con el virus, y otros dramas personales, como la agonía de un pariente o una terrible enfermedad, también se desenvuelven en desgarradora cámara lenta; pero en las películas y series las crisis se suceden a gran velocidad, y, lo más importante, se suceden hacia un final. Y sea cual sea ese final (y a veces, en estas ficciones, no es un final feliz), el desenlace ofrece resolución. Un fin para lo que parece interminable en nuestras vidas. La sugerencia es que todo, hasta lo más dramático, concluye: y eso, en tiempos de crisis, es reconfortante.
Y aunque parezca increíble, lo que muchos buscan en este tipo de ficciones es sentirse reconfortados. En más de un sentido. Además de aportar la sensación de que se avanza hacia una resolución, algunas ficciones pandémicas ofrecieron, por ejemplo, una forma de encuadrar y entender el proceso con mayor claridad, y colaboraron a la comprensión en tiempos de incertidumbre y exceso de información. Mientras nos movemos lentamente a través de este mundo nuevo, incierto, y en Twitter se bramaban fake news, una guía, un haz de luz, fueron estas especulaciones ficcionales.
De la misma forma, enfrentar muertes, agonías, enfermedades en la pantalla aporta información sobre nuestros peores miedos, pero con distancia, la distancia de la ficción: la ficción ordena, ofrece el confort de la certidumbre, pero sin el riesgo de atravesar esas experiencias. Esto es terapéutico, dicen los expertos.
EL FACTOR DEL MIEDO
Porque, parece, es tan importante el hecho de ver esos temores que habitan nuestras cabezas resolverse, como la posibilidad de ver esos temores desmesurados desenvolverse en la pantalla, sin el riesgo de enfrentar esos dolores en la vida real. De hecho un ejercicio terapéutico habitual es imaginar el peor escenario posible y ver cómo se desenvuelve en nuestra imaginación. El riesgo se siente real, pero no lo es: es una forma de enfrentar nuestros miedos de manera controlada, una forma de ensayar situaciones extremas de forma segura.
En esa forma de catarsis se apoyan no solo los dramas hospitalarios como “Grey’s Anatomy” y “New Amsterdam”, también culebrones lacrimógenos como “This is us” y, claro, el cine de terror.
“Hay una distancia psicológica cuando vemos cine de terror: sabemos que no es real, una parte de nuestro cerebro lo sabe”, dice el Dr. Mathias Clasen, de la Universidad Aarhus. “El género permite voluntariamente, y en circunstancias controladas, acumular experiencia sobre emociones negativas”.
Y esa experiencia es clave, dice la Dra. Maria Ironside, de Oxford: “Al exponerse a eso que nos da miedo una y otra vez, la reacción de la amígdala disminuye. En la terapia para fobias, los pacientes suelen de hecho exponerse a la fuente de sus fobias y, con tiempo, aprenden que no están asociadas a resultados negativos y trágicos, y pierden el miedo”.
Enfrentar esas fobias de forma segura es una de las causas del éxito de una ficción hospitalaria en medio de una pandemia: un estudio del Journal of Media Psychology explicó al respecto que la gente ve películas de terror por tres motivos: disfrutan de la tensión, los temas les resultan relevantes y al final del día, son ficciones. Son falsas: la ciencia dice que al calmarse tras mirar una película de terror, la sensación neuroquímica es de placer debido a la liberación de dopamina. La situación se ha resuelto, el cerebro descansa de su estado de alerta. Afuera sigue habiendo asesinos seriales con máscaras. También una pandemia. La muerte nos acecha a todos. Pero la sensación, después de ver “New Amsterdam” y llorar un ratito, es de catarsis. Catarsis: liberación o eliminación de los recuerdos que alteran la mente o el equilibrio nervioso; purificación de las pasiones del ánimo mediante las emociones que provoca la contemplación de una situación trágica.
❑.- Enfrentar nuestros miedos en una ficción nos permite verlos desenvolverse en un ámbito seguro, ficticio, que no nos afecta: es un ejercicio terapéutico habitual
❑.- Exponernos a nuestros miedos y verlos resueltos, terminados (para bien o para mal: cerrados) genera una reacción química que brinda placer, incluso si afuera, en el mundo real, los problemas siguen
❑.- Enfrentar situaciones dramáticas en la ficción también aporta información y orden para quienes atraviesan situaciones de incertidumbre, como una pandemia
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