El ‘acá estoy yo’ de Alberto, teléfono para varios y una interna que casi no lo cuenta
Edición Impresa | 15 de Octubre de 2022 | 01:08

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
Más allá de lo que dijo, la sola presencia de Alberto Fernández en el 58º Coloquio de IDEA fue el mensaje. La visita implicó, en principio, una movida diferenciadora de la histórica postura del kirchnerismo puro: ningunear ese espacio que reúne a los CEOs más importantes del país. Los K en general y su versión cristinista en particular, en efecto, casi nunca mandaron un emisario de tan alto rango a lo que consideran un territorio hostil.
El Presidente procuró, además, no regalarle más protagonismo del que ya tiene en ese mundillo al ministro de Economía, Sergio Massa. No es un secreto: para los hombres de negocios Massa, gestionador de las cuestiones que les interesan a ellos, es uno de los dos polos depositarios del poder real en la Argentina de hoy. El otro es, claro, Cristina Kirchner, con quien no mantienen lazos. Si Alberto no iba a IDEA, el de Tigre -que estuvo presente a través de una entrevista grabada previamente- quedaba como la voz más encumbrada del Gobierno en el evento.
Se entiende, pues, el discurso auto reivindicatorio del jefe de Estado en Mar del Plata, en el que mostró ciertos números alentadores de la economía que pueden ser reales pero sólo él parece registrar como algo positivo. Y en el que se preocupó por dejar en claro que no es un presidente débil. “El presidente soy yo”, pareció ser el metamensaje que mandó Fernández. Le habló así a sectores externos a su gobierno pero también a los bandos internos que, precisamente, le cuestionan las decisiones de gestión y se empeñan en degradarlo políticamente, en limarle la autoridad.
Decisiones personales
En la misma línea hay que leer las recientes designaciones de las tres ministras que entraron al gabinete nacional: Kelly Olmos, Victoria Tolosa Paz y Ayelén Mazzina. Fueron decisiones personales, sin consultarlas con Cristina, con quien no habla hace semanas, básicamente para que la vice no intentara comerle más casilleros del tablero ministerial con un nombre de su ejército de fieles como hizo en ocasiones pasadas. Menos con Massa, a quien el albertismo se ha resignado a ver como la última carta para evitar el naufragio del Gobierno, pero también reniega de la alta cuota de poder que administra.
La postura del Presidente a favor de que se mantengan las Primarias Abiertas para dirimir candidaturas (que se sepa, hasta ahora, no se ha expresado en contrario) también lo diferencian del kirchnerismo duro y del massismo, que buscarían suspenderlas.
Pero además, Alberto F. hizo una alusión muy dura al cristinismo, tal vez la de mayor dureza desde que se rompió el vínculo con la Vicepresidenta. “En este gobierno, ¿alguien les pidió un centavo para hacer obra pública? ¿Alguien les pidió algo?”, preguntó. Será negado, pero pareció una alusión directa a los contubernios que investiga la Justicia respecto al gobierno de Cristina.
Siguió Fernández dirigiéndose a los empresarios: “¿Alguien los mandó a espiar? ¿Alguien usó la AFIP para que se metan en las empresas de aquellos que nos critican? Los desafío, porque su respuesta va a ser no”. Apuntó de esta manera al gobierno de Mauricio Macri, a quien el albertismo sigue culpando por todos los males que le toca atravesar. Más allá de la mala gestión macrista en materia económica, persiste esa tendencia frentetodista a sacarse de encima las culpas propias por lo que pasa.
Interrogante
¿Intenta el Presidente una suerte de emancipación de sus socios del Frente de Todos? Es posible. Fernández parece negarse a sepultar su plan original, ese que soñó cuando su pico de popularidad estaba por el cielo en los inicios de la pandemia: intentar la búsqueda de un segundo mandato, volver a ser el candidato presidencial del justicialismo.
Suena a quimera, sobre todo porque está claro que el peronismo está dividido en diferentes tribus que tienen miradas muy diferentes sobre algo tan esencial como el rumbo económico. Incluso sectores que se suponían cercanos a Fernández, como los movimientos sociales que integran el Gobierno y los gremios tradicionales, alzan ahora voces de descontento y ponen en duda su liderazgo.
Variedad de actos
Una foto de esto último se verá el próximo 17 de octubre. El peronismo conmemorará el Día de la Lealtad con variedad de actos. Piqueteros por un lado, la CGT tradicional por otro, los gremios cercanos a Cristina por su cuenta. Fernández, que es el titular del justicialismo nacional, dijo a través de sus voceros que él decidió no concurrir a ninguno de esos mitines para no fomentar la división del partido. La verdad, según trasciende de fuentes del PJ, es que no fue invitado a ninguno de ellos. Evidentemente, cada sector organizador estima que no “garpa” la foto con él.
Puede ser prematuro pensarlo pero si el Gobierno no logra remontar la economía y posicionarse en situación de competitividad electoral, sólo el chiquitaje desesperado de la búsqueda de lugares en las listas legislativas del año próximo asomaría como el real incentivo de todos estos actores de la galaxia justicialista para plegarse a la ilusión de la segunda candidatura del actual mandatario.
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