La delincuencia no debería tener en jaque perpetuo a zonas de la Región

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La delincuencia callejera mantiene en una suerte de jaque perpetuo a localidades de la zona Norte, tales como Ringuelet, Villa Castells, Gonnet, City Bell, Villa Elisa y Arturo Seguí, cuyos pobladores no han cesado de reclamar por esa situación, sucediéndose asambleas vecinales, reuniones con funcionarios del área de seguridad, marchas y otras formas de protesta, sin que la situación presente visos de mejoría.

Por el contrario, en estos días de Semana Santa se presentaron episodios muy preocupantes, como la aparición en la vía público de grupos de menores que actúan con la modalidad “piraña”, como la que se ubicó en la zona de 7 y 507 integrada por unos quince chicos de entre 8 y 13 años de edad y que en horas de la noche asaltó a varios motociclistas y automovilistas con mucha violencia, atacando primero a los vehículos con piedras y palos para después perpetrar los robos.

“Hace tres o cuatro noches pasa lo mismo en el mismo lugar”, manifestaron en el barrio y agregaron que generalmente ocurre en esa zona entre las 12 de la noche y las dos de la mañana. “Ya se sabe quiénes son, todos los conocen”, precisaron. Otros testimonios aseguran que los menores serían de la zona más cercana a la Autopista.

Indicaron que la modalidad del ataque es la de aguardar a que pasen los vehículos y tirarse encima de ellos. Una vez que frenan unos se ponen adelante para que no avance y el resto, con palos y piedras, agreden a sus víctimas y les roban las pertenencias. Lo cierto es que la calle 7 es la entrada a Villa Castells desde el centro platense, por lo que tiene una gran circulación de vehículos a toda hora. Es por eso que los vecinos piden a la Policía que refuerce los controles con más patrullajes.

La modalidad “piraña” no es nueva. Comenzó hace años en el centro platense con bandas de chicos de corta edad que ingresaban abruptamente a un local y lo saqueaban. Ahora, por lo visto, se propagó a Ringuelet, a City Bell y otras localidades vecinas en donde muchos comercios son robados de esa manera.

Si a este tipo de situaciones que se plantea en las calles se suma el accionar de los motochorros y, entre otros, de los ladrones de bicicletas, está claro que las calles de nuestra región se encuentran despojadas de las custodias y patrullajes que hacen falta para impedir este tipo de delitos. Se ha dicho ya en muchas ocasiones que el despliegue policial frente a este tipo de delincuencia no debiera exigir la participación de un personal numeroso.

Los propios vecinos, tal como aquí se consigna, dicen conocer en dónde viven los eventuales autores de estos robos. Con esos testimonios –que, se supone, en muchos de los casos no deben ser desacertados- y una mínima inteligencia preventiva, la Policía podría actuar con mayor eficacia y actuar con suficiente poder disuasivo. Está claro que el problema es más complejo y reclama también otras soluciones de fondo, pero el de la seguridad resulta prioritario.

La población merece contar con calles más seguras, liberadas de la presencia de delincuentes. Y las autoridades debieran hacer lo que corresponde para recuperar el pleno dominio de la vía pública. Lo único que no debe permitirse la sociedad es naturalizar la presencia del delito en las calles y tomar el camino de la resignación. De lo que se trata es que las leyes cobren vigencia y la población conviva bajo el imperio del orden.

 

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