Una familia desamparada e impotencia tras la muerte del colectivero en Hernández

Walter Rodríguez murió en un choque en 31 y 515. Su pareja quedó sola con siete chicos. Viven en una casilla de madera y piden ayuda

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“Este año fue terrible”, sintetizó con dolor Cristina Merelle. Más de un mes pasó desde que su pareja, Walter Jorge Rodríguez (51), murió camino al trabajo al chocar de frente contra otro vehículo en la avenida 31, a la altura de 515. Rodríguez (51) y Cristian Godoy (39) viajaban juntos hasta la terminal de Empresa Nueve de Julio Sociedad Anónima de Transporte -situada en José Hernández-, en donde ambos trabajaban como choferes de colectivo de la línea Oeste. Conducía el más joven su auto, un Renault 9 blanco, y cerca de las 4.30, con apenas 150 metros por recorrer para llegar a destino, los impactó un auto que circulaba hacia La Plata.

Una versión señaló en aquellas horas que el automovilista que chocó con el Renault “venía de un bar y estaba ebrio” (fuentes judiciales indicaron que el conductor imputado, identificado como Jonatan Hernán Prieto, se negó a realizarse una prueba de sangre).

Lo cierto es que Walter falleció en el acto. Godoy, en tanto, terminó malherido. Los otros dos implicados sufrieron lesiones leves.

La muerte del colectivero dejó un enorme vacío en su mujer, entre sus amigos y su familia. “Es lo peor que me pasó, no tengo explicaciones”, reflejó Merelle, para quien la falta no es solamente emocional: el hombre era su sostén económico y el de sus hijos.

Desde una precaria vivienda en la que el frío y el hacinamiento son parte de una dura realidad, la mujer dialogó con este diario y contó cómo transcurren los días desde la muerte de quien era su compañero.

Cristina y Walter tuvieron una nena que ahora cumplió tres años, pero ella ya tenía seis hijos con su ex pareja. Los siete viven con su mamá, y Rodríguez era el único sostén del hogar.

“La estamos llevando con la ayuda de los amigos de Walter. Me están apoyando Cristian, Lucas, Daniel, que todos los días me traen cosas”, aseguró la viuda. Sin embargo, reclamó que “desde la empresa nada, nunca me llamaron para saber qué pasaba”.

Merelle explicó que “cuando vivíamos en 152 estábamos bien, en ese lugar alquilábamos”. Pero “el dueño nos dijo que si queríamos seguir pagáramos, pero yo no podía. Así que me vine acá”, añadió, haciendo referencia a una casilla situada en 151 y 50.

El espacio de unos pocos metros cuadrados no alcanza para sus ocho habitantes. Ni siquiera para los muebles que tuvieron que mudar desde el inmueble que rentaban hace apenas días.

“La verdad es que estamos todos apretados y hace frío. Tengo una estufa, pero no calienta porque está todo abierto”, sostuvo.

Con todo, Cristina no pide caridad, sino “trabajo, porque me puedo organizar con los nenes”. Además, busca de madera “para hacer una pieza y para tapar todo”.

cada día se complica más

“Yo sé que el de arriba me está ayudando, me está apoyando, pero tampoco es eso. Cada día que pasa se me complica más, tengo los chicos, las cosas”, reflexionó.

Sobre la investigación de la tragedia reveló que “sinceramente no tengo ninguna respuesta, no me dicen nada. No tengo novedades de cómo sigue la causa, lo único que sé es que el tipo sigue libre”.

Por último, indicó que “es mucha impotencia, todavía no puedo entender por qué. Por qué sigue manejando, por qué sigue libre, no lo entiendo”.

 

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