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El Lago del Bosque: lo soñó Dardo Rocha y lo hicieron posible los “locos” de Romero

Se inauguró en 1904, aunque alcanzó su esplendor recién en 1911. Se lo vio vacío más de una vez, como aquella en que lo dragaron para buscar un arma homicida. Mitos y cuentas pendientes de un paseo emblemático que añora su brillo

El Lago del Bosque: lo soñó Dardo Rocha y lo hicieron posible los “locos” de Romero

Para que el Lago se mantenga lleno tiene que funcionar la bomba de recambio y estar cerrada la compuerta / César Santoro

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

2 de Octubre de 2022 | 03:45
Edición impresa

Las misteriosas circunstancias que rodearon al asesinato de Nicolás Justo Lopapa, en mayo de 1964, convencieron a un fiscal y a un juez de La Plata que bien valía la pena dragar por completo el Lago del Bosque con tal de encontrar la famosa hachuela homicida que podía condenar a perpetua a quienes ellos consideraban las responsables del crimen: la mujer y la hija de la víctima. Semejante noticia impulsó a más funcionarios judiciales a subirse al reclamo para pedir que, de paso, buscaran las armas usadas en otros asesinatos, objetos robados de causas resonantes y hasta pertrechos de supuestos terroristas, a punto tal que Federico Del Buono, dibujante de EL DIA, bromeó con la posibilidad de que apareciera un viejo submarino, entre policías provistos de lupas y peces desesperados por una gota de agua.

- (…) Este lago, orgullo de La Plata, se convirtió en un barrial infame, con burbujas de agua podrida y charcos donde boqueaban mojarras, una carpa que era un verdadero monstruo y bagres bigotudos, más feos que yo (…).

Hasta Adolfo Bioy Casares dio cuenta de este suceso en su novela “La aventura de un fotógrafo en La Plata”, de 1985.

Hay que decirlo: los peces zafaron por el agua que quedó alrededor de la isla central, pero si bien apareció todo tipo de basura en el enorme pozo al que quedó reducido el Lago, la hachuela por la que lo vaciaron no fue hallada y al juez Omar Ozafrain no le quedó otra opción que absolver a las acusadas por el beneficio de la duda. Ellas se mantuvieron firmes en su versión de que a Lopapa lo mataron a golpes los ladrones que entraron en su casa de la calle 54 al 300, lo cual tampoco pudo ser probado.

 



El investigador Nicolás Colombo mientras camina por el Bosque

 

Esta historia es apenas una entre las muchas que tienen como protagonista al Lago del Bosque, dueño también de la suya.

“En esta zona que fue expropiada a los Iraola (propietarios de las tierras desde casi Villa Elisa hasta Magdalena) estaba el segundo bosque de eucaliptos de Argentina (con 97 mil ejemplares)”, cuenta el investigador Nicolás Colombo mientras caminamos entre personas que aprovechan el sol de la tarde para leer, jugar con los hijos o tomar mate. La avenida Iraola, que es hoy una de las principales arterias del Bosque, llegaba hasta el casco de la estancia de esa familia, situado donde ahora está la cancha de Gimnasia y Esgrima.

El Paseo del Bosque no estaba previsto en el trazado original. “En junio de 1882 Dardo Rocha le pide al departamento de ingenieros que aproveche estas tierras porque pretendía que fueran como Palermo -refiere Colombo, autor de los libros Misterios de la ciudad de La Plata-; por eso es que aparecen las calles con la numeración 115 o 116. Es que el casco urbano iba a comenzar en la calle 1, planeado como un rectángulo y no cuadrado, tal como es hoy”.

“Desde su génesis, la nueva capital necesitó de tierras apropiadas para cumplir con el ideario de su fundación y, con este propósito, el fisco realizó una serie de expropiaciones. Entre ellas las tierras del sector N.E. de la estancia perteneciente a Antonia Iraola de Pereyra y Francisca Ocampo de Iraola, correspondientes al ‘parque del casco’ exceptuado de ‘división y subdivisión’ y sujeto a un proyecto de mejoras y alteraciones necesarias para convertirlo en paseo público, por decreto del 5 de junio de 1882. Estas competencias le fueron delegadas al Departamento de Ingenieros y, en 1885, a una Comisión que, además, debía fijar ‘la extensión y los límites del gran paseo público, utilizando los jardines y monte del casco de la antigua Estancia Iraola’”, se lee en “El Bosque de La Plata, entre su razón de ser, res nullius, universitatis o communis. El origen del conflicto”.

