El reclamo de un Nobel por una mayor relación entre las escuelas y las ciencias
Edición Impresa | 25 de Octubre de 2022 | 02:09

En muchas oportunidades se ha tratado en este diario, en diversos artículos, la creciente preocupación que causan las deficiencias en su instrucción que suelen exhibir no pocos egresados del nivel secundario cuando ingresan a la Universidad.
Se trata de un problema no sólo reconocido sino enfrentado, en la medida de sus posibilidades por las distintas facultades que, en los últimos años, iniciaron cursos destinados a preparar a esos alumnos para un ingreso menos traumático a sus aulas.
De todos modos, lo sustantivo del problema reside en la formación incompleta que suelen recibir los chicos y jóvenes en los niveles secundario y primario, demostrada a través de muchas mediciones objetivas, como la realizada en 2019 en una prueba de llevada a cabo por la Unesco- los estudiantes de la Argentina obtuvieron el peor resultado de su historia.
En esa ocasión se evaluó el desempeño en Lengua, Matemáticas y Ciencias Sociales de estudiantes de 3° y 6° grado de 16 países de América Latina y el Caribe, y el resultado fue que la Argentina quedó por debajo del promedio regional en cuatro de las cinco evaluaciones. Si se compara con 2013, año en el que se había hecho la anterior evaluación, la Argentina cayó en todos sus resultados, excepto en la prueba de lectura para los alumnos de 6to, en donde obtuvo la misma calificación.
Es en ese contexto donde adquieren mayor relevancia las expresiones formuladas en las últimas horas por el físico Serge Haroche, premio Nobel de Física 2012 que participa de un encuentro internacional en la Ciudad de Buenos Aires, que reunió a destacados expositores de todo el mundo y que, al disertar, pidió un mayor vínculo de las escuelas y centros educativos con las ciencias básicas.
Tal como se informó en este diario, Haroche, que habló sobre el tema “La utilidad de la ciencia inútil” puso el foco en la cuestión educativa y aludió a la importancia que tiene una mayor relación de la escuela con la ciencia.
Acaso el primer y valioso paso para cerrar la brecha entre los distintos niveles educativos se dio hace pocos años en nuestra ciudad cuando la Universidad decidió abrir un programa para que los estudiantes secundarios conozcan la vida interna y el funcionamiento de las distintas facultades, con el propósito de que puedan decidir con mayor certeza su futuro.
De todos modos, el aporte para los jóvenes bachilleres -muchos de los cuales suelen atravesar por un estado de profunda desorientación vocacional, en un período en el que, justamente, deben definir la carrera que elegirán- se debería ver intensificado por los cursos preparatorios. Ello, claro está, sin perjuicio de que se acentúe el rigor de los estudios y, como dice el físico visitante, un mayor acercamiento de las escuelas al conocimiento científico.
Por cierto que resultan especialmente auspiciosas todas aquellas iniciativas que se traduzcan en ofrecer programas o actividades de apoyo educativo, destinados no sólo a facilitar un mejor ingreso a la Universidad por parte de los alumnos secundarios, sino a que lo hagan dotados de una mayor seguridad acerca de la elección de la carrera a seguir que hayan realizado, buscándose asimismo reducir los muy elevados índices de deserción.
Además de obtener un mejor caudal de información sobre las diversas alternativas para acceder al nivel de enseñanza terciaria o universitaria, los jóvenes que ingresan a la Universidad debieran recibir en las escuelas no sólo una instrucción más completa, sino conocer que nada se obtiene sin sacrificio, sin horas de estudio, sin el esfuerzo de perseguir a su vocación con el propósito de ganar en sabiduría.
Así fue durante muchas décadas la educación pública de nuestro país y, lamentablemente, dejó de serlo. En el resto del mundo, los países desarrollados, sean del signo político que sean, se considera a la educación como la inversión más rentable para garantizar el progreso de sus sociedades.
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