Un tipo con los códigos de antaño
Edición Impresa | 7 de Enero de 2022 | 03:15

Martín Pertierra
deportes@eldia.com
Con Jorge Vigliano, se va una de las mejores personas que ha podido dar el fútbol argentino. Un tipo con los códigos de antaño que supo convivir sin conflicto con las generaciones que lo sucedieron. Un formador de árbitros de elite. Un incondicional de sus amigos, como no. Pero por sobre todo, un enamorado del juego. De ese juego con el que nunca dejó de soñar, aun cuando ya no pateara una pelota. Que lo cautivó hasta el último aliento.
Quedarán en el recuerdo miles de anécdotas de la cancha (un gol no cobrado de Tapia a Lanús, un penal de Palma contra el Boca de Maradona sobre la hora y un off side mal sancionado a Quilmes contra Central, con Ghielmetti parado al lado del palo, fue el trío objeto de las cargadas y las risas en cada reunión gastronómica), de discusiones arbitrales, de llamados sin distingo de día y de hora para comentar una jugada sin importar si era del Federal B, de la Liga de Islandia o de la Champions League. O, incluso, de uno de los tantos torneos en los que sus alumnos se foguearon cada fin de semana. La pelota rueda en todos lados y Jorge siempre lo supo.
El legado es mucho más grande de lo él mismo que se imaginó. De hecho, al Mundial de Clubes del mes que viene, que organiza la FIFA, van dos jueces surgidos de su Escuela Superior Platense de Árbitros: Fernando Rapallini y su propio hijo Mauro. Pero también deja la convicción de que se puede intentar congeniar y debatir sin faltar el respeto, desde las posiciones más encontradas. Le tocó capearla en la época en que Javier Castrilli, ubicado en las antípodas sobre la postura arbitral, era casi un semidiós en los medios. Fíel a sus principios, no se torció un centímetro, lo cual le hubiera resultado mucho más conveniente. Las innumerables muestras de afecto y dolor que surgieron de todos los sectores del fútbol, entremezcladas ayer, dan testimonio y también reconocimiento. Buen viaje Jorge, maestro, amigo.
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