Según Colombo, este parque no tuvo ningún tipo de adecuación hasta 1885: “Lo primero que se hizo antes de crear el Bosque como tal fue hacer el Hipódromo, porque la gente que venía a La Plata necesitaba ocio. En ese momento no había fútbol ni deportes, más allá de la esgrima, la gimnasia y las carreras de caballos”. ¿Cómo surge entonces la idea del Lago?

POCO CAUDAL Y BARRANCAS PRONUNCIADAS

Por allí pasaba un arroyito al que Carlos Luis Spegazzini describió “de poco caudal pero con barrancas pronunciadas”, cuando llegó en 1881 por pedido de Dardo Rocha para analizar la zona. El curso “venía desde inmediaciones del Parque Saavedra, por diagonal 78, ahora entubado hasta (la calle) 55”, explica Colombo, y suma: “Por eso en 1 y 55 hay unas bocas de tormenta enormes. Por abajo pasa el arroyo”.

El Lago se inauguró en diciembre de 1904 tras una excavación que pretendía resolver la falta de caudal, lo cual no fue posible por las características propias del suelo: “El agua se infiltraba”, resume el investigador platense. Así las cosas, en 1911 resolvieron traer desde Berisso “carretas con barro arcilloso para impermeabilizar el fondo, de modo que el agua no se fuera hacia las napas”.

 



Inauguración del lago del bosque (1906) / Revista PBT

 

Fue un trabajo duro y complicado, para el que convocaron a los pacientes del neuropsiquiátrico de Melchor Romero. Por eso en aquellos años al Lago lo apodaron “de los locos”.

“Les pagaban 30 centavos la jornada y aunque ellos no estaban obligados a venir, las crónicas de la época denuncian que los veían bastante mal. Muy desnutridos, con ropas rotas y sin zapatos”, relata Colombo. Durante los casi seis meses que duraron las tareas estos hombres no volvieron al hospital, sino que fueron alojados en una cárcel que funcionaba donde luego se instaló el Regimiento 6 de Infantería y ahora se encuentra la escuela Industrial Albert Thomas.

El montículo que se levantó con la tierra apilada que sacaron del Lago fue designado en 1964 con el nombre de República de Francia, aunque a ese espacio que está entre el espejo de agua, las grutas y la calle Cuccolo se lo llame popularmente Plaza Francia. “En la cima habían hecho un kiosco para que tocaran las bandas”, cuenta Colombo, una verdadera atracción para las personas que gustaban de “dar una vuelta en carruaje y escuchar música”, como ocurría también por entonces en la Plaza Iraola de Tolosa, la Plaza de la Policía (actual Rivadavia, frente al ministerio de Seguridad) y la San Martín, donde las bandas hacían su magia en la Glorieta.

 

A los pacientes del neuropsiquiátrico les pagaban 30 centavos la jornada de trabajo

 

“Apenas salgan de los muelles en tranvías a vapor (los visitantes) atravesarán un parque espléndido y seguirán por una soberbia avenida que separa el hipódromo de los prados reservados a dependencias del Museo. Después de este paseo de algunos minutos a través del bosque de Boulogne del lugar, pasarán por el arco monumental que lo cerca, para encontrarse en medio de la Ciudad. En este periplo lo primero que se apreciaba era la amplísima avenida 52, rematada por un Arco que erigido en 1884 como puerta ‘va y viene’ entre la ciudad y su región, encerraba los enigmas del pasado y el futuro en el Museo de Ciencias Naturales y el Observatorio Astronómico; los símbolos del saber y el poder, en la Facultad de Agronomía y la residencia del Gobernador y el deporte de los reyes en el Hipódromo”, se lee en el libro de la arquitecta Cristina Vitalone.

Aquella réplica exacta del arco que hasta hoy se levanta en la parte posterior de la Ópera de París, aunque a mayor escala, fue realizada por el ingeniero Pedro Benoit y el doctor Remigio Molinas, aunque duró muy poco. 27 años, para ser exactos. Lo dinamitaron el 11 de marzo de 1911.

