Millennials y trabajo: una relación problemática que merece ser revisada
Edición Impresa | 16 de Octubre de 2022 | 03:19

Juan Ignacio Amicuzzi
jiamicuzzi@eldia.com
“Para los Y (o millennials), el trabajo no es un fin en sí mismo, como fue para las generaciones anteriores, sino la forma de satisfacer las necesidades de su vida privada”. Así describieron los profesores Fernando Rogelio Simonato y Mario Ariel Mori a las personas nacidas entre los años 1980 y 2000.
Ambos fueron autores de “Los Millennials y las Redes Sociales” (2015), un estudio realizado en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata sobre el comportamiento de este grupo social. En tal trabajo, se propusieron comprender las vivencias de esta comunidad y compararlas con las de otras camadas.
En los ‘90, a quienes pertenecen a la generación Y, o las personas reconocidas como millennials, se las identificó como un grupo “conflictivo y descomprometido” en y con el trabajo. De hecho, eran catalogados como los “ni-ni” porque no trabajaban ni estudiaban.
Así las cosas, son hijos de las transformaciones tecnológicas y los cambios en los términos de comunicación. O sea, tras la explosión de la televisión y la telefonía, la llegada de internet, junto con la revolución informática, condicionaron las relaciones humanas.
Con todo, las relaciones laborales se ajustaron a lo que los autores mencionados citaron como “un nuevo entorno maleable, cambiante, casi líquido del que nace la generación de los millennials. En este contexto histórico, los “Y” parecen ser los mejor preparados para sumergirse en la impredecible marea social”.
DIFERENCIAS
Las generaciones, de acuerdo a lo que postuló Alicia Peirano de Barbieri, integrante del Foro Argentino de Mujeres Ejecutivas, se clasifican en tradicionalistas (nacidos antes del ‘45); baby boomers (‘45-‘65) y la X (‘66-‘80). Luego de los millennials, aparecen los Z o centennials (del ‘95 o ‘00 -varía según los autores- en adelante).
Trazada la línea de tiempo, cabe entender lo que destaca a las personas que forman parte de la generación Y. En palabras de Simonato y Mori, “están llamadas a producir una explosiva mutación genética en la identidad de las organizaciones actuales”. A saber que, según esta mirada, los millennials son quienes resignifican lo instituido (es decir, lo que está) y discuten con el “deber ser y hacer”.
Para más apoyatura, el sociólogo y filósofo polaco-británico Zygmunt Bauman (2011) estudió este quiebre generacional y habló de que todo lo sólido se desvanece y se vuelve líquido. En otras palabras, la rigidez del sistema que apadrinó a los millennials empezó a tambalear cuando estos crecieron.
Asimismo, los autores reflejaron la influencia de un proceso biosocial que refiere al paso de los millennials por la adolescencia. Hay quienes creen que este proceso maduró tardíamente en algunas personas de esta generación y a eso atribuyen algunos comportamientos. Asimismo, la discusión parece reducirse y desde otro punto, están quienes critican este posicionamiento.
¿PEOR ES LABURAR?
La encuestadora Deloitte, con sede en Londres, consideró que los millennials, junto a la generación Z (la que le sigue cronológicamente), “son los menos comprometidos con sus empresas, con un sentimiento de fidelidad mucho menor que el de las generaciones anteriores”.
Aquí se visualiza el carácter disruptivo: mientras para otras camadas el compromiso con la empresa podía ser tanto como “ponerse la camiseta” de la fuente laboral, entre los Y esa noción varía e, inclusive, hay espacio para la autonomía.
De acuerdo a un informe citado en agosto de 2017 por el diario El País de Colombia, el cual correspondía al Instituto Urban (un centro de reflexión ubicado en Washington D.C., Estados Unidos, que realiza investigaciones de política económica y social a nivel mundial), “más del 30 por ciento de las mujeres ‘millennials’ seguirán siendo solteras a los 40 años si la tasa actual se conserva”.
En este caso, la distancia refiere a un mandato que sometía a las mujeres a casarse por conseguir el sustento económico que, entre las millennials, lo obtienen al salir a trabajar. Ahora bien, en el caso de las mujeres existe una brecha que no se salva intergeneracionalmete.
Eran catalogados como los “ni-ni” porque no trabajaban ni estudiaban
De acuerdo con un informe del Centro de Economía Política (CEPA), en el marco del pasado Día Internacional de la Mujer, la tasa de informalidad en personas jóvenes de nuestro país se recortó con respecto a niveles prepandemia (30,6% en el tercer trimestre de 2021 contra 34,2% en el mismo periodo de 2019). Mientras que en las mujeres, este indicador volvió al mismo punto que en 2019, al registrarse 36% de informalidad.
Así se evidencian no solo los márgenes del sistema laboral, sino cómo se replica la desigualdad de género al castigar a los colectivos femeninos con menos derechos.
Más allá de la coyuntura que puede incluir caídas o subas porcentuales, se trata de personas que no tienen vacaciones pagas, obra social, sindicato, aportes previsionales y demás derechos diluidos en la economía popular que, a la vista de los números, integra a una gran parte de la sociedad argentina.
EFECTO PANDÉMICO
Con la llegada de la pandemia, las cuestiones cambiaron ya que el impacto, en términos laborales, condicionó la dimensión del tiempo y espacio de los millennials en y con el trabajo. Desde la necesidad del teletrabajo y la dilución de los límites en las jornadas laborales hasta quienes perdieron la fuente de ingresos.
Sobre esto, en mayo pasado, el periodista Sebastián Osorio Idárraga de Bloomberg firmó un artículo que citó un informe de la empresa de gestión de activos Mercer. Desde cuya firma se ocuparon de estudiar los riesgos laborales y, específicamente, lo que en la jerga de los recursos humanos se llama burnout (anglicismo que significa desgaste laboral, más conocido como el síndrome de la “cabeza quemada”).
La rigidez del sistema que apadrinó a los millennials empezó a tambalear cuando estos crecieron
El estudio arrojó que el 89 por ciento de las personas millennials que fueron consultadas (casi 9 de cada 10) “tienen un riesgo más alto de sufrir”, lo que también llaman, “una respuesta prolongada al estrés ocupacional”. Así se reflejó una posible respuesta al ausentismo pospandémico y la fatiga producida por el teletrabajo ante la falta de espacios de desconexión laboral.
Por esto, en agosto, la BBC hizo eco de lo que se viralizó en Tik Tok como la “renuncia silenciosa”. Esta no es más que “simplemente hacer lo mínimo que se espera de uno en su trabajo” y “se trata de tener una vida significativa fuera de tu trabajo”, de acuerdo a lo descripto en el artículo.
A modo de cierre y de acuerdo a una investigación de la agencia española 40dB, citada por Ana Torres Manarguez en El País durante el mes pasado, “el 66% de los que tienen entre 24 y 39 años asegura percibir menos salario por la crisis del Covid y el 49% ha visto reducida su jornada laboral”.
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