“Una formidable explosión de dinamita estremeció ayer la ciudad antes de las seis, cuando se alejaba el sol y se insinuaba el silencio de la noche (...) La explosión había ocurrido en la calle 1 y 52, y lejos de cundir con ella una gran noticia, se había derribado uno de los pilares del arco sólido y elegante que señalara, hasta ayer, la entrada al paseo platense: el bosque (...) Se ha destruido una de las cosas más nuestras, de las que se admiran y concluyen por ser queridas como un objeto propio, como un complemento indispensable”, lamentaba una crónica que publicó este diario al día siguiente de la demolición del arco. Colombo adhiere a los historiadores que adjudican el hecho a una controversial “cuestión de gustos de época”, que encontró su excusa y su sustento en la precariedad de materiales usados para la hechura: “A diferencia de otros edificios públicos, éste se hizo con conchilla y ladrillo y se deterioró a los pocos años”.

IMBATIBLE

La misma suerte se esperaba que corriera la Gruta levantada en 1904 con vigas de hierro revestidas en cemento para moldear las escaleras y los laberintos. Las hicieron los hijos del escultor Abraham Giovanola, responsable, entre otras obras, de la columna con el águila de Plaza Italia. Años después se amplió para sumarle la cascada a tres niveles, cada uno con un mirador, desde el más alto de los cuales pueden apreciarse el Lago, los árboles y algunas de las decenas de especies de aves que viven en la zona.

“A fines del siglo XIX y principios del XX las grutas eran muy comunes en los parques, igual que la recreación de troncos en cemento, llamados ‘estilo rústico’”, refiere Colombo, no sin aclarar que “la idea original era que duraran 30 o 40 años, no mucho más”, por tratarse de una estructura ahuecada. Pero tan resiliente resultó esta moldura que hasta zafó de los picos y las palas de la dictadura militar, en el año 1977.

Esto fue posible por la torpeza de los operarios a los que les asignaron la faena, quienes en vez de desmontar la Gruta fueron por la glorieta de Plaza San Martín, lo que generó un revuelo que los obligó a revisar el texto de la orden y puso en alerta a los vecinos, pudiendo así evitar que retiraran el emblemático paseo. La excusa era que “se estaban viniendo abajo”, algo que no sucedió del todo entonces, aunque la estructura muestra ahora un marcado deterioro (ver aparte).

Por aquellos años de esplendor la Gruta servía también de escenografía para las fotos que tomaban los hijos de Juan Prossi, quien además de hacer los troncos de cemento administraba una calesita en la isla del Lago, los botes de paseo y montó aquel puesto para que los visitantes se retrataran con ornamentos que había instalado justamente para ello en la Plaza Francia.

En el islote interior, al que se accede por dos puentes, funcionaron un restaurante y una sala de espectáculos que fueron demolidos. El primer teatro del lugar lo levantó en 1909 Nicolás Cúcolo: “Era un pequeño teatrito de madera para unos 400 espectadores. Luego se hizo una ampliación, con un edificio de material en el que llegó a funcionar radio Provincia” y contemplaba la construcción de “dos salas de grabación”, explica Colombo. El Anfiteatro Martín Fierro, inaugurado inicialmente en 1913, fue reinaugurado en 1949 con la estructura actual, a cielo abierto, de estilo neoclásico y una capacidad de 2.000 butacas. En la ceremonia de apertura, que fue parte de los festejos del 67° aniversario de fundación de la Ciudad, estuvieron el entonces presidente, Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte. La idea principal del gobierno provincial era que este nuevo escenario funcionara como anexo del Teatro Argentino de La Plata, el segundo coliseo más importante del país (después del Colón), pero el tiempo y la falta de gestión sellaron su decadencia. En 2012 se cerró y quedó a merced de usurpadores, ocupas y vándalos, hasta que 2020 arrancó la puesta en valor de esta verdadera joya arquitectónica, con el objetivo de que las obras terminaran en marzo de 2021. Más de un año y medio después el lugar sigue cerrado y con la entrada tapiada. ¿La razón? Un conflicto judicial entre la Provincia y el Municipio, que lo reclaman como parte de su patrimonio.

Mientras tanto, a pasitos de allí y con su sonrisa imperturbable al paso de los años y el deterioro de las cosas, la escultura de Carlos Gardel se jacta de rankear entre las más altas del mundo, con su cuerpo de 300 kilos de bronce. “La hizo la agrupación Amigos del Tango en La Plata y la financió la Comisión Popular de Homenaje a Carlos Gardel. La hizo el escultor platense Leonardo Virgilio y se inauguró en 1994, el mismo día en que Gardel llegó de Francia a los 3 años, cosa de tirar abajo aquella teoría de que es uruguayo”, cerró Colombo. Está al pie de Plaza Francia, claro. ¿Dónde sino?

 



Segundo Teatro del Lago / Postales de Federico Kohlmann

 

 